El sino del escorpión fatiga informaciones y noticias sobre el feminicidio de Debanhi Escobar Bazaldúa -prensa, radio, televisión, portales y medios digitales-, para de ahí ampliar su enfoque hacia la visión mediática general del cuerpo femenino y de los feminicidios en México. Sin sorpresa, el alacrán encontró una mayoría de interpretaciones periodísticas reforzadoras de la violenta hetero-normatividad patriarcal impuesta social y culturalmente a la mujer, más la persistencia de visiones revictimizadoras dirigidas a obtener rating o likes a partir del escándalo, la ficción o la espectacularidad.
El periodismo en general ratificó el discurso público misógino sobre la mujer, su cuerpo y su sometimiento al poder masculino, pero también hubo periodistas y medios digitales (pocos) capaces de documentarse con investigaciones académicas y políticas para orientar y enriquecer su visión de la violencia patriarcal, el mandato de masculinidad y el feminicidio como fenómenos complejos y persistentes en nuestro país, de por sí marcado por los impunes feminicidios ocurridos en Ciudad Juárez en los años noventa del siglo viejo.
En los medios de mayor alcance imperó la abundancia de prejuicios y discursos culturales reproductores de las normas, tradiciones, prácticas, valores y estereotipos sobre la mujer, su cuerpo y su sexualidad, desde una concepción heteronormativa y patriarcal. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación y sus informadores cuando hablan de los significados sociales de los cuerpos femeninos? ¿Cómo se da la representación de los cuerpos de las mujeres en el discurso periodístico de los medios masivos de comunicación?
El alacrán no intenta siquiera manexplicar un fenómeno del cual las mujeres saben bien y mucho desde pequeñas: el temor, la angustia, la ansiedad ante la constante amenaza de la violencia masculina y patriarcal, pero sí puede señalar cómo los medios de comunicación siguen refiriéndose a “la mujer” como objeto del deseo masculino, “un cuerpo para otros” o “perseguido por otros”, desde una lógica mercantil basada en el papel femenino reproductivo y doméstico. La imagen de la “madre abnegada” tiende a presentarse en los medios como paradigma de la identidad de la mujer, como pauta para la construcción y estructuración de las subjetividades femeninas.
La visión mediática, insiste el arácnido, reproduce las raíces sociales, culturales e históricas de la construcción del cuerpo y la sexualidad (Bourdieu dixit), y promueve la división social de los sexos como parte del “orden natural” de las cosas, cuando en realidad es sólo una construcción mental, la visión del mundo con la cual el hombre satisface su sed de dominio. El discurso periodístico -aunque muchos periodistas sigan empeñados en negarlo- es un discurso político, operado bajo condicionamientos políticos, económicos e ideológicos. Y en cuanto a la política del cuerpo, este discurso clasifica, delimita e interpreta los mundos femeninos y masculinos desde el binarismo propio de lo heteronormativo.
En el discurso mediático en torno al feminicidio de Debanhi Escobar, se reiteraron algunas de las visiones estereotipadas, los mitos y mecanismos de ocultamiento utilizados para desvirtuar el tratamiento de la violencia de género y los feminicidios, según los clasificó la investigadora argentina de la Universidad de La Plata, María Belén Rosales, a saber:
La espectacularización del caso, presentado con elementos de la narrativa romántica, como una tragedia o como drama sangriento pasional, por la necesidad noticiosa de muerte y sangre. La recurrencia a la fórmula “confuso episodio” o “hecho poco claro”, donde se omiten la referencia a las características de las situaciones donde las mujeres son sometidas de forma sistemática a la violencia. Las estrategias discursivas periodísticas permean además el cuestionamiento a la víctima, dando paso a la velada justificación, pues las conductas femeninas transgresoras de su papel como preservadoras de la vida doméstica, madres virtuosas, esposas fiel y cuidadoras, desbordan “pautas éticas y morales” y son condenables.
También se dejó ver en los medios la construcción discursiva tendiente a erotizar la escena y la actuación de la mujer, como forma de mediatizar el hecho y de instalar la idea de la mujer “provocadora” de su propia muerte a causa de su conducta. Esta narrativa presenta además a las mujeres como víctimas despersonalizadas, pues sin identidad clara no tienen derechos. Los medios crean, perpetúan y mantienen el estereotipo de la mujer víctima. Sobre los rasgos de identidad de la mujer víctima aparecen con mayor frecuencia los datos sobre su condición socioeconómica (“la mujer de una familia de clase media”), su pertenencia a un grupo etario (“la joven”, “la chica”) y su rol social (“la madre”, “la estudiante”, “la hija”).
El caso de la adolescente Debanhi ha exhibido entonces la falta de ética de muchos periodistas y medios de comunicación: algunos de ellos dieron difusión a las percepciones de una vidente, otros publicaron teorías delirantes y especulativas con base en chismes y rumores improbados, algunos más encuestaron a la gente para preguntar “de qué murió Debanhi”, y tampoco faltaron quienes la revictimizaron a ella y a sus padres.
Los feminicidios son resultado de procesos de violencia contra la mujer por motivos de género, un fenómeno multicausal entramado en la cultura, los imaginarios colectivos, las prácticas sociales cotidianas, los discursos públicos y las prácticas de poder y dominación patriarcales, insiste el escorpión. Ante una de nuestras más graves tragedias, acaso la más grave hoy, el alacrán acompaña a las mujeres en su demanda de reconocimiento oficial del problema, su diagnóstico profundo y el diseño de políticas públicas específicas, más allá de grillas y politiquerías. ¿Por qué no?