La mano que controla las elecciones...

    La obsesión de López Obrador por el control del Instituto Electoral no es gratuita. La han tenido todos los presidentes, aunque quizá ninguno con esa pasión. La explicación puede estar en la perversa relación que ha tenido el Mandatario con las autoridades electorales, pues solo ha reconocido los resultados en las elecciones que ganó: la de 2000 en Ciudad de México y la de Presidencia de la República en 2018.

    La mano que mece la cuna gobierna al mundo, dice la máxima de la política estadounidense y cuyo origen es un poema decimonónico de William Ross Wallace (For the hand that rock the cradle/ is the hand that rule the world). Los políticos saben que, cuando se trata de poder, la mano que mece las elecciones mece el resultado.

    La obsesión de López Obrador por el control del Instituto Electoral no es gratuita. La han tenido todos los presidentes, aunque quizá ninguno con esa pasión. La explicación puede estar en la perversa relación que ha tenido el Mandatario con las autoridades electorales, pues solo ha reconocido los resultados en las elecciones que ganó: la de 2000 en Ciudad de México y la de Presidencia de la República en 2018. En las otras tres en las que participó, una por la Gubernatura de Tabasco y dos por la Presidencia de la República, alegó fraude y, con razón o sin ella, desconoció los resultados.

    Si el Presidente quiere una Reforma Electoral tendrá que negociar con la Oposición. No hay remedio: son 14 artículos constitucionales los que quiere modificar y para ello necesita al menos 57 votos de otros partidos. Pero ¿qué pasa si, aún a sabiendas de que no tienen los votos, Morena y sus aliados regresan al todo o nada? Suena ilógico, pero ya vimos cómo cambiaron una reforma eléctrica fundamental por una campaña de traidores a la patria. En este caso podría también operar un Plan B.

    Aunque el ideal de López Obrador es jugar con baraja nueva nombrando a nuevos consejeros con un método de elección que le permita tener mayor control, si Morena se niega a negociar con la Oposición no solo se atora la reforma electoral, también el nombramiento de consejeros del INE con las leyes actuales. Son cuatro los que terminan su periodo (Lorenzo Córdova, Adriana Favela, Ciro Murayama y José Roberto Ruiz). Si el obradorismo opta por el impasse, tendríamos que ir a la elección para Presidente en 2024 con un INE golpeado, disminuido y con solo siete consejeros, tres de ellos cercanos a los partidos de Oposición (Dania Ravel, Beatriz Zavala, y Jaime Rivera), otros tres cercanos a Morena (Norma Irene Cruz, Uuc-Kib Espadas y Martín Faz) y Karla Humprhey, la consejera que se casó con el ex titular de la UIF, Santiago Nieto, y cuya boda provocó la salida del ex hombre fuerte de López Obrador. En ese escenario ella se convierte en el fiel de la balanza.

    Parte esencial del Plan B será también pauperizar al INE, quitarle recursos para complicar su operación, tal como sucedió con la revocación de mandato. La buena noticia es que ya están entrenados para este escenario.

    Parecería no tener mucho sentido plantear una reforma solo para desgastar al INE y a los partidos, pero ya vimos que en este gobierno esas cosas sí suceden.