Morir en servicio, para no tener pensión

    Los compañeros de Humberto saben que la desgracia que acompañará a la familia no quedará solamente en la irremediable pérdida. Lo que viene será peor, porque en Culiacán las viudas y los huérfanos de los policías caídos en el ejercicio de su labor, tienen que “mendigar” -con todo el dolor y coraje que me da escribir esta palabra- el pago de las pensiones que por ley les corresponden.

    Esa noche parecía tranquila, rondines de rutina por el malecón nuevo. En la oscuridad del miércoles, Humberto toma su cuatrimoto y junto con sus compañeros del programa “Comercio amigo, policía amiga, red Segura”, de la Policía Municipal de Culiacán comenzaba, sin saberlo, su última jornada de la labor al servicio de la comunidad.

    Comentan sus compañeros que el agente Nieblas del escuadrón de policías motociclistas era un servidor público con gran vocación y valor. Siempre dispuesto a servir y muy orgulloso de portar las insignias del uniforme. Esposo y padre de cuatro hijos, era un buen vecino del sector Barrancos al sur de la capital del estado.

    De acuerdo con los datos publicados en el Estudio sobre seguridad y justicia en Sinaloa 2020, Humberto Nieblas era uno de los 4 mil 358 policías municipales que trabajan en las diferentes direcciones de Seguridad Pública en el estado. Dicho a la sazón, las corporaciones con menores presupuestos, menos equipadas, con menores primas compensatorias y contados derechos laborales según el CESP.

    Así como lo hacía el agente Nieblas y lo hacen el resto de sus compañeros policías y tránsitos de Culiacán, arriesgan todos los días su vida por sueldos que van de los 15 mil a los 18 mil pesos mensuales. Sin mencionar que, agentes de otros municipios como en Choix, Sinaloa de Leyva, Cosalá y El Fuerte se juegan la vida por salarios inferiores a los 10 mil pesos mensuales.

    La capital sinaloense tiene uno de los mejores tabuladores salariarles de la entidad, según los datos del estudio en mención, existe al menos en papel, una póliza de seguro de vida para los agentes en funciones, tienen, a diferencia de otros municipios, prestaciones de vivienda y seguridad social en el ISSSTE. Aunque le parezca increíble, en otros municipios los policías no tienen un sistema de crédito para adquirir vivienda y en algunos casos, las y los policías encargados de la seguridad municipal no tienen ni IMSS, ni ISSSTE.

    Los compañeros de Humberto saben que la desgracia que acompañará a la familia no quedará solamente en la irremediable pérdida. Lo que viene será peor, porque en Culiacán las viudas y los huérfanos de los policías caídos en el ejercicio de su labor tienen que “mendigar” -con todo el dolor y coraje que me da escribir esta palabra- el pago de las pensiones que por ley les corresponden.

    Así es en el municipio que gobierna Estrada Ferreiro, en donde poco importa tener una muerte heroica con el informe bien puesto en la defensa de los derechos de los ciudadanos. En esta capital del descaro gubernamental, en donde los funcionarios de alto nivel se suben el sueldo a placer, se despachan préstamos y reparten bonos millonarios, pero a las viudas y los deudos de los caídos nada.

    Y duele, porque en el rostro de esas mujeres y esos niños que al rayo del sol levantan pancartas exigiendo lo suyo afuera del Congreso, está también la cara triste de aquellos que ya no tienen un padre o una madre a quien abrazar después de la jornada, en esas miradas perdidas en la desesperanza que saben que el sustento de su hogar dejó la vida en una noble labor de injusto pago.

    Por eso la voz de los policías y sus familias se debe acompañar también de la nuestra, porque actos como los del policía Humberto Nieblas que salvó la vida de un trabajador ante un delincuente, tienen que ser honradas con todo nuestro respeto y nuestra solidaridad como ciudadanos. Por eso es que desde este pequeño espacio le pido al Alcalde la reconsideración de su postura en torno a las viudas, los deudos y todos aquellos que sirviendo a la comunidad murieron en el cumplimiento del deber.

    Porque es una ironía dolorosa saber de los sobresueldos de los políticos ricos en contraste de las vicisitudes de los policías pobres, porque ver una patrulla sin pintar, con las llantas lisas y las torretas quebradas a lado de las lujosas camionetas de los que se dicen servidores públicos son -como diría Yudit del Rincón- “cuando menos chingaderas”. Luego le seguimos...