Morena contra Morena

Ya se sabe que un proyecto de transformación no se hace en un sexenio, sino en una generación, y la elección de 2024, con la sucesión de López Obrador, representa apenas el inicio de la consolidación del proyecto denominado 4T, pero si no se erradican y se dejan afianzar las malas y peores prácticas, como Gobierno y como partido, será el inicio del fracaso.

Ante la corrupta, inepta y ruin oposición, con liderazgos inocuos y cuya única oferta a los mexicanos es volver a los privilegios del viejo régimen, la única posibilidad de derrota política, electoral y ética de Morena se incuba desde dentro del partido que creó y lidera el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

No se advierte que esté en riesgo el triunfo de Morena y sus aliados en la Presidencia de la República en 2024 con cualquiera que sea la candidata o el candidato –la batalla sustantiva será por el Congreso y sobre todo la Cámara de Diputados–, pero sí se avizoran síntomas de una enfermedad que puede matar al proyecto de Cuarta Transformación.

Como partido político, no hay proceso interno nacional, estatal y municipal de Morena en que no se desborden los límites naturales de deliberación y combate de toda contienda, sobre todo desde que ganó la Presidencia de la República y la mayoría en el Congreso, en 2018: Ocurrió en la elección de Mario Delgado en 2020, en cuya decisión intervino el INE precisamente por el encono, y en el proceso de 2021.

Aunque en ambos procesos se atemperaron los ánimos, el duro conflicto dejó rencores y ahora, en la elección para designar dirigencias y los delegados al Congreso Nacional, está en marcha el ajuste de cuentas con el elemento adicional de que, a dos años de la elección presidencial, se han enconado las facciones de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López.

Justamente porque Morena es un hervidero de grupos es que se definió entre julio y septiembre el proceso interno que concluirá con el Congreso Nacional, de manera que afecte lo menos posible el proceso presidencial interno y, sobre todo, que por fin haya estabilidad en las estructuras estatales y municipales, que han sido un desgarriate desde antes del 2018.

Pero si Morena padece una extrema debilidad estructural, también adolece de un programa de formación y educación política, no sólo para lo electoral –que ha sido su prioridad–, sino para generar cuadros calificados que sean eficaces en el servicio público, desde la comunicación social –que no es sólo la relación con los medios– hasta expertos en recursos hídricos y forestales.

Como Gobierno federal, estatales y municipales, así como en el Legislativo, Morena tiene en López Obrador a su principal referente como liderazgo y como modelo de cambio, claramente contrapuesto al del PRIAN, pero en ellos anidan también, como en Morena, vicios asociados a la incompetencia, el cuatachismo y la corrupción, incluyendo el uso de los recursos públicos con fines políticos y electorales en procesos internos y constitucionales.

Desmontar el viejo régimen de corrupción, impunidad y privilegios y edificar uno nuevo desprovisto de esas enfermedades nacionales fue un compromiso fundamental del Presiente López Obrador, que se sabía no sería fácil ni rápido, sobre todo con la variable imprevista de la pandemia.

Pero también es verdad que muchos cuadros del lopezobradorismo y de Morena no han estado a la altura del desafío, acomodados a la estabilidad de la alta burocracia y a la lógica clientelar, facciosa y zalamera que se ha instalado en porciones del gobierno federal y de los 20 estados donde ya es y dentro de poco será gobierno.

Ya se sabe que un proyecto de transformación no se hace en un sexenio, sino en una generación, y la elección de 2024, con la sucesión de López Obrador, representa apenas el inicio de la consolidación del proyecto denominado 4T, pero si no se erradican y se dejan afianzar las malas y peores prácticas, como Gobierno y como partido, será el inicio del fracaso.

Morena arrastra los vicios que mataron al PRD, los de la izquierda histórica y los del priismo: sectarismo, caudillismo, imposiciones, trampas, fraude y corrupción. Y esto se intensificó con la victoria de López Obrador en 2018, cuya vigorosa ola arrastró literalmente una gran cantidad de basura política.

Parte de esa basura oportunista a salido a flote y parte se han marchado ya de Morena y del proyecto de López Obrador, como Lilly Téllez, Gabriela Cuevas, Germán Martínez, entre los más conocidos, pero hay tantos que siguen, agazapados o abiertamente, escalando, haciendo negocios, chantajeando y hasta vinculándose a conductas criminales.

En las semanas y meses que siguen, en medio de otra cruenta disputa de Morena contra Morena, los dirigentes de toda jerarquía no deben olvidar que, así como pone, el pueblo quita. Que recuerden lo que sucedió, hace un año, en la mitad de la Ciudad de México y los municipios del vecino Estado de México: La población le dio la espalda a ineptos, corruptos y oportunistas...