La disputa de la corona de los desalmados
El Carnaval y el séquito de los negligentes

OBSERVATORIO
    Benítez Torres es de esos políticos que una vez que traicionan ya no detienen la secuencia de las felonías. Ahora va, como si nada, a asestarle a los mazatlecos la inoculación del virus parapetado tras la quimera de un rey consentido en Palacio Nacional que cree que la corona de la arbitrariedad le pertenece a él, sólo a él, así paguen el costo los ciudadanos con la interminable procesión de carrozas fúnebres una vez que acabe el desfile de los carruajes del Carnaval.

    En el matraz del químico Luis Guillermo Benítez Torres se realiza una rara mezcla de simulación, indolencia, tráfico de influencias y fuerza política que le permitirá -llueva, truene o relampaguee- sacar adelante el Carnaval de Mazatlán en las fechas oficiales, del 24 de febrero al 1 de marzo, así ocasione tal emulsión envenenada el agudizamiento de la pandemia de coronavirus. El falso color amarillo que esta semana se definirá para Sinaloa en el semáforo epidemiológico volverá a ser la probeta para medir quién tiene más poder en llevar a la gente al peligro sin pagar consecuencias por ello.

    Se trata de una amalgama espeluznante que enajenará a los lugareños y visitantes con el brillo de lentejuelas y luces de neón, para que enseguida despierten en la realidad tétrica de abuelos, niños y enfermos crónicos devastados por la Covid-19. De templete a templete, de evento a evento, carro alegórico a comparsa, pirotecnia a juegos florales, tiende a consumarse la demencial voluntad de Su Graciosa Majestad “El Químico” que para el pueblo exacerbado bien podría ser como la última voluntad concedida a aquellos que van al paredón.

    Esto ya es un hecho alevoso y lo que falta por definir es qué otro servidor público participará en este experimento donde el Alcalde de Mazatlán mete en un solo tubo de ensayo el virus SARS-CoV-2, a mazatlecos y turistas, la cerveza, oropel e intransigencia, queriendo demostrar que los contagios y los decesos por éstos bien valen una fiesta en la lógica de antes muertos que sensatos. Ya lo hizo una vez, en la megafiesta de bienvenida al año, detonando la cadena de transmisión de la Covid-19 que a estas alturas no termina, y recibiendo por ello el galardón de la impunidad.

    Benítez Torres es de esos políticos que una vez que traicionan ya no detienen la secuencia de las felonías. Ahora va, como si nada, a asestarle a los mazatlecos la inoculación del virus parapetado tras la quimera de un rey consentido en Palacio Nacional que cree que la corona de la arbitrariedad le pertenece a él, sólo a él, así paguen el costo los ciudadanos con la interminable procesión de carrozas fúnebres una vez que acabe el desfile de los carruajes del Carnaval.

    Sin embargo, aquí desvanece la irracionalidad de “El Químico” y resalta la pusilanimidad de los que decidan acompañarlo en esta aventura letal. Lo principal está dispuesto para la gran fiesta en la Perla del Pacífico y lo único que resta es que llegue la fecha donde todo operará, contra viento y marea, para que las circunstancias se acomoden en torno al Edil consentido del Presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyas embajadoras ante la Cuarta Transformación, las diputadas federales Merary Villegas Sánchez y Yadira Santiago Marcos, ni una coma arriesgan en defensa de la salud pública de mazatlecos y visitantes.

    ¿Qué papel jugará el Gobernador Rubén Rocha Moya cuando en esta fase de estabilización de la pandemia se registre en Sinaloa el repunte derivado de un Carnaval que estratégicamente, por cuestiones de seguridad sanitaria, debe ser suspendido o al menos aplazado para evitar que cobren fuerza los contagios y fallecimientos? ¿El amarillo en el indicador endémico, ya acordado con la Secretaría de Salud federal, será el código de alerta para todos aquellos comprometidos, inclusive exponiendo la vida, en mantener a la población sana y viva?

    Igualmente, se le acabó a Luis Guillermo Benítez Torres la excusa del pleito con el Secretario de Salud del Gobierno del Estado, Héctor Melesio Cuén Ojeda, para justificar la rebeldía a los protocolos sanitarios en materia de la pandemia de coronavirus. El fundador del Partido Sinaloense ha expuesto una y otra vez los riesgos de realizar el Carnaval no obstante que el semáforo esté en amarillo o que descienda la curva de incidencia, aunque para quitarle a “El Químico” la excusa del conflicto se ha hecho a un lado para tampoco pagar en el futuro inmediato alguna culpa cuando se haga el cotejo de las negligencias.

    ¿Quién se apunta para acompañar al Alcalde de Mazatlán cuando deba responder por las consecuencias de su desobediencia a los protocolos, al Consejo Estatal de Salud Pública, al Gobernador Rubén Rocha Moya y al segmento de gobernados que nunca más desea verse devastado por el coronavirus? ¿Alguien se agrega a aquellos que llevarán de por vida en sus conciencias los remordimientos por los muertos de las desidias y las frivolidades?

    Hoy es tiempo de ponerse en el lugar de los padres, hijos, esposos, cónyuges, hermanos y amigos de los que han muerto por la oportunidad y esfuerzo que las instituciones de salud pública les negaron al no hacer lo necesario para salvarlos. Y el mínimo homenaje que se les debe rendir es garantizar las condiciones para que los sinaloenses sobrevivientes, las familias todavía a salvo, cuenten con las garantías de que sus existencias serán defendidas más allá de carnavales y otros saltos al abismo promovidos por los desalmados.

    Reverso

    Al desvanecer sus majestades,

    Cuando ya Mazatlán despierte,

    Volverán esas realidades,

    Donde la reina es la muerte.

    Camino a la destitución

    Por primera vez en la historia, el Congreso del Estado interviene para corregir una secuencia en la cual un Presidente Municipal, en este caso Jesús Estrada Ferreiro, rechaza autoritariamente las recomendaciones que le formula la Comisión Estatal de Derechos Humanos, acopiando elementos la 64 Legislatura para configurar una posible intervención enérgica tendiente a reencauzar al Alcalde de Culiacán en la cordura, constitucionalidad y gobernabilidad. No cree Estrada Ferreiro que se le está llenando de hoyos el paraguas de impunidad que le proporciona López Obrador y ya se pasó del límite de desobediencias y ofensas que le puede tolerar la asamblea popular.