Elegir nuestro camino

    El cantautor uruguayo Martín Buscaglia compuso la canción Vagabundo, en la cual dice: “Qué importa saber quién soy, ni de dónde vengo ni hacia dónde voy”. Sin embargo, el pensamiento crítico que tuvo su auge en Grecia afirmó exactamente lo contrario. De hecho, sabemos que lo más importante para Sócrates era el autoconocimiento. El conocerse a sí mismo era la plataforma desde la cual debía desenvolverse todo el planteamiento filosófico.

    Si no sé quién soy, ni de dónde vengo, no sabré para qué estoy aquí, qué sueños perseguir, qué tareas realizar, ni hacia dónde dirigirme. Por eso, también Descartes señaló que el pivote inicial de la filosofía estribaba en el autoconocimiento: “pienso, luego existo”. De igual forma, Kant indicó las preguntas fundamentales que comprende todo quehacer filosófico: ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué cabe esperar?”, y, finalmente, ¿Qué es el hombre?

    El escritor estadounidense, Joseph Epstein, señaló: “Todos los hombres y mujeres nacen, viven, sufren y mueren; lo que nos distingue a unos de otros son nuestros sueños, y lo que hacemos para que estos se realicen. No elegimos nacer. No elegimos nuestros padres. No elegimos nuestra época, el país de nuestro nacimiento, o las circunstancias inmediatas de nuestra crianza. No elegimos, la mayoría de nosotros, morir; tampoco elegimos la hora y las condiciones de nuestra muerte. Pero dentro de este reino de falta de elecciones, elegimos cómo vivir... Tú eliges. En realidad, tú siempre eliges”.

    Según el filósofo francés, Jean Paul Sartre, el ser humano está condenado a ser libre. Aún más, cada vez que elige no lo hace solo por sí mismo, sino que su elección repercute también sobre los demás: “nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a toda la humanidad”.

    ¿Elijo conscientemente el camino adecuado?