Fuera máscaras: ¿sí o no al Carnaval?
Aplazar, lo más prudente para Sinaloa

OBSERVATORIO
    El comportamiento pendular del Gobierno del Estado, al alargar la deliberación del sí o el no, ha provocado que la tensión suba siendo que la decisión debe ser conocida y respetada, ya, para planear toda la estrategia publicitaria, de cambio de fechas en las reservaciones de hoteles, de compromisos con los patrocinadores y sin faltar catarsis marismeña que significará mover unos días el derroche de oropel, confeti, reinados, música y cerveza.

    La decisión tomada hasta el momento, y que posiblemente ratificará hoy el Consejo General de Salud de Sinaloa, es aplazar la celebración del Carnaval de Mazatlán a abril o mayo ya que para entonces las proyecciones con sustento científico dan por estabilizada la cuarta ola de la pandemia de coronavirus, con la factibilidad de que la actual sea la última gran acometida de la enfermedad Covid-19. Además, es la única propuesta viable para concertar un acuerdo entre el gobierno, la actividad turística y los mazatlecos y visitantes.

    Es de esperarse la cordura por encima de la frivolidad, no solamente en las autoridades estatales y municipales sino en mucha gente que planeó venir al destino de playa y habitantes de la Perla del Pacífico no dispuestos a sacrificar seis días y cinco noches de farra, máscaras, alegorías y sociometría de la euforia, paganismo y la posterior purificación, todo hasta que el cuerpo aguante.

    Por supuesto que la medida adoptada por el Gobernador Rubén Rocha Moya significa implementar toda una logística en los ámbitos político, económico y social. En este intento por hallar el punto medio entre mantener sana a la población sinaloense y dañar lo menos posible a las ramas productivas, tal como lo estableció ayer el Secretario de Salud, Héctor Melesio Cuén Ojeda, se anunciarán acciones que moderen las consecuencias en las partes involucradas en la máxima festividad mazatleca.

    Hasta ayer el único que se mantenía terco en sostener la fecha de realización del Carnaval, del 24 de febrero al 1 de marzo, es el Alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez Torres, que se quedó atorado en la mentalidad de que efectuar o no el evento es un asunto de medición de fuerzas políticas más que un tema de salud pública. Insiste en la treta del municipio autónomo y azuza a organizadores de la fiesta y empresarios de la llamada industria sin chimeneas para que presionen a Rocha Moya pues siente que sus bonos electorales subirán si es que logra echar abajo la disposición gubernamental de posponer.

    El comportamiento pendular del Gobierno del Estado, al alargar la deliberación del sí o el no, ha provocado que la tensión suba siendo que la decisión debe ser conocida y respetada, ya, para planear toda la estrategia publicitaria, de cambio de fechas en las reservaciones de hoteles, de compromisos con los patrocinadores y sin faltar catarsis marismeña que significará mover unos días el derroche de oropel, confeti, reinados, música y cerveza.

    La línea descendente de los contagios y fallecimientos del virus SARS-CoV-2 es lenta y los cálculos de expertos epidemiólogos nacionales e internacionales establecen que para la última semana de febrero Sinaloa estaría, en el mejor de los casos, en color amarillo del semáforo endémico con bastantes posibilidades de que en mayo se acerque o acceda al color verde. Y entonces sí, sin que alguien tenga que infectarse o morir por la pandemia, que venga el desenfreno mundano inspirados en los dioses romanos Baco, Apolo, Mercurio y Venus.

    El alegato de los aferrados al Carnaval se planta en la teoría de que cancelarlo trae consigo afectaciones más económicas que de otro tipo. La motivación del Gobernador Rocha y el Secretario Cuén tiene que ver con buscar el momento de menor peligro para los sinaloenses y si el referente es alentador en el contexto mundial entonces hay que apuntar hacia finales de abril o principios de mayo. Aunque el optimismo de la Organización Mundial de la Salud es aún cauteloso, considera que el fin de la crisis sanitaria estaría empezando a mediados de 2022.

    Las más mitigables son las derivaciones políticas y sociales. Porque del “sí” al Carnaval dependen los bonos políticos que gane “El Químico” o las críticas que reciba Rocha al ordenar el “no”, entonces cualquiera de los dos debe pagar dichos costos a cambio de mantener a los ciudadanos lo más protegidos posibles en su salud. Abundan las razones que llaman a la cordura, pero la principal consiste en salirse del juego de casi dos años de jugar con la vida humana.

    La excusa del quebranto económico pierde veracidad si se decide diferir en lugar de cancelar. Cuando las autoridades de Río de Janeiro, Brasil, definieron en enero postergar para abril la celebración carnestolenda, bien sabían del riesgo de sacrificar parte de la derrama económica de 900 millones de dólares. En Mazatlán, según información del Alcalde Benítez, se captarían unos 800 millones de pesos. En contraparte ¿de cuánto estamos hablando en Sinaloa tomando en cuenta el costo monetario para atender a contagiados y hospitalizados, el daño a las empresas por el abandono laboral de las personas enfermas, las repercusiones en la población escolar si la educación continúa a distancia y los efectos en el comercio por establecimientos sin clientes?

    La decisión está tomada y lo que se resolverá hoy, con posibilidades de una última prórroga al viernes si el Consejo General de Salud requiere más tiempo para deliberar, tiene que ver con el cruce de la temporada alta para la actividad turística mazatleca que representa Semana Santa, del 10 al 17 de abril. ¿Empalmar el Carnaval con Semana Santa? ¿Realizarlo los días finales de marzo y primeros de abril? ¿Moverlo hasta mayo para que medie un mes entre Semana Santa y Carnaval aprovechando así las dos oportunidades de captación económica? Veamos qué resuelven.

    Reverso

    El Carnaval sí va a continuar,

    En tiempos claros o inciertos,

    Pero hoy debemos determinar,

    Si llegamos vivos o muertos.

    Salvemos a los niños

    Qué triste es que a la enorme angustia de tener a un niño enfermo de cáncer se le añada la impotencia de que el sistema de salud pública no dispone de medicamentos para tratar de salvarle la vida. En esa vía dolorosa las familias de los pacientes del Hospital Pediátrico de Sinaloa cerraron a la circulación la avenida Álvaro Obregón en Culiacán y expusieron la urgencia de acciones para que a los pequeños, ¡a ellos no por favor!, nunca les falte el amparo del gobierno.

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