Morena y PAS, las campañas más visibles
Ganar la calle no significa ganar los votos
Aunque de poco sirven más allá de estridencias y triquiñuelas para la movilización, los principales cruceros de Culiacán, Mazatlán y Ahome han sido tomados por contingentes numerosos del Movimiento Regeneración Nacional y Partido Sinaloense, los únicos que poseen estructuras humanas para realizar tales despliegues. Al iniciar en abril las campañas para presidentes municipales también empezó esa guerra de activistas sobreexplotados que durante jornadas de sol a sol desquitan una remuneración o están dispuestos hasta sufrir consecuencias en la salud por motivos de fanatismo.
En lo que corresponde al PAS, la primera pregunta que salta en la curiosidad ciudadana es qué serían las campañas de Érika Sánchez, Mingo Vázquez y Guillermo Romero, candidatos de la alianza Fuerza y Corazón por México a presidentes municipales de Culiacán, Ahome y Mazatlán. Y también la interrogación de si el acceso a los votos que se emitirán el 2 de junio está expensas sólo de los que les aporte el partido de Héctor Melesio Cuén Ojeda.
Por lo que respecta a Morena, la legión de los chalecos guindas inunda las ciudades y recorre domicilios sin incurrir mucho en la visibilidad frente a automovilistas cuyos reniegos por la obstrucción parcial de vialidades les evita siquiera percibir que esa masa entusiasta intenta seducir los sufragios. La duda aquí tiene que ver con el semillero de los campañistas morenistas y si acaso se trata de los Siervos de la Nación que es el ejército civil mediante el cual el Presidente Andrés Manuel López Obrador dispersa sus programas sociales.
Son Morena y el PAS los que tienen a cargo instituciones públicas que les permiten mover muchedumbres y, si todavía la multitud fuera garantía de victorias electorales, cualquiera pensaría que la competencia por el voto está entre estos dos partidos. ¿Y si se tratara sólo de mujeres y hombres contratados para hacer la talacha, por necesidad económica y sin pizca de compromiso político?
Al ser gobierno, a Morena le sobran huestes proselitistas sobre todo en Culiacán y Ahome donde los ex alcaldes Juan de Dios Gámez y Gerardo Vargas buscan la reelección, y la licencia que pidieron para competir les permitió mantener estructuras de gobierno intactas y disponibles para las campañas. ¿Quién de los funcionarios municipales no querría sostenerse otros tres años en las nóminas de los ayuntamientos, sobre todo por la alta posibilidad de que los ediles regresen a despachar en el período 2024-2027?
El PAS cuenta con el control de la Universidad Autónoma de Sinaloa, de maestros cuyo ascenso escalafonario está sujeto al trabajo político que hagan y estudiantes a quienes los profesores les ofrecen algunos puntos extras por prestarse a salir unas horas a la calle y abultar la exhibición de fuerza. ¿Quién o qué impide que el campus sea partido y cuartel de proselitismo al mismo tiempo y que la academia pase a último término para poner en primer orden las campañas?
Sin embargo, las ciencias políticas les dan poca importancia a las numerosas manifestaciones de apoyo a candidatos en la vía pública y le conceden casi toda la capacidad persuasiva a las campañas que se realizan por aire, a través de medios de comunicación y redes sociales. La gente no decide el sentido del voto por presenciar a botargas que bailan a ritmos epilépticos, a chavas y chavos que bajo temperaturas infernales corren de un carro a otro, o jingles con frase y nombres de partidos y candidatos que le dan al público trato de idiotas.
Como mala noticia para aspirantes y parafernalia que optaron por tomar las calles, la preferencia electoral ya no es para quien la trabaja saludando a las personas mano a mano, amolándose la garganta frente al micrófono días enteros, entregando panfletos que elevan a los pretensos al culto de los altares, ni mucho menos dejándose abrazar y abrumar por grupos de acompañantes que lógicamente le darán sus votos o le cobrarán por los servicios prestados.
Todo esto viene en razón de que habría por allí algunas percepciones sustentadas en la idea de que a más tumulto público le corresponde mayor posibilidad de ganar elecciones. El PAS se vende caro en las alianzas con los partidos por esa capacidad de propaganda fundada en universitarios que dejan la docencia y la clase, no obstante que al contar los votos tal efectividad desvanece. De ser cierto tal arrastre pasista, el líder de partido, Cuén Ojeda, habría ganado las elecciones de 2012 y 2018, siendo candidato a Senador, y la de 2016 como aspirante a Gobernador.
Y en Morena la marca es lo que jala. Cualquiera que postule el partido, así sean sin trayectoria, carisma o aportaciones notables, va con bastantes posibilidades de ganar y como ejemplo está la candidata a Alcalde de Mazatlán, Estrella Palacios, que de desconocida por los electorales en cuanto formalizó su registro pasó a crecer en la proyección del voto superando la labor que durante meses realizó su contrincante Memo Romero.
La actual marginalidad cuantitativa de las otroras tropas priista y panista, aquellas que al borde de la enajenación ocupaban los puntos neurálgicos del tránsito de personas, es síntoma de militancias menguadas o bien de correligionarios que saben del nuevo paradigma donde quien toma la calle no necesariamente conquista el sufragio. En estos tiempos nadie da un voto sustentado en el éxtasis del pendón blandido o por las contorsiones de cofradías adeptas.
Atiborrar los cruceros de gente,
Nada contribuye en la elección;
Pues lo que decidirá la votación,
Es qué adiós le da al Presidente.
Lo dicho: la conversión de Jesús Estrada Ferreiro de morenista a petista causó los primeros estragos en el Partido del Trabajo, siglas en permanente actus mortis. La destitución en pleno proceso electoral de Leobardo Alcántara Martínez de la dirigencia estatal, designando en su lugar a un comisionado emergente, es apenas la consecuencia inicial de la antítesis del Rey Midas de la política, que es el abogado de Culiacancito que todo lo que toca lo pudre.
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