Paradojas y realidades de una elección

La atracción morenista fue tal que sentó en la misma mesa a personajes encontrados; enemigos jurados por años, especialmente los que vienen de la UAS

Las campañas electorales de la 4T exitosas frecuentemente están marcadas por el asombro y la paradoja. Asombro porque son capaces de cuajar el agua, con el aceite y paradójicas porque hombres y mujeres de carne y hueso en las antípodas políticas llegan a ser, al menos coyunturales, una sola pieza, un solo emblema, un solo candidato. Sinaloa no fue la excepción, sino la regla. La atracción morenista fue tal que sentó en la misma mesa a personajes encontrados; enemigos jurados por años, especialmente los que vienen de la UAS. A políticos que uno nunca imaginó ver sudando juntos la casaca marrón y blandiendo la bandera morenista. Recorriendo el estado con un mismo propósito, lograr la victoria frente al malvado prianismo y a favor del pueblo bueno. Festejando triunfos al unísono. Al margen de las diferencias del pasado. Olvidando al menos, momentáneamente, lo que alguna vez los distanció y hacía imposible la conciliación.

Se explica todo por la magia que provoca la sola posibilidad del éxito electoral. La culminación de los viejos sueños justicieros o la simple posibilidad de renovar proyectos de poder. Sean los que vienen de la izquierda o los de la derecha doctrinaria. Los de la hoz y el martillo comunista, la flecha roja democristiana y la bandera tricolor priista. También caben, por supuesto, los oportunistas de toda laya que aparecen en cada renovación de gobierno que antes estuvieron en los gobiernos del PRI, el PAN o PRD y ahora saltan, sin hacer mutis, al carrusel de Morena. Y, cuando cambien los vientos políticos, seguro harán una nueva mudanza. Son incorregibles sobre todo en tiempos de pragmatismo. Donde pesan poco los arreos ideológicos y cuando los políticos van ligeros de equipaje.

El líder del PAS, por ejemplo, ha cruzado todo el tablero político teniendo como objetivo acumular más poder. Fue en 2010, con el PRI. En 2012, con el PANAL. En 2016, con el partido Movimiento Ciudadano. En 2018, con el PAN. Y 2021, con Morena. Y un partido que está más cerca de posiciones de una derecha caciquil ha logrado el batacazo con un partido declarativamente de izquierda, aunque términos operativos pragmático y difuso ideológicamente en la matriz izquierda derecha. En ese crucero político es donde se encuentra la ambición de los pragmáticos y la esperanza de los que desean una vida mejor.

Y ese, será, seguramente, uno de los desafíos que buscará armonizar el gobernador electo para evitarse sobresaltos en el primer tramo de gobierno. Quizá, por eso, Rocha Moya en una charla sostenida con el periodista Alejandro Sicairos trazó las coordenadas de su gobierno al decir que por delante estarán las capacidades, la experiencia, antes que las maestrías y doctorados -que algunos periodistas futuristas ya hasta ponen hasta nombre y apellido a los cargos públicos- buscando la utilidad antes que el estatus o grado académico. Y eso, a primera vista, está bien. Bueno, mejor, estará bien hasta que no conozcamos oficialmente la integración del gabinete porque eso siempre define casi todo. Ya veremos, así, de qué pieles estará hecho el nuevo gobierno.

Por lo pronto Rocha Moya dice en la charla de marras que “nadie” de los que le acompañaron en la campaña le ha pedido posiciones de gobierno. Que lo han dejado a su libre albedrío. Y eso igualmente está bien, pero no es tan cierto. Los grupos organizados que participan en los procesos sucesorios en Sinaloa, en Buenos Aires o Madrid, van por una rebanada del pastel y si no se la han pedido, es cuestión de tiempo. Mientras, ahí están, con su extraordinario don de la ubicuidad viendo, escuchando, oliendo, respirando, pulsando los gestos o los mensajes crípticos.

Ahí, tenemos, a Alejandro Higuera que llegó hasta la oficina de Ricardo Monreal en el Senado de la República, con un innecesario ajuar completo de corte morenista, para no dejar ninguna duda de su mudanza al partido de López Obrador. Aquel que en otro tiempo criticaba de populista y demagogo.

Pero, también está off course, el siempre ubicuo Héctor Melesio Cuén que no pide, pero siempre está donde debe estar por si es necesario. Hace unos días presumía al periodista Felipe Guerrero que en campaña se le pegó como sanguijuela a Rocha Moya y estuvo en 364 actos políticos. Muy a pesar de su estado de salud que, por cierto, dijo, que cualquier ofrecimiento lo tendría que “consultar” primero con su familia. Qué lo cuida. Pero, así como estos personajes, hay una hilera que hoy buscan congraciarse con el nuevo Príncipe de distintas maneras. Esa es la política, nuestra política primitiva, tribal, que está más definida por asociación y afectos, qué por política y decisiones partidarias estratégicas, como sucede en los sistemas parlamentarios.

Así, que está regla de la política mexicana, marcada por la escasa institucionalización partidaria, da pie para que el responsable político despache lo que a su juicio, afectos y facturas es lo mejor. Y eso, se aplaude y asume como lo normal. Lo aceptable y políticamente correcto en el neo presidencialismo a la AMLO. Que quita y pone a ojo de buen cubero. Claro, está la frase potente de “gobernaremos con los mejores”, será el lema de aquí a la instalación del nuevo gobierno y los poderes de facto saben de los tiempos en política. Y de la prudencia mediática pues ya sabemos de la imprudencia, el enojo, la rispidez. Pero ahí, seguirán omnipresentes, recordando con la paciencia digna de un monje. De quien espera escalar el Everest. Estamos en la antesala de la formación un nuevo gobierno para Sinaloa.

Y es casi natural, que haya un cierto nerviosismo y morbosidad, por saber quiénes integrarán el equipo del maestro Rocha Moya. No creo, que vaya a haber grandes sorpresas, pero sí muy probablemente muchos desencantos por no haber puestos para todos o no responder a la expectativa personal o de grupo. Si bien el gobernador electo tiene mano para decidir no puede obviar el peso que tuvieron los poderes que lo apoyaron para alcanzar el triunfo y eso se llama deuda que se habrá de pagar.

Así, ha sido siempre y no va a cambiar esta regla no escrita de la política. Y, entonces, estos personajes se harán presentes en las políticas públicas, pero también en los nombres de los ungidos. No todos, claro, pero así terminamos por explicarnos, el bucle de la paradoja y el asombro en este proceso electoral, que está en la fase del silencio, que tiene sus lectores y escribanos.