La derecha se entusiasma en México

    Como se puede advertir, la derecha no batalla para construir su discurso. Disfruta de la ignorancia, fanatismos y religiosidades ancestrales, por lo que no carece de audiencias. Una característica de estas organizaciones es que tienen recursos económicos, trabajan todos los días en su causa, cuentan con muchas redes a su disposición y saben multiplicarse. No son adversarios menores, los anima un milenarismo providencialista.

    @jgarciachavez

    SinEmbargo.MX

    Es absolutamente diferente la construcción del pensamiento en la derecha que en la izquierda. No digo con esto que carezcan ambas expresiones de pensadores inteligentes, cultos o de buenas plumas. Pero he tenido la convicción de que son mayores las exigencias para la segunda que para la primera. También creo que la ética es determinante en este complejo tema.

    En la trayectoria del pensamiento de la derecha encontramos resuelta la dificultad porque sus voceros suelen hacer un mazacote de creencias, fanatismos, ideas simplistas, discursos facilones y dogmas establecidos en la tradición, que no es muy difícil el batallar para obtener una audiencia que se involucre en los partidarismos con posiciones extremas o radicales.

    No pocos estudios sobre el fascismo y nazismo hablan de esta mescolanza. Cualquiera que haya leído Mi lucha, de Adolfo Hitler, o leído los discursos de Benito Mussolini, encontrará, si se les analiza en serio, lecturas abstrusas sin explicación, pero muy eficaces para combinar racismo, tradición, mitos, mentiras, historias a medias, en fin, palabras dirigidas a mover pasiones bajas y convertirlas en expresiones en manos de eso que se llamó “sociedad de masas”.

    En cambio la construcción del discurso de la izquierda es complejo, desde el momento mismo en que pretende tener un anclaje en la verdad y la justificación de fines individuales y colectivos. Así, al comparar un texto de Rolando Cordera, por ejemplo, con otro del charlatán Luis Pasos, encontramos una diferencia abismal.

    Sirva esto como telón de fondo para comentar la reciente reunión celebrada en México de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). Se trata de una ya añosa organización que aspira a ser una Internacional de la ultraderecha política. No es la única, pero tampoco es menospreciable su peso específico, porque ha logrado acuerpar a hombres y mujeres con un poderío económico y político indiscutible.

    Así se demuestra con parte de los asistentes, presenciales o virtuales, a la referida reunión, pues la prensa da cuenta de que asistieron, sin pretender enumerarlos a todos, Eduardo Bolsonaro, hijo del ex Presidente de Brasil; el ex militar Jair Messias Bolsonaro; el trumpista y delincuente, Steve Bannon; el líder del partido conservador español VOX, Santiago Abascal; el ex Presidente polaco, Lech Walesa, y hasta el Alcalde electo de Lima, Rafael López Aliaga, que con voz hitleriana dijo: “¡Hay que sacar a cada maldito rojo de Latinoamérica!”, similar lenguaje al empleado por la Gobernadora de Chihuahua, que viene de esa matriz, Maru Campos, que quiere “romperle el hocico” a los morenistas, a los que subrepticiamente denomina “animales”.

    Y por ser en México la reunión, no pudo faltar el actor Eduardo Verástegui, trumpista, activista católico y hasta “destapado” para la Presidencia de México, porque a decir de Bolsonaro, su destapador, “aparte de inteligente, es guapo”, lo mismo que se decía de Peña Nieto en su tiempo.

    Como se puede advertir, la derecha no batalla para construir su discurso. Disfruta de la ignorancia, fanatismos y religiosidades ancestrales, por lo que no carece de audiencias. Una característica de estas organizaciones es que tienen recursos económicos, trabajan todos los días en su causa, cuentan con muchas redes a su disposición y saben multiplicarse. No son adversarios menores, los anima un milenarismo providencialista.

    La CPAC tiene el objetivo inmediato de incidir en las elecciones de 2024 en México. Es un secreto a voces. Y encuentra una de sus fortalezas en la ausencia de una izquierda sólida, fuerte y anclada en la sociedad. Esa izquierda, ausente, debe renovar su sólido pensamiento democrático, su visión de la polémica entre reforma y revolución, sus raíces anticapitalistas, y dar muestras de gran apertura hacia las nuevas agendas del Siglo 21 en materia de derechos humanos, diversidad sexual, feminismos, ambientalismo y sobre todo recuperar una visión del poder que aleje del pensamiento único y de las raíces autoritarias, que no son infrecuentes en la izquierda.

    La democracia, y lo subrayo porque es esencial en este tema, es fundamental para el procesamiento de decisiones en un país que es muchos Méxicos, que incluye divergencias profundas en cuanto a su trayectoria histórica y su futuro. La democracia garantiza que aquí cabemos todos. Recordemos que Juárez dijo que los reaccionarios, también son mexicanos, lo que obliga a la construcción de una democracia progresiva.