Elecciones y seguridad: el triunfo y la reprobación

    El triunfo electoral fue contundente, exactamente como lo fue el fracaso en la política de seguridad. México tiene un aprendizaje incomparable de la ruta equivocada.

    Uno de los hechos irrefutables respecto a la política de seguridad federal es que, una vez más, igual que en sexenios anteriores, ha sido reprobada por las mayorías. Así lo confirman los siguientes estudios de opinión: en la encuesta del Grupo de Economistas y Asociados de marzo de 2024, solo el 31 por ciento respondió que AMLO tuvo éxito en “Mejoramiento de la seguridad”. En la encuesta de mayo pasado de El Financiero, sólo 23 por ciento aprobó la política de seguridad. Según encuesta de aprobación presidencial de Buendía y Márquez de abril pasado, sólo 22 por ciento consideró que la seguridad mejora. La encuesta de Revista32 de marzo pasado arrojó que sólo el 20.7 por ciento considera que el Gobierno lleva bien las condiciones de seguridad. La encuesta de aprobación presidencial de Mitofsky fechada en abril pasado enseña que 22.4 por ciento piensa que la seguridad está mejor.

    Y en el ámbito oficial, en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU-Inegi), hasta marzo pasado el 61 por ciento de la población de 18 años o más considera inseguro vivir en su ciudad.

    Según Francisco Abundis: “De acuerdo con la encuesta de salida de Parametría por primera vez en las últimas cuatro elecciones presidenciales la economía es reportada como la variable más importante para decidir el voto...”. Y agrega: “Parece contraintuitivo, pero la inseguridad no terminó siendo el tema más importante. Primero por ser un tema difuso (todas las autoridades son responsables) y segundo porque en encuestas preelectorales encontramos que quien se consideraba más capaz para resolver el problema era la candidata electa Claudia Sheinbaum”.

    La reprobación de la política de seguridad en las encuestas acompañó el sexenio completo de López Obrador, quedando el tema consistentemente en el primer lugar de preocupación en la gran mayoría de ellas (también en esto han sido consistentes los presidentes, decidiendo no cambiar la ruta en el sexenio a pesar de tener reprobación temprana y continua). Seguramente se irá agregando el análisis para entender lo mejor posible los incentivos detrás del triunfo arrollador de Morena y aliados; por ahora, la mejora económica y las expectativas de mejora económica parecen haber figurado como los motores principales del voto mayoritario.

    ¿Pero qué aprendizajes nos deja el resultado, con respecto a la reprobación de la política de seguridad? Todo indica que, a pesar de que la inseguridad es el principal problema para la gente, no habría pesado de manera preponderante en su voto. Y, hasta donde sé, se desconoce en qué medida influyó la expectativa de solución a la inseguridad depositada sobre la candidatura de Claudia Sheinbaum.

    Ganar una elección de manera abrumadora cuando se fracasó en la construcción de seguridad, justicia y paz, habida cuenta de que la evidencia con base empírica confirma un entorno masivo de violencias crónicas, delincuencia e impunidad, representa un hecho con enormes implicaciones. Lo he discutido brevemente en anteriores entregas, algo de lo que habría que descifrar es qué lección o lecciones viene asumiendo la llamada clase política y me refiero a ambos polos: el ganador y el perdedor. En sus espacios privados, más que en su discurso formal, me pregunto cómo interpretan esto y qué impacto tiene en su actitud y prácticas asociadas a estos fenómenos. Mi principal preocupación es si traducen esto en un incentivo más para evadir las reformas estructurales urgentes en el sector, en clave democrática.

    Quienes estudiamos estos temas sabemos que, sea cual sea el resultado en las encuestas de opinión y en la investigación aplicada en torno a todo esto, siempre habrá personas en cargos públicos -y en los partidos políticos- que se aprobarán a sí mismas, por más absurdo que sea, aún en medio de desgarramientos civilizatorios.

    Lo he visto y sucede a diario. Incluso ante las más negativas evaluaciones ciudadanas, de todas maneras habrá en el aparato de seguridad y justicia quienes se colocan por encima de eso, pero también de la cifra negra, de la impunidad y de las tasas de victimización para quedarse con su propia historia: “vamos bien”. Creo que nos llevaríamos una gran sorpresa si pudiéramos medir la verdadera autoevaluación entre los operadores institucionales; en mi experiencia, es casi imposible la autocrítica honesta ante la evidencia que sea.

    ¿Qué lectura tendrá el gobierno entrante de cara a la combinación entre el triunfo abrumador y la reprobación mayoritaria citada? Una mirada seria debería buscar respuestas a profundidad en dos planos: la seguridad objetiva y la subjetiva. Habría que tener evidencia sólida en ambos ámbitos, a su vez asociada a interpretaciones fundadas hasta lo más posible en relaciones comprobadas de causalidad (qué provoca qué). El ejercicio es de dimensiones descomunales si se quiere construir una lectura de alcance nacional para identificar y al mismo tiempo distinguir los contextos locales y regionales específicos. La calidad de este ejercicio equivale a la precisión en la definición del problema, nada menos.

    El triunfo electoral fue contundente, exactamente como lo fue el fracaso en la política de seguridad. México tiene un aprendizaje incomparable de la ruta equivocada. ¿Sabrá el nuevo gobierno diferenciar las claves del triunfo y del fracaso simultáneos? ¿Vendrá la reconstrucción? Muy pronto lo sabremos.

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    @ErnestoLPV

    Animal Político / @Pajaropolitico

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