La hipótesis de la ruptura López-Cuén. Disolución fingida o fin de una alianza
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Mientras Adán Augusto López Hernández volvía a Mazatlán el sábado a continuar con su campaña como precandidato del Movimiento Regeneración Nacional a la Presidencia de México y se negó a hablar de su aliado el Partido Sinaloense, en Los Mochis el líder pasista Héctor Melesio Cuén Ojeda mostraba el músculo político al presumir que con los 764 subcomités en los 20 municipios el PAS es la segunda fuerza que más votos garantiza en Sinaloa. Dos hombres y dos proyectos que iban juntos, hoy distanciados al menos geográficamente.
Pero también, ubicado cada cual en los extremos del territorio estatal, López Hernández definió en la Perla del Pacífico el reforzamiento de la estrategia de combate a la inseguridad en los estados de Baja California, Baja California Sur, Sinaloa, Nayarit y Sonora y, simultáneamente, en la ciudad ex emporio cañero Cuén Ojeda determinó que no es cierto que para lograr la paz se requiera de más soldados, más patrullas ni que se compren más tanques.
López alegó razones de seguridad nacional al no revelar los acuerdos tomados en el encuentro a puerta cerrada en las instalaciones de la Tercera Región Militar, y Cuén expresó en la reunión de trabajo con los presidentes de subcomités y encargados de sección del PAS en los municipios de Ahome, El Fuerte, Choix y Juan José Ríos, que “lo que se necesita es trabajar en la familia, trabajar directamente en la juventud con principios y valores, hacer que tengan trabajos más dignos, la gente quiere que haya comida en sus mesas, que tengan el sustento económico suficiente para salvaguardar a sus familias”.
Es decir, además de la distancia de 397.12 kilómetros que hay en línea recta entre Mazatlán y Los Mochis hubo un trecho que los separa en lo programático sin que haya elementos firmes para sostener la conjetura de la ruptura, aunque sí extraña el hecho de que esta vez no hayan convergido dos personajes habituados a tomarse fotos juntos y difundirlas en las redes sociales como señal de asociación futurista.
Por el solo efecto teflón que marcó en esta ocasión la relación entre López y Cuén, porque no se vieron cara a cara, resulta complicado anticipar escenarios para el ya cercano momento de que Morena defina la candidatura con que competirá en la elección a realizarse en 403 días, pues aparte de la postulación también falta resolver si el que resulte ungido hará alianzas electorales, y con quién. Se recomienda no desestimar el rol que desempeñará el Presidente López Obrador en la decisión del candidato, el diseño de las alianzas y sobre todo la indicación de cómo ganar la partida sin que se le acuse de juego sucio.
Es decir, la eventualidad de la coalición de Morena con el PAS queda abierta y muy sujeta a que el resultado de la consulta morenista opte por Adán Augusto y que al inicio de las campañas se configuren situaciones de complicación para el abanderado guinda, obligando a sumar a partidos locales. En caso de ventajas holgadas, como la que en estos momentos tiene Morena en Sinaloa, las circunstancias cambian.
Por supuesto que López Hernández va a cuidar hasta el último momento que esté viva la probabilidad de que lo acompañe el PAS, hasta que sepa si él será el nominado por Morena, si ya con la candidatura en la bolsa los electores lo aceptan como representante de la Cuarta Transformación que tiene a un guía insustituible, y cuál es la postura que fijen los liderazgos morenistas sinaloenses. He ahí el dilema del ahora Secretario de Gobernación y la encrucijada irrepetible para Cuén Ojeda.
Muchos debieron preguntarse el sábado qué tanto necesita Adán Augusto la operatividad política de Cuén después del buen evento que le organizó en el Centro de Convenciones de Mazatlán su nuevo coordinador en Sinaloa, Ambrocio Chávez, inquietud que se resuelve con la acotación pertinente de que la “corcholata” ocupa más al partido, al PAS, que al coordinador. Excepto que Morena le garantice que arrasará electoralmente en Sinaloa y para nada deba acudir a la ayuda externa, dándose el lujo de rechazarla.
Falta bastante agua por correr en el río de la sucesión presidencial. Agua turbia, imbebible. Por tales razones, además de la leve discrepancia entre López Hernández y Cuén Ojeda en lo referente a cómo combatir la violencia, es complicado determinar si el 22 de abril se concretó o tal vez insinuó en Mazatlán el final del pacto político que con denuedo mediático habían sostenido el tabasqueño y el sinaloense. Es que en medio de la realidad y el fingimiento hibernan a placer las verdades encubiertas.
Se ha demostrado con creces,
Y con abundancia de testigos:
en política no hay amigos,
Y sí aviesos intereses.
Y si se descuida el Partido Revolucionario Institucional es posible que el PAS ya lo haya desplazado como segunda fuerza política en Sinaloa. La larga acefalía de líder, la tortuosa desbandada de priistas que se sienten como el perro del hortelano y la tatuada marca de “Alito” en pleno rostro podrían hacer realidad que las siglas tricolores estén situadas en la parte más baja de la preferencia del voto, muy cerca de la triste circunstancia del PAN y PRD. Podría ser una consecuencia del fuerte activismo pasista y el desapego priista de la máxima histórica que establece que el voto es de quien lo trabaja. La gente que se sienta atendida, vota; la que se cree traicionada, veta.