Los poco más de tres años de Andrés Manuel López Obrador en el poder me he sorprendido, para mal, por cómo los rumores y las campañas contra el Gobierno pueden mantenerse tanto tiempo flotando sin apenas intervención de nadie. Es el mismo Presidente quien debe salir a contrarrestarlos, pero eso depende de que se entere, primero, y de que tenga espacio y coyuntura para sacar la espada. La efectividad de la “mañanera” tiene un colateral que nadie esperaba: centraliza la opinión y desautoriza -así se ve- casi cualquier otro canal para comunicar. Y luego Morena son muchas morenas, y su líder está casi siempre enrolado en temas electorales y de Gobierno interno: reacciona tarde a las coyunturas. De tal forma que el “ayúdenle al Presidente” es muy común en estos días.
Mientras, la mayoría de los medios; los partidos políticos; las élites intelectuales, académicas e incluso empresariales que decidieron formar un frente opositor dialogan entre sí con fluidez y se organizan para lanzar ataques. El lópezobradorismo parece siempre en estado de sitio mientras los grupos de Oposición forman pequeños y diversificados frentes que buscan vulnerabilidades en la muralla. Y las encuentran, claro. Y una de esas vulnerabilidades está, justamente, en la falta de capacidad para responder de manera rápida y argumentada estos ataques de guerra de guerrillas.
Si un tema, por ejemplo, sale en viernes a mediodía, hay que esperar hasta la mañana del lunes para saber una respuesta. Uno de los hijos de López Obrador, que se retiró de la vida pública apenas ganó su padre la elección, es sacado de su privacidad para ser exhibido como un derrochador ¡del dinero de su esposa! Y porque ella, se dice, en tiempos de Enrique Peña Nieto intentó o hizo negocios con Pemex. Es decir, se ataca a un privado de llevar vida de privado (porque dentro del Gobierno es obligatorio ser austero), pero nadie puede hilar un párrafo decente para responder. La ventanilla de atención se cierra el viernes a mediodía, a menos de que el Presidente se vea obligado a salir en sábado o domingo porque le avisan que la ventanilla está en llamas.
Hay campañas tan, pero tan bobas, que sorprende que puedan circular durante semanas en canales de WhatsApp, en Twitter, en Facebook, etcétera. Se agotan solas, se descontextualizan o siguen circulando: eso depende de su contenido, no de una respuesta organizada. Mientras hacen daño, desinforman, provocan malestar en muchos y en resumen, cumplen con su objetivo.
Aunque López Obrador ha demostrado con los años ser un comunicador eficaz, ahora ya no se da abasto porque ya no se trata de un individuo, sino de todo un Gobierno. Entonces apenas apaga un fuego en una “mañanera”, ya están quemándole la empalizada en otro frente. La Oposición tiene mecanismos predecibles de ataque, pero aún así nadie se da a la tarea de ubicarlos y actuar en consecuencia. Una buena campaña nace en un grupo intelectual, que argumenta y pone la idea en sectores que dan difusión. Y esos sectores la toman y la usan de ariete para romper paredes fortificadas. Es casi seguro que por un tiempo -horas, días, semanas, meses y hasta años- estarán dándole con él hasta que, o se desgasta el ariete y se cae en pedazos porque el tiempo -y nadie más- dice que era de paja.
La campaña contra la “reelección” de López Obrador parecía muy buena idea y sirvió para exhibir “su talante autoritario”, es decir, su falta de respeto a las leyes y su menosprecio a la convivencia democrática. Terminó prematuramente en un closet, junto con el pronóstico de que seríamos vacunados dentro de más de 100 años; que habría indisciplina fiscal, gasto desmedido y deuda, o que se nacionalizarían sectores, se expropiarían empresas y se vendría todo abajo, de golpe, como aquél anuncio de 2006; el de “es un peligro para México”. Pero mientras se desarticulaba, hizo daño.
