No deja de ser una paradoja que Rubén Rocha Moya, a 15 días de que inicie su gobierno, presuma un poder como ningún otro Mandatario estatal en la historia reciente de Sinaloa y, por otro lado, no haya podido terminar de configurar su Gabinete.
Es decir, en términos institucionales tendrá de su lado a los poderes Legislativo y Judicial, el respaldo de Palacio Nacional y, por si fuera poco, tendrá enfrente una Oposición sumamente débil con un PRI que, con toda seguridad, ofrecerá su cercana colaboración debido a los acuerdos establecidos con Quirino Ordaz.
No obstante, al interior de los grupos y personajes que estuvieron con él en la campaña, evidentemente hay forcejeos e inconformidades en la disputa de puestos en el equipo de gobierno que no le han permitido definir su perfil de gobierno. Es decir, no ha tenido suficiente fuerza para decidir a estas alturas quién ocupará varios de los principales cargos en su Gabinete. Y si no es carencia de poder entonces es ausencia de características bien definidas de lo que quiere hacer los próximos seis años.
Lo más lógico y sensato para conformar un Gabinete, con una visión clara de gobierno, es que sus integrantes ofrezcan las características que llenen la definición conceptual de lo que se quiere para el próximo sexenio. Sin embargo, eso no ha sido así en los gobiernos de Morena ni a nivel federal ni en los estatales y municipales. Tampoco está sucediendo en Sinaloa.
Lo que hemos visto hasta le fecha es que lo que ha imperado tanto en Palacio Nacional como en otros edificios de gobierno morenos es que han predominado las lealtades políticas al titular del Poder Ejecutivo por encima de las capacidades profesionales y, también ha imperado la repartición de cargos a las fuerzas políticas aliadas aunque estas no respondan en lo más mínimo a las definiciones programáticas e ideológicas de Morena.
Los resultados, como podemos ver, no han sido buenos en unos casos, y en otros pésimos, como lo podemos constatar a nivel federal en el manejo de las secretarías de Salud, Energía, Medio Ambiente, Seguridad, y en la operación de las empresas paraestatales como Pemex, CFE, etc. Y qué decir de lo gobiernos municipales de Morena en Sinaloa, en los que, al menos en Mazatlán, los militantes del partido que ganó las elecciones en 2018 fueron relegados por el mismo “Químico” Benítez Torres, y favorecidos individuos incompetentes y corruptos salidos de la nada o de los sótanos del PRI y PAN.
A estas alturas Rubén Rocha Moya ha anunciado los nombres de gente capaz y sólida como Enrique Inzunza, Tere Guerra, Javier Gaxiola, Cristóbal Castañeda y Adriana Ochoa, pero, salvo Castañeda y Ochoa, no tienen experiencia en la administración pública; los demás tendrán que transitar la curva de aprendizaje. En el caso del doctor Inzunza sus cargos han sido relevantes, pero no en el ámbito político.
Las otras secretarías e institutos estaban, al menos hasta el 14 de octubre, sin titulares. De los hombres y mujeres, como Melesio Cuén y Graciela Domínguez que se manejan para secretarías tan relevantes como Salud y Educación Pública, tienen una amplia experiencia política pero no en el ámbito específico de la administración gubernamental de la salud y la educación, aunque, habría que decir que Graciela tiene la virtud de la inteligencia, la honestidad y su paso como funcionaria de la Universidad Tecnológica de Escuinapa. De otras dependencias se especula mucho.
Es decir, lo anterior refleja incertidumbre, jaloneos e indefiniciones por la manera en que se llegó al poder: sin una definición conceptual clara y rotunda de lo que se quiere hace en Sinaloa este sexenio más allá de intentar aclimatar los programas de gobierno lopezobradoristas a nuestro estado. Por otro lado, las alianzas políticas fueron muy diversas e incomprensiblemente generosas con el Partido Sinaloense, lo cual, en este momento, ya está teniendo costos altos para Morena porque Melesio Cuén es un negociador que estira mucho la cuerda.
El doctor Rocha tendrá que acelerar el paso para mostrarle a la sociedad sinaloense un programa incluyente, entendible y convincente para iniciar bien su gobierno, más allá de lo que muestre con su Gabinete. Tiene poder de sobra para hacerlo, pero si no lo hace pronto empezarán a brotar sus debilidades.
Hace tres o cuatro semanas aquí recordé que el Hotel Belmar cumplirá 100 años de haber sido inaugurado el próximo 1 de enero. En mi interpretación con tal apertura se puede también hablar de que tal hecho significó el inicio del turismo como industria, así haya sido incipiente, en Sinaloa. Quizá tan solo Guaymas puede presumir un despegue turístico, con visitantes estadounidenses, tan temprano. Quienes promovían a Mazatlán y Guaymas eran los propietarios de la empresa ferrocarrilera estadounidense Pacific Rail Road Company, quienes desde principios del Siglo 20 invitaban a gozar el clima de estos puertos entre noviembre y abril, el cual le parecía edénico frente a los intensos fríos de casi todo Estados Unidos en esa temporada. Ellos fueron, en realidad, los impulsores del turismo en nuestro estado. Los empresarios locales vendrían después. Para mediados de siglo estos serían abrumadora mayoría, a diferencia de Acapulco, dominado por capitales foráneos.
Ni Acapulco, ni Veracruz, otros dos puertos tradicionales, pueden presumir una historia turística tan longeva. Es por eso, sugiero, que la nueva Secretaría de Turismo lo tome en cuenta e inicie la preparación de ese importante acontecimiento, el cual puede servir para promocionar no tan solo a Mazatlán sino también otros sitios turísticos de Sinaloa.
No siempre se cumplen 100 años.
Mientras, los mazatlecos nos defendíamos de los embates de Pamela, Guillermo se andaba paseando en Texas.