Acapulco y Mazatlán, entre los años 50 y 70 del siglo anterior, fueron los dos destinos turísticos de playa más importantes de México. Sin embargo, el puerto guerrerense tuvo un crecimiento mucho mayor, entre otras razones porque tenía muy cerca al Valle de México, el surtidero turístico más grande del País, y también porque era una de las dos playas favoritas- la otra era Hawái- de la gente de medianos y altos ingresos de Estados Unidos.
Pero ese éxito lo llevó a una saturación temprana porque, a partir de los inicios de los 80, junto con otros factores en contra, como el hecho de pertenecer a uno de los estados más pobres del territorio nacional, inició la que podemos llamar “la condominiciación” de su oferta de cuartos y, con ello, anuló toda posible planeación urbana en su zona costera. Se destruyeron espacios naturales que ayudaban al equilibrio ambiental de la ciudad, los servicios urbanos se saturaron o fueron insuficientes, el crecimiento demográfico fue explosivo, aumentó la desigualdad social, y la delincuencia empezó a crecer desmedidamente con el arribo de los cárteles del narcotráfico.
Lo que Mazatlán empezó a experimentar con la apertura de la autopista Durango-Mazatlán en 2013 y el auge constructor de condominios y cotos, Acapulco lo empezó a ver 30 años antes.
Quizá ya sea demasiado tarde en Mazatlán para evitar desastres mayúsculos si nos golpease un huracán aún menor que Otis, pero lo cierto es que, si se siguen construyendo hoteles, condominios y fraccionamientos en la costa de Mazatlán prácticamente sin regulación alguna, un cataclismo será inevitable. Los ambientalistas y científicos locales, como Sandra Guido y Ramón Peraza, lo han dicho una y otra vez, incluso en estas páginas: Mazatlán, y de hecho todo el litoral sinaloense, se encuentra en una situación precaria, prácticamente indefensa ante los embates de meteoros descomunales como Otis.
Esta semana, el Senador Ricardo Monreal, en las páginas del diario Milenio apuntó varias propuestas de políticas públicas que podrían contribuir al menos para mitigar futuros embates de los cíclopes marinos en Acapulco (y, por supuesto, en Mazatlán):
Reordenar el uso del suelo en la bahía y en el litoral; -Proteger en forma efectiva los manglares, las salidas al mar de los ríos, así como sanear las lagunas; -Federalizar la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio; -Actualizar la norma oficial de construcción de inmuebles en zona de playa, retomando la arquitectura y la ingeniería resistente a huracanes niveles 4 y 5 (EU, Indonesia, Japón y China son referentes), y -Modernizar el sistema de alertamiento temprano de huracanes, utilizando desde los medios de comunicación masiva hasta la tecnologías de la información y de la comunicación. Pero, ante todo, demanda detener el urbanismo depredador de playas y bahías, modelo de construcciones antirresilientes y cuya bandera es la corrupción. Todo esto, de la mano de la participación ciudadana directa, que es la mejor vigilante y garante de que la regeneración del puerto se haga con sentido social, democrático y humanista. De otra forma, después del desastre natural vendrá el ciclón de la degradación y la descomposición social. Acapulco no merece una extinción tan triste.
Si los próximos gobernantes de los municipios costeros y la próxima legislatura del estado de Sinaloa no definen nuevas y firmes normas urbanas y ambientales, serán profundamente irresponsables como ya lo han sido anteriores gobiernos y legislaturas del estado. No aprender de Acapulco sería criminal.
Según Roy Campos, de Consulta Mitofsky, la histórica crisis guerrerense ya impactó negativamente en la aceptación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el estado sureño: disminuyó a fines de octubre 15 por ciento en relación al mes previo, y en el resto del País 2 por ciento.
Si lo anterior es cierto, querrá decir que, en el bravío estado del suroeste mexicano, una de las reservas electorales más grandes de Morena, “Otis” y el manejo de sus consecuencias están afectando severamente a la 4T. Sin embargo, el tema de Acapulco va a seguir en la agenda nacional por varias semanas o quizá meses y en la guerra de propaganda y comunicación política los opositores parecen llevar ventaja. De buena o mala fe, medios de comunicación convencionales y las redes han puesto en desventaja al gobierno de López Obrador, así que habrá que seguir midiendo sus efectos en el rechazo o aceptación al gobierno del tabasqueño porque, en lo fundamental, hasta ahora, los resultados electorales de la 4T dependen de él. Esto querrá decir, al menos como una probabilidad, que Morena tendrá que cuidar muy bien, no tan sólo la unidad partidaria como al parecer está buscando con la nominación de candidaturas únicas tal y como vemos en Sinaloa, sino seleccionando muy bien, a nivel estatal y municipal, a los candidatos que le agreguen votos a Morena y no tan solo AMLO a ellos.
Los liderazgos de Morena se pueden equivocar gravemente si selecciona a candidatas o candidatos sin capital electoral. Hechos inesperados como “Otis” pueden mover el tablero político si la comunicación política no se maneja correctamente. Así pues, nada está escrito. Cualquier error de apreciación o cálculo puede llevar al precipicio.
Invito a los lectores de Culiacán a la presentación del libro “La vida cotidiana de Fran. Relato de padres y hermana de una persona autista”, que escribimos mi hija Alessandra y yo. La cita es en el Centro Sinaloa de las Artes-Centenario (Buelna y Andrade) a las 6 de la tarde del próximo 9 de noviembre.
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