El huracán Otis que azotó al puerto de Acapulco ha dejado algunas lecciones que deberíamos aprender.
Por ejemplo, dejó en claro que el desarrollo inmobiliario sin control puede provocar inundaciones en donde no las había y que la mala calidad de los materiales con los que se construye puede poner en peligro la vida de los habitantes de esos desarrollos.
Nuestro puerto se ha salvado de que nos pegue un huracán y, dejando de lado creencias y supersticiones, nadie puede negar que siempre estaremos expuestos a un desastre natural de ese tipo.
Por eso la importancia de que la Dirección de Planeación y Desarrollo Urbano Sustentable del Ayuntamiento de Mazatlán (DPDUS), haga su trabajo y vigile que en todas las construcciones que brotan por toda la ciudad, se respeten las normas legales que buscan ordenar el correcto desarrollo urbano.
Es un hecho notorio que la gran mayoría de los desarrollos inmobiliarios que actualmente se construyen en la ciudad, no respetan las normas legales que los regular y también es un hecho notorio que la DPDUS suelta licencias y permisos de construcción ilegales a diestra y siniestra y que, según dicen, eso se ha transformado en una fuente de corrupción al exigir fuertes cantidades de dinero y hasta departamentos y locales comerciales a cambio de esos permisos y licencias.
Ojalá que nunca nos llegue a pegar un huracán como Otis y ojalá y que nunca tengamos que pasar por desgracias como las que actualmente pasan los habitantes de Acapulco, pero, si esto llegara a suceder, hay que fincar responsabilidades civiles, administrativas y penales a los culpables.
La baja calidad y los vicios ocultos de los desarrollos inmobiliarios que se están construyendo en la ciudad, quedarán evidenciados ante un desastre natural de estas dimensiones y eso dará derecho a los afectados para reclamar al desarrollador que repare esos vicios ocultos y pague los daños y perjuicios que se ocasionen.
Y si hay inundaciones donde no las había y si se descubre que algunos desarrollos se llevaron a cabo violando las normas legales que los regulan sin que la DPDUS hubiera cumplido su deber de vigilancia, eso dará pie a que a los servidores públicos que entregaron las licencias y permisos de construcción, se les finquen responsabilidades administrativas y penales.
Antes de que pase una desgracia como la del huracán Otis, hay que aprender la lección y hay que exigir a la DPDUS que cumpla los deberes que le imponen las leyes correspondientes, vigilando que los desarrollos inmobiliarios se construyan dentro de los parámetros legales correspondientes y, sobre todo, que sean seguros y sean capaces de soportar huracanes de cualquier categoría.
También hay que exigir a Protección Civil que cumpla con sus funciones y no ande entregando certificados de habitabilidad como si fueran palomitas de maíz, vigilando que, por ejemplo, los cristales que se instalen en los desarrollos inmobiliarios puedan soportar huracanes de cualquier categoría ya que, es un hecho notorio que se instalan cristales que no soportan ni una tormenta tropical.
Es una desgracia lo que pasó en Acapulco con el huracán Otis, pero será una desgracia mayor que nosotros no aprendamos la lección.