Ahora, casi como sacado del manual más básico, viene una nueva campaña: la de que el Presidente pretende reelegirse a través de otra persona. Se denunciará que López Obrador “intenta gobernar desde la sombra” a través de quien gane 2024, como lo hizo Plutarco Elías Calles durante ese periodo de la historia conocido como “Maximato”. Esa campaña parece muy buena idea para exhibir los “aires dictatoriales” de López Obrador, aunque tiene un inconveniente: que da por perdida la elección presidencial desde ahora, un aire de derrota que quizás no sea tan conveniente a una oposición desmoralizada y con pocos aciertos.
La campaña sobre la “reelección de López” y la del “Maximato” que corre en estos días tienen ese denominador común del que hablo: han sido masticadas y regurgitadas por un mismo estómago: la élite intelectual. El Presidente firmó una carta de no reelección e incluso ha permitido que circule la idea de que, apenas termine su mandato, “se irá a ‘La Chingada’”, es decir, a su rancho en Chiapas. Pero no importa: esa idea no reconoce los desmentidos y seguramente pegará aunque después termine en un closet junto con el traje de karate, el tablero de ajedrez, un viejo Atari y todos los demás pronósticos que se han hecho sobre López Obrador.
Esta nueva campaña, la del “Maximato”, no debe menospreciarse. Puede tener vigencia por años. En 2025, López Obrador podría estar en su rancho pero, ¿quién puede desmentir que está “gobernando México” por celular? Tiene además otro componente importante: que de facto desacredita el valor individual que tienen Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard -los precandidatos mejor evaluados al día de hoy-. Se les plantea como simples “peleles de López”, marionetas descerebradas que no son capaces de conducir la República y que por lo tanto “necesitarán a López” desde el café mismo de la mañana.
La política de comunicación del Presidente confía en exceso en los alcances de la conferencia “mañanera”. Pero es tan centralista que nadie se atreve sacar una espada o reformar una puerta si no viene la instrucción directa. Eso limita la velocidad de la respuesta. Y permite, claro, que los rumores y las campañas tengan un espectacular efecto -considerando de qué están hechas- y a veces conducen a exabruptos. Yo digo que aquél “pasquín inmundo” contra Reforma debió ser el último recurso (o uno ni siquiera utilizado), pero no: fue el que estaba a la mano y López Obrador lo usó, sin más. Yo digo que no era lo correcto y que no tuvo las mejores consecuencias.
Creo que los siguientes meses serán los realmente cruciales para el lópezobradorismo. Los opositores han mantenido a la 4T en sitio y operan por distintos frentes. Y no han logrado penetrar la muralla: el Presidente tiene buenos niveles de aceptación y los pronósticos para 2022, 2023 y 2024 son buenos para la campaña de su partido: irán avanzando en territorios.
Pero López Obrador no debe meter la mano en la elección presidencial y los partidos opositores pedirán toda la ayuda que se pueda de las élites intelectuales, académicas y los empresarios para atacar a su partido. Se envalentonarán, porque sólo así recuperarán el palacio. Creerán que el sitio agotó los recursos detrás de la muralla, y lanzarán animales muertos para esparcir enfermedades. Y luego se atreverán a todo para retomar lo que perdieron en 2018.
Me pregunto si eso se está meditando en algún lugar dentro del movimiento que defiende a la 4T. Si están razonando que AMLO no puede con todo y que básicamente su tiempo se está agotando y debe dedicar su tiempo en entregar lo prometido. ¿Hay algún salón donde se razonan estas cosas? No lo sé. Pero si no existe, el mismo Presidente debería habilitarlo y alejarse de él, y darle autonomía, y permitirle preparar sus propias estrategias de defensa. Porque eso pasará dentro de poco: que deberán aprender a defenderse sin él. Porque López Obrador debe irse al rancho y no voltear atrás. Esos son los tiempos de la República. Es tal y como lo ha anunciado.
Las fuerzas opositoras no son muchas, pero están bien organizadas. ¿Cómo está el lópezobradorismo? ¿Está listo para el llamado opositor a brincar las murallas en el asalto masivo de 2024? Porque si están esperando a que llegue el lunes en la mañana están equivocando la estrategia: esos lunes mañaneros se acabarán, muy pronto. Tendrán que vérselas con los que están afuera, estén preparados o no. Y de lo que hagan hoy dependerá de su destino mañana.