La advertencia que vino de Ruiz Cortines
Examinar la medicina de primer contacto
A la conferencia de prensa semanera que el Gobernador Rubén Rocha Moya realizó ayer en Los Mochis llegó el caso de la jornalera agrícola que dio a luz a su bebé en una de las calles de la Sindicatura de Ruiz Cortines, al negársele la atención en la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social de la misma comunidad. Allí, frente al Secretario de Salud, Cuitláhuac González, tuvo el Mandatario estatal a su alcance la realidad por conocer y la oportunidad de corregir en cuanto a las condiciones en que está la medicina de primer contacto en Sinaloa.
Tiene razón el Gobernador al reclamar que el médico de turno debió darle la atención de origen a la mujer indígena y lejos del argumento de que allí no atendían partos era de mínima ética acompañarla al Hospital General de Guasave velando por la salud de ella y del bebé por nacer. Eso es lo que debe ser, sin embargo, está muy distante de lo que sucede todos los días en los centros de medicina de primer nivel que son los más próximos a la comunidad, colonia o al lugar en que estén los pacientes.
La inadecuada reacción del Secretario González, al tratar de justificar la negativa de la atención médica básica, exhibe que infortunadamente persisten dos realidades que colisionan entre sí en materia de salud pública: una de éstas es la que se mostró en Ruiz Cortines donde algunos médicos declinan sin que nadie los sancione a la obligación que les corresponde cumplir pues para ello cobran; otra la del discurso del todo resuelto, la foto bonita de ocasión con ciudadanos sanos, y funcionarios del área que ven sólo la superficie de los problemas y evitan cerciorarse de qué hay más allá de lo que la vista y la desidia les muestran.
Los centros de salud son la parte fallida y la menos supervisada del esquema que ofrece en México servicios médicos de primer nivel, como los que reciben los ciudadanos de Canadá y Dinamarca, y representan también la abulia de anteriores gobernadores, y sus respectivos secretarios de Salud, ante vicios que traban la atención de calidad a personas y familias que desde la situación de vulnerabilidad económica padecen también de fragilidad física frente a las enfermedades.
Acudir a un Centro de Salud en Culiacán, o de cualquier lugar de Sinaloa, significa caer en las manos de personal poco dispuesto a dar más de lo que regatean en jornadas de trabajo perezosas, médicos que al parecer omitieron hacer el juramento de Hipócrates, mandos que ponen el mal ejemplo al ser los primeros en discriminar o abandonar a los pacientes, todo mediante el tráfico de influencias con sindicatos o servidores públicos que solapan las irresponsabilidades. Y en caso de alguno de los galenos se resista a entrar a ese molde pernicioso recibe la andanada de ataques por parte de aquellos que hacen de los consultorios sus cotos de simulación.
La cadena de negligencias empieza con el mal seguimiento que realiza la Secretaría de Salud el cual deja de ser sorpresivo por la delación de inspectores que avisan antes de llegar para que les construyan estados de cosas perfectos; la carencia de monitoreo en el cumplimiento de horarios y protocolos de calidad; médicos que se dedican a la atención privada y las migajas de tiempo y vocación las ofrecen a la medicina pública. Al final resulta el prototipo perfecto para amigos y parientes de funcionarios que interpretan el influyentismo como licencia para la pereza.
Es un modelo que se va repitiendo porque el Secretario en turno o sus colaboradores reeditan los vicios y cuando se cree que llegó un régimen dispuesto a combatirlos, lo que prevalece es la inercia por encima de la voluntad por corregir. A nadie le interesa hacer la exploración del funcionamiento de la medicina de primer contacto dado que así como está resulta útil a quienes clonan la mentalidad de repartir y recibir privilegios. ¿Por qué no implementar medidas tan sencillas en los centros de salud como del elemental checador de entradas y salidas que sí se utiliza en otros centros de trabajo del Gobierno?
Las peripecias que vivió Gabriela, la joven de 15 años de edad que dio a luz en plena vía pública porque la ayuda médica de proximidad se le negó, representan incidentes que en igual, menor o mayor gravedad ocurren de manera silenciosa en varios centros de medicina de primer contacto de Sinaloa. Es el exhorto para establecer protocolos, medidas disciplinarias y condiciones adecuadas para que la asistencia a la salud con sentido humanitario se situé encima de la indolencia que abandona al pobre cuando más necesita a los profesionistas de las batas blancas.
Al Gobernador no lo deben engañar con números y exposiciones que en el escritorio brillan bastante y en los hechos trasmutan a informes grises, devastadores. Los funcionarios de la Secretaría de Salud están obligados a realizar diagnósticos verídicos e implementar soluciones convincentes. Es lo mejor que pueden aportar para evitar que al salir a la calle Rocha Moya tope con la realidad cruel y reclamos también feroces.
Podría alegarse en defensa propia que esto ha sucedido durante años aunque ello implique mostrar los síntomas de un mal peor: la pérdida de la memoria al olvidar que estamos frente a la Cuarta Transformación de Sinaloa.
Cuando el niño quiera saber,
Por qué así lo dieron a luz,
Ningún político avestruz,
Tendrá el valor de responder.
A propósito de los renglones torcidos de la salud pública está por cumplirse un año desde que el 6 de enero de 2023 murió la joven Magnolia a consecuencia de negligencias médicas que la afectaron al someterse en una clínica privada de Mazatlán a la cirugía bariátrica que la condenó al sufrimiento de 30 intervenciones quirúrgicas para repararle los daños y requerir de 40 unidades de sangre en transfusiones. Faltan pocos días para que la sociedad sinaloense pregunte dónde está el médico que es el presunto asesino de la influencer que ganaba seguidores en las redes sociales.
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