Fernando García Sais
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La Ley del Notariado es contundente al definir la razón de ser del Consejo de Notarios: representa los legítimos intereses de los notarios y es garantía de defensa de la sociedad sinaloense. El notariado, como función pública, sirve a la comunidad para dar paz y seguridad jurídica: las personas, familias y empresas forman, potencializan y transmiten su patrimonio de manera clara y adecuada.
Para ello se le dotó con personalidad jurídica y, por si fuera poco, de autonomía. Desde el punto de vista técnico, el Consejo de Notarios es un órgano experto. Sus determinaciones son de última instancia, en sede administrativa. No hay institución, entidad, ni funcionario que tenga esas peculiaridades: autonomía y técnica; facultad decisoria y autoridad. Es una persona de carácter público que debiera ser capaz de ordenar la función notarial en beneficio de la comunidad.
Salvo algunos esfuerzos aislados, tengo la impresión de que el Consejo de Notarios no ha tenido la consistencia en el cumplimiento de su finalidad. Por un lado, es un órgano distante de los notarios, en la medida en que es un misterio para todos la agenda de trabajo y el uso de los recursos. Por el otro, no se comunica con la comunidad. No ha encabezado programas de apoyo para que los legítimos intereses de los sinaloenses se salvaguarden. Todo lo que no sea salir en la foto, ha sido olvidado.
El Consejo de Notarios no es ni debe continuar siendo un escaparate de lucimiento personal o de grupo, ni para utilizarlo como escalón para la captura de clientes y de negocios. Los notarios y los sinaloenses merecemos tener un Consejo de Notarios que se ocupe de elevar el nivel profesional en el servicio cotidiano y acercar la labor notarial a los sinaloenses, principalmente a los más vulnerables. La ausencia de programas sociales, atroz. Las personas más pobres no acuden a las notarías. La notaría debe acercarse a ellos.
La facilidad que brinda el internet debería aprovecharse en beneficio colectivo. La ausencia de contenidos digitales elaborados por los notarios sinaloenses y que sean aprovechados y difundidos por el Consejo de Notarios es evidente. Las jornadas notariales, organizadas por notarios y para notarios, son necesarias, pero deben socializarse y expandirse. El acceso al conocimiento, particularmente en una disciplina tan poco estudiada como el notariado, es una área de oportunidad latente. Involucrar a profesionales de otras disciplinas conexas con la fe pública (economía, contabilidad, medicina) es un paso ineludible. Más academia y menos política. Más intereses gremiales y menos negocios individuales.
La formación de las nuevas generaciones de notarios es uno de los grandes déficits. Deben impulsarse modificaciones legales para profesionalizar el acceso al notariado. Un notariado por talento. Para ello se debe eliminar privilegios y restricciones absurdas que favorecen la transmisión de los fíat notariales con demasiada laxitud.
Sin el afán de ser exhaustivo en las omisiones y acciones perjudiciales del Consejo de Notarios hacia el notariado, pregunto al aire ¿sabía Usted que el Consejo de Notarios avaló (al menos por omisión) que el Colegio Nacional del Notariado Mexicano -que no es autoridad sino una asociación civil- elaborara una norma nacional para evitar que los consumidores eligieran libremente a su notario? De qué lado está el Consejo de Notarios, de la sociedad es evidente que no.
El Premio Nobel de Economía (Gary Becker, 1992) no se había equivocado: sin excepción, el comportamiento humano está organizado por principios económicos. Lo que explica la criminalidad son los cálculos económicos que un delincuente realiza cuando ejecuta un crimen. En función de las probabilidades y del costo de la pena, cometer infracciones puede ser atractivo.
Para curar la enfermedad hay que hurgar en sus raíces. Las causas. ¿Déficit normativo?, ¿carencia de capacidades personales?, o ¿simulación? Los problemas de regulación o de normas se pueden resolver con tinta; los de las personas requieren mayores esfuerzos. Simular es fácil cuando no se tiene vergüenza. Simular es costoso en términos institucionales.
No dejo de recordar la inscripción que, en latín, esculpida en piedra luce en un edificio de la Universidad de Salamanca: lo que natura no da Salamanca no presta (Quod natura non dat, Salmantica non præstat). O sea, la inteligencia, la memoria y el aprendizaje no se adquiere en las universidades. Ese déficit es terrible; pero es peor el de valores y ética.