Lenguaje juvenil

ÉTHOS
21/12/2024 04:01
    La diversidad del lenguaje de los jóvenes no radica solamente en los vocablos empleados, totalmente diversos de los acostumbrados por el mundo de sus padres, sino también en la pobreza de las palabras que utilizan en sus charlas o conversaciones.

    El lenguaje que utilizan los jóvenes ha sido siempre muy diferente del usado por los adultos. La diversidad no radica solamente en los vocablos empleados, totalmente diversos de los acostumbrados por el mundo de sus padres, sino también en la pobreza de las palabras que utilizan en sus charlas o conversaciones.

    Es cierto que los jóvenes se comunican de manera más informal y con expresiones o jergas que son propias de su edad; incluso, es normal que recurran a muchos neologismos, o modismos, particulares y característicos de su edad, colonia, región o país.

    Empero, son muchas las personas que se quejan de la incorrección y pobreza del lenguaje juvenil. Las causas se achacan al uso de las nuevas tecnologías que atiborran con exceso de información, pero con mucha desinformación en mensajes cortos y abreviados. Asimismo, se aducen las deficiencias del nuevo sistema educativo, que permite la abundancia de excesivas faltas de ortografía y pobreza léxica.

    En las redes circula un revelador texto que persigue el fomento de la lectura, en el que se dice: “El idioma español tiene cerca de 300 mil palabras. En el libro Don Quijote, Cervantes usó 22 mil 939 palabras diferentes. En una conversación entre dos profesionales se usan más de 3 mil 200 palabras. Una canción de reggaetón tiene en promedio 30 palabras. La mayoría de los jóvenes, no todos afortunadamente, de la actual generación se comunican con 300 palabras, de éstas 78 son groserías y con 37 emoticones. Ahora ya se pueden imaginar el nivel de comprensión de lectura y pensamiento crítico que poseen. ¡Fomenta la Lectura!”.

    Sin embargo, el poeta español, escritor, editor, crítico literario y licenciado en Derecho, Aitor Arjol Bermejo, expresó: “Estos datos hacen hincapié en los jóvenes, pero los adultos tampoco escapamos de esta triste realidad”.

    ¿Es rico mi lenguaje?