‘Los estamos esperando en casa’
Implorar al Gobierno o al crimen

OBSERVATORIO
16/01/2025 04:02
    No son números. Son desgracias cercanas, toquidos de la adversidad en las puertas de todas las casas. Es el prójimo que desde el cautiverio confía en que las autoridades puedan libertarlo en acato a las normas jurídicas que ordenan el resguardo en todos los términos de los ciudadanos. Es el aviso de inminentes consecuencias a pagar si preferimos cerrar los ojos y apretar el cuerpo en la resiliente espera de que el golpe nos llegue.

    Estremece a Sinaloa la súplica que las familias de personas desaparecidas dirigen a las autoridades e instituciones, extensiva a la delincuencia organizada, para que les regresen a los seres entrañables extraídos de los hogares mediante la violencia, ruego que notifica de la frágil seguridad de todos, indistintamente. Esa solicitud desesperada, que pende de la voluntad o indiferencia que aporte el Gobierno o la compasión o crueldad que ofrezca el crimen, jamás debiera ser en sociedades pacíficas que de pronto se tornan prisioneras de guerras entre narcos.

    No obstante, las víctimas que sin deberla ni temerla caen en manos de la delincuencia bien valen la imploración de decenas de padres, hermanos e hijos como carta sin remitentes con destinatarios múltiples. Detrás de la petición de eficiencia en seguridad pública, e inclusive la que busca conmover a los facinerosos, no hay rostros ni nombres porque el miedo y la indefensión generalizados presentan al conjunto ciudadano como implorantes.

    Tenemos que estructurar el alarido solidario para que lo escuche quien sea que pueda reponernos a los tantos que nos faltan. Que ninguna voz guarde silencio hasta que estén de regreso sanos y salvos, a lo mejor porque el operativo militar-policial los rescató o algún resquicio de sensibilidad en los capos operó para liberarlos. Dejemos de lado los pruritos si encontramos la manera de concretar los reencuentros.

    Sin tener el dato exacto sobre el total de víctimas y sí el registro de 856 personas desaparecidas desde el 9 de septiembre de 2024 hasta el 14 de enero de enero de 2025 según la Fiscalía General del Estado, de cada caso deriva la dolorosa vivencia de fluctuar entre la esperanza de verlos retornar o ser parte de búsquedas y esperas interminables. Es posible que si la sociedad participa junto a las familias que los quieren de regreso ocurra un desenlace afortunado.

    ¿Cuál es la cifra negra en desapariciones forzadas durante la narcoguerra? ¿Cuántas familias buscan a los suyos sin presentar las denuncias ante las instancias de procuración de justicia? ¿Qué tantos hombres y mujeres fueron llevados en contra de su voluntad a reforzar los ejércitos de la delincuencia y han notificado de ello a sus parientes? De las respuestas resulta el cálculo de la dimensión de esta crisis humanitaria.

    Los familiares de afectados por privaciones ilegales de la libertad inundan con sus lágrimas el territorio sinaloense de centro a sur. Marchan, se plantan en fiscalías y oficinas gubernamentales, buscan con medios propios, acuden a la solidaridad social, y oran durante días y noches como el último reducto de los huérfanos de Ley. El tamaño del sufrimiento es al nivel de la frustración cuando las instituciones de seguridad, protección y ministeriales se declaran o actúan incompetentes.

    En medio de tal impotencia se acude a la Presidenta Claudia Sheinbaum y al Gobernador Rubén Rocha para “que nos escuchen y nos apoyen a traer a regreso a casa mi papá. Que se muevan, por favor, porque estamos vueltos locos en mi casa, son cinco días, casi seis días de agonía y él no se merece lo que está pasando”, pide Samantha en Mazatlán por no saber del paradero de su padre, Sergio Roberto Guzmán Gárate, desde el 9 de enero.

    Es una hija de tantas que aman a sus padres que de pronto sus integridades físicas y patrimoniales son comprometidas por delincuentes, a quienes también hay que apelar antes de caer en la desesperanza. “Ojalá Dios les llene de amor a las personas que tienen a mi papá, ojalá lo conozcan, platiquen con él para que puedan llegar a un acuerdo, yo qué sé, pero si mi papá llega a ver esto quiero decirle que lo amo, y que lo estamos esperando en casa”, agrega apostándole la sonoridad de las redes sociales como tejedoras de solidaridad.

    No son números. Son desgracias cercanas, toquidos de la adversidad en las puertas de todas las casas. Es el prójimo que desde el cautiverio confía en que las autoridades puedan libertarlo en acato a las normas jurídicas que ordenan el resguardo en todos los términos de los ciudadanos. Es el aviso de inminentes consecuencias a pagar si preferimos cerrar los ojos y apretar el cuerpo en la resiliente espera de que el golpe nos llegue. En síntesis, cada desaparición forzada nos proporciona el espejo que nos dice cómo nos veremos si optamos por la indiferencia.

    Reverso

    Ha de volver tu padre, Samantha,

    Porque tu corazón lo rescata,

    Y no hay alma de hojalata,

    Cuando tu ruego te agiganta.

    De Suiza, para Sinaloa

    En el Congreso Mundial sobre Desapariciones Forzada que inició ayer en Ginebra, Suizas, al que asiste María Isabel Cruz Bernal en representación del colectivo de búsqueda Sabuesos Guerreras, de Culiacán, adquiere interés el caso Sinaloa por las privaciones ilegales de la libertad que cobra víctimas desde hace años pero éstas han aumentado en el contexto de la narcoguerra. Se está valorando la posibilidad de que la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas envíe a estados de México afectados por esta crisis de derecho humanos, entre ellos Sinaloa, expertos en búsquedas con tecnología y peritos que se utilizan en países en guerra para rastrear a víctimas de este delito.