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Por Ernesto Hernández Norzagaray*
Este no será un año fácil para México, tomando en cuenta la compleja situación internacional y la dinámica política para que el partido del Presidente Andrés Manuel López Obrador alcance un consenso a fin de elegir al candidato a sucederlo. El mundo está inquieto con la ola de malas noticias que van desde la guerra en Ucrania hasta el aumento inflacionario global; desde la crisis energética hasta la descomposición de los sistemas de seguridad mundial; desde la confrontación comercial entre el mundo occidental y China hasta las presiones en la cadena de suministros; desde el deterioro de la democracia hasta el surgimiento del populismo; y desde la protesta social hasta el debilitamiento de los sistemas electorales. Vamos, y un invierno duro y mortal.
En este marco, y por si fuera poco, los líderes políticos, que se deben sentar a conversar y acordar estrategias de estabilización, deben enfrentar las dinámicas internas en una sociedad llamada a votar en las “elecciones concurrentes más grandes y complejas” de la historia nacional que se celebrarán en el verano de 2024. Estos serán sus principales desafíos.
La pandemia. Aunque los efectos de la sexta ola no se han convertido en un problema grave de salud pública y la reedición de ciertas medidas de control social, como el confinamiento o la sana distancia no se han planteado, la pandemia de la Covid-19 está presente como una amenaza mundial por el comportamiento del virus entre la población china. Es cuestión de tiempo para saber cuál será su impacto en México. Mientras eso sucede, las estadísticas nacionales muestran un alza de contagios en las últimas semanas y, tal como ocurrió en años pasados, las fiestas de fin de año han fomentando la multiplicación de casos.
La inflación. El proceso inflacionario se encuentra en marcha en el mundo y en México rondó el 8 por ciento en 2022. Sin embargo, eso no es lo que reflejan los precios del mercado al menudeo, incluso de los productos que provienen del campo o de los mares mexicanos. A pesar de esto, el Presidente López Obrador ha pretendido exorcizar el incremento, señalando “que no habrá cuesta de enero”, como si el comportamiento de la economía local se decidiera en el Palacio Nacional y no fuera parte de la dinámica internacional.
La violencia del crimen organizado. Aún cuando la seguridad pública se halla en manos de militares, las cifras siguen siendo muy altas. En el periodo de entre 2018 y septiembre de 2022 hubo 112 mil 250 homicidios, nos dicen, y en esta ecuación, los fallecidos en 2022 representan una reducción del 10.3 por ciento respecto de 2021. Pero hay un dato alarmante: el número de personas desaparecidas y no localizadas en este periodo supera los 30 mil. Sólo en 2022 se calcula que fueron casi 11 mil y, si lo cruzamos con el bajo número de personas localizadas, podríamos colegir que la mayoría de ellos están enterrados en fosas clandestinas.
La crisis energética. El aumento de los precios de los combustibles es, sin duda, un elemento inflacionario de primer orden. El problema es que los precios de los combustibles son internacionales, salvo cuando se les subsidia, lo que significa una reasignación del gasto público. O sea, algún sector económico o social pierde con el paso de dinero de una canasta a otra. Esta variable estará presente en 2023, tomando en cuenta las elecciones presidenciales de 2024 que vienen, por razones políticas, acompañadas de una relativa normalización de la economía. No obstante, el presupuesto de la federación comprende, para 2023, un aumento en el precio de las gasolinas y sus derivados.
La selección del candidato presidencial oficialista. La sucesión presidencial con su parafernalia de campañas anticipadas estará presente a lo largo de este año. 2022 cerró con una fuerte campaña de desprestigio contra el Instituto Nacional Electoral, una serie de reformas anticonstitucionales para restarle competencias, estructura y presupuesto, y con los aspirantes oficialistas saltándose las reglas del juego. La construcción democrática de cuatro décadas está en entredicho.
Las elecciones locales de 2022 en el Estado de México y Coahuila serán un laboratorio de lo que habrá de suceder en 2024. Existe el antecedente de las elecciones de 2021 cuando el crimen organizado intervino apoyando y quitando candidatos en varios estados. Esto repercutió en la representación política favorable al partido Morena en 22 de los 32 estados de la federación, mientras la oposición dividida no termina de presentarse como alternativa confiable de Gobierno.
Los proyectos insignia del Gobierno obradorista. El llamado Gobierno de la Cuarta Transformación tiene tres grandes proyectos que han sido motivo de controversias constitucionales y mediáticas por el impacto económico y ambiental: el Aeropuerto Santa Lucía de la Ciudad de México, la refinería Dos Bocas en Tabasco y el Tren Maya en la región sureste.
Después de haberse interrumpido la construcción del aeropuerto que estaba en proceso en Texcoco, lo cual representó y representa pérdidas multimillonarias para las finanzas públicas, fue inaugurado el verano pasado el aeropuerto que fue impulsado por el Presidente. Esta obra, sin embargo, está prácticamente en desuso y el mandatario López Obrador buscó, a última hora, proyectarla con el aterrizaje de los aviones que trajeron a Joe Biden y a Justin Tradeau a la Cumbre de América del Norte.
Del mismo modo se encuentra la refinería que va contra la lógica del futuro del mercado mundial de energía que apuesta por energías limpias. Si bien fue inaugurada, hasta finales de 2022 no había producido un litro de gasolina, aunque, antes de cerrar el año el Presidente anunció que en 2023 estaría produciendo 170 mil barriles diarios y que, de esa forma, el país avanzaría en la llamada soberanía energética.
A su vez, están las obras de construcción de las vías férreas en la selva del sureste mexicano, que han sido motivo de cuestionamiento de grupos ecologistas por los daños que causan al hábitat de especies diversas. De hecho, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se ha pronunciado en contra de la obra y amenaza con combatirla.
Finalmente, la polarización política hace más difícil la construcción de acuerdos para mantener políticas públicas a largo plazo, lo que significa un ingrediente de inestabilidad permanente en un escenario complicado para la gobernabilidad.
*Ernesto Hernández Norzagaray es Profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México.