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La militarización de la seguridad pública y de partes importantes de la administración gubernamental no es tan solo la derrota de Morena y Andrés Manuel López Obrador sino del Estado en su conjunto. Derrota que incluye a los anteriores gobiernos y a los partidos políticos que los encabezaron. Es decir, la derrota es de la sociedad política: Estado y partidos políticos.
Por más que se quiera justificar la participación de los militares en tareas policiales y civiles en un gobierno democráticamente electo lo que se contempla es una anomia: la racionalidad militar que se impone a la racionalidad civil.
López Obrador piensa que mientras él y/o Morena presidan el gobierno, y el jefe de Estado sea él o su relevo bajo su tutela, las Fuerzas Armadas estarán subordinadas al poder civil y no habrá excesos militares. En efecto, no puede negarse que las Fuerzas Armadas bajo el mando del Presidente López Obrador no han sido utilizadas para reprimir a movimientos sociales y que poco se han utilizado- este es su gran pecado- para combatir a la delincuencia, pero nada garantiza que el Ejército y la Marina, cada vez con mayor poder y presencia en la sociedad mexicana e incluso con aceptación de las mayorías ciudadanas -lo que es sumamente grave-, sobre todo cuando aumentan los problemas sociales, económicos y políticos en el País, guarden siempre obediencia a los civiles democráticamente electos. Lo que nos enseña la historia, sobre todo la latinoamericana, es que siempre habrá jefes o corrientes militares que tengan la tentación de desbancar a los civiles, ya sea porque piensen que éstos ya no pueden con la sociedad que tienen enfrente o, simplemente, porque tienen ambiciones personales de poder o, también, porque su formación doctrinaria les dicta que el orden, así sea dictatorial, es lo más conveniente para una sociedad en crisis.
Repetiremos lo obvio: las Fuerzas Armadas están educadas para la guerra, para reprimir. Sus integrantes obedecen a los jefes militares y no a los civiles, con una excepción constitucional: el Jefe Máximo es el Presidente de la República, siempre y cuando -lo demuestra la historia aquí y en China- sus integrantes estén convencidos de que no está comprometida la paz social o el tipo de sociedad en la que creen los jefes militares.
A estas alturas ya no sabemos si, fuera de Andrés Manuel López Obrador, los jefes de las fuerzas Armadas obedezcan al poder civil o éste haya sido condicionado por aquellos. Por momentos pareciera, y es lo que nos quiere dar a entender la más reciente portada de la revista Proceso, que los miembros del gabinete de seguridad de AMLO le rinden cuentas al General Luis Crescencio Sandoval González en políticas de seguridad pública. Este es precisamente el problema: que se vaya generando una dinámica en la que los civiles del Gobierno le tengan que dar explicaciones y rendir cuentas a los militares.
Mientras estos se sepan autocontener y estén convencidos de los riesgos de que los militares tomen cada vez más decisiones no habría mayores problemas, pero cuando eso no sea así, entonces la racionalidad militar se impondrá plenamente sobre la civil.
Habrá que decir que tanto López Obrador, por su formación ideológica en el PRI, como todos los integrantes de este partido y el mismo PAN no ven a los integrantes de las Fuerzas Armadas Mexicanas como la institución que defiende a un Estado burgués, como lo establece el pensamiento marxista clásico y todas sus ramas político-ideológicas, leninismo, trotskismo, maoísmo, castro-guevarismo, la corriente gramsciana o cualquier otra versión revolucionaria anticapitalista, sino como garante de la paz de un Estado democrático liberal que sirve por igual al conjunto de la sociedad.
Algunos de sus opositores, por cierto, no pocos, piensan que López Obrador tiene en mente un Estado a la manera del marxismo, y eso les hace decir que encamina a México a una dictadura comunista, lo cual es simplemente risible porque ni el tabasqueño es marxista, ni las izquierdas de Morena creen ya en esa tesis y los pocos que la crean no tienen peso alguno en la 4T. Y eso piensan los críticos del inquilino de Palacio Nacional por su lema de “Primeros los Pobres” y sus políticas de asistencia social- como si esta fuera la tesis marxista de la dictadura del proletariado-, pero los más convencidos de que eso no es así son los hombres de negocios más poderosos de México que son invitados por el Presidente a degustar tamales con atole una vez y otra también.
Así pues, para López Obrador las Fuerzas Armadas no son un instrumento represivo de una Estado capitalista y, por lo contrario, en la tradición priista está convencido que son leales y obedientes al Presidente de la República, y mientras esté él no reprimirán al pueblo.
Y, ahora, tanto por su tradición histórica y formación doctrinaria, aunque también por necesidad de sobrevivencia política, la fracción de Alejandro Moreno, se pliega a la propuesta 4Teísta de que la Guardia Nacional esté bajo control de la Secretaría de la Defensa Nacional, sumándole cuatro años más.
Con esa postura, para no romper la alianza con el PAN y PRD, cada vez más endeble, Alito les propone que se sumen a la iniciativa priista para “crear un frente para la reconciliación de México, con el objetivo de volver a unir a la nación (y) hacer frente a las adversidades y juntos recuperar el tiempo perdido”.
Hasta el jueves a mediodía no había una respuesta de azules y amarillos a este planteamiento del líder del PRI. Igualmente, la fracción de Alito tendrá que convencer a la fracción tricolor en el Senado, así que no la tiene nada fácil.
Por lo pronto, parece que Andrés Manuel López Obrador va ganando la partida de darle más poder a las Fuerzas Armadas. En San Lázaro tiene asegurados los votos con los que suma el PRI. En el Senado está por verse porque lo que está en juego también es quién manda en el tricolor: Alito u Osorio y sus aliados.
Posdata
Ken Salazar, el Embajador de Estados Unidos en México, es un político muy experimentado, aunque no sea diplomático de carrera. Quizá por eso sabe cómo presionar sin hacer muchos aspavientos y dar declaraciones ruidosas. Vino a Sinaloa para decirnos que aun y cuando en el estado se han hecho la mayor parte de los decomisos de fentanilo en el País, se tienen que hacer mayores esfuerzos porque la droga sigue consumiéndose en escalas industriales a lo largo y ancho de la casa del Tío Sam. Si no, ténganlo por seguro, encontrarán los mecanismos comerciales y de cooperación policial para presionarnos a fondo.
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