La novela negra sinaloense

    En Sinaloa, una de las variantes de este magno suceso, que ha interesado tanto como la aprehensión de ‘El Mayo’, es el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda y cuál fue su papel en este complejo y confuso caso. Al igual que en la anterior pista, las versiones e interpretaciones son múltiples.

    Si no fuera porque tiene una trascendencia de dimensiones históricas podríamos decir que el caso donde involucran a Ismael “El Mayo” Zambada García, Joaquín Guzmán López, Héctor Melesio Cuén Ojeda y Rubén Rocha Moya supera cualquier novela negra que se haya escrito no sólo en México sino en cualquier lugar del mundo.

    Una buena novela negra, ponga usted de Élmer Mendoza, Leonardo Padura, Andrea Camilleri o Henning Mankel, para mencionar únicamente cuatro autores, mantiene en permanente tensión y duda al lector porque desarrolla numerosos escenarios y pistas donde uno se plantea conjeturas e hipótesis sobre quién o quiénes podrían ser los responsables del crimen de la historia que se cuenta.

    Bueno, pues el caso del que hablamos supera cualquier trama de este género literario. Son tantas las conjeturas e hipótesis, tantas las versiones contradictorias, tantas las pistas que, a diferencia de una novela donde casi siempre se descubre quién fue el autor del crimen, en el suceso sinaloense que ha sacudido a todo México y otras partes del mundo no son pocos los expertos en el crimen organizado mexicano que apuestan a que nunca va a ser explicado y resuelto con claridad.

    Si usted tiene tiempo de revisar a través de Google o Youtube los comentarios y análisis de periodistas, académicos y otros expertos en el tema del crimen organizado mexicano se confundirá más cuando trate de entender el caso del que hablamos, porque sus interpretaciones e información son marcadamente contrastantes y contradictorias.

    Pongo dos casos: Jesús Esquivel, corresponsal de la revista Proceso en Estados Unidos y autor de varios libros sobre el narco en México y el país del norte, y Anabel Hernández, periodista y autora de abundantes best sellers sobre el mismo tema.

    Ambos con plena seguridad y contundencia, apoyándose, a confesión de ellos mismos, en fuentes del más alto nivel de la DEA, el FBI y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, han dicho que “El Mayo” negoció su entrega al Gobierno de Estados Unidos, como sostiene Jesús Esquivel, o que el mismo capo fue traicionado por los hijos de “El Chapo” Guzmán, como afirma Anabel Hernández. En Sinaloa, Ismael Bojórquez, director de Ríodoce, piensa lo mismo que Esquivel, aunque él no se apoya en las fuentes del corresponsal de Proceso. Adrián López Ortiz, director general de Noroeste, duda que en un capo tan experimentado como “El Mayo” haya sido engañado y traicionado por los hijos de Joaquín Guzmán. Y así como ellos, usted podrá contar decenas de comentaristas que se alinean en una u otra interpretación.

    Ese es un solo plano del caso, el más importante para la opinión nacional e internacional, pero hay varios más en los que las dudas e interpretaciones son marcadamente contrastantes.

    En Sinaloa, una de las variantes de este magno suceso, que ha interesado tanto como la aprehensión de “El Mayo”, es el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda y cuál fue su papel en este complejo y confuso caso. Al igual que en la anterior pista, las versiones e interpretaciones son múltiples.

    Antes de que se conociera la carta de Ismael Zambada, muchos se preguntaban si la muerte del ex Rector tenía que ver con la detención del capo en Texas, pero los seguidores de Cuén en las redes de inmediato empezaron a propagar que el autor intelectual del crimen no podía ser otro que el Gobernador Rubén Rocha Moya por el conflicto en la UAS. Incluso el mismo finado había dicho en un programa de radio que, si algo le sucedía, él responsabilizaba al también ex Rector de la universidad.

    Cuando se conoce la misiva de “El Mayo”, donde dice que en los Huertos del Pedregal vio y saludó a Cuén Ojeda, quien era su amigo por muchos años, y que éste fue asesinado en el mismo lugar y por la mañana, aparece un testimonio inesperado que confirmaría lo que se decía desde años atrás: que el líder del PAS recibía apoyos de los jefes del crimen organizado. Es más, políticos, periodistas, empresarios y universitarios que conocían bien a Cuén decían que éste gustaba presumir de esas relaciones. No obstante, esa confesión del legendario capo, al también decir “El Mayo” que Rubén Rocha Moya había sido invitado a la famosa reunión del 26 de julio, la atención nacional e internacional se centró en él por la relevancia del cargo y por ser integrante de Morena. Sin embargo, Rocha Moya niega rotundamente que él haya sido invitado a esa reunión, que haya asistido -porque estaba de vacaciones en Los Ángeles- y que no tendría por qué haberse presentado a una cita convocada por los capos.

    La versión de “El Mayo” de que él no negoció su entrega a las autoridades de Estados Unidos y que lo traicionaron los hijos de “El Chapo”, de inmediato provocó esta versión de la muerte de Cuén: lo ejecutó la gente de “El Mayo” que logró escapar, si es que el atentado fue por la noche en la gasolinera, porque concluyeron que Cuén traicionó a su jefe o fue utilizado para traicionarlo. Pero si es cierta la versión de que Zambada negoció su entrega pactada con los Guzmán, ¿por qué habrían de asesinar a Cuén en el mismo lugar, y para qué habrían invitado al gobernador a esa reunión? ¿Qué necesidad había? ¿Fue solamente la estratagema de los dos grupos para ocultar un pacto?

    En este extraordinariamente confuso caso, ¿Cuén murió en la mañana en Huertos del Pedregal o fue ejecutado en la noche y en la gasolinera? ¿Murió de cuatro balazos o de uno?, porque en el video se muestra que sólo podría haber sido uno, ¿o hay pistolas que disparan de ráfaga con un solo click y hacia diferentes partes? ¿Por qué cremaron el cuerpo antes de una autopsia? ¿Por qué armaron en la Fiscalía estatal un expediente grotescamente mal hecho, ya desmentido por la FGR?

    Y así como estas interpretaciones y preguntas hay muchas más, como en una novela negra. Pero en la sinaloense, la sospecha de Edgardo Buscaglia y otros especialistas en el crimen organizado mexicano es que nunca se sabrá lo que realmente pasó.

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