Justo en la semana en que Samuel García y su esposa Mariana Rodríguez eran centro de atención en el País -y no por las mejores causas-, una nueva sorpresa: Roberto Palazuelos es designado candidato a Gobernador en Quintana Roo. Además de las similitudes evidentes (blancos, hijos del privilegio y buenos para venderse), algo más los hermana. Claro, su partido: Movimiento Ciudadano, una fuerza que nació en 1999 y que ha tenido un sólo dirigente: Dante Delgado. Lleva casi un cuarto de siglo al frente. Partidos, gobiernos, intelectuales, periodistas y medios hemos ignorado lo evidente por las razones que usted quiera: que financiamos desde hace décadas a un Fidel Velázquez que no ha probado para qué sirve, pero que tiene tanta habilidad política -aceptémoslo- que puede venderse como un demócrata. Ahora mismo, las y los defensores de derechos humanos que Dante llevó a su partido no han reprochado nada a la pareja de Nuevo León por el uso de un niño para promoverse y promover el naranja, color de MC.
Desando mis pasos. La verdad es que quería empezar este texto de otra manera. Quería hablar, primero, del testamento de Andrés Manuel López Obrador. Él mismo explicó que lo redactó (o lo grabó) porque la vida te da sorpresas, entre ellas la muerte; me imagino que, en un acto de responsabilidad, decidió tenerlo listo. Explica que es un hombre con algunos males (tuvo un infarto reciente) y tiene visitas regulares al hospital. También dijo que hay “Presidente para rato”, es decir, dos años y unos meses más, porque en septiembre 2024 entregará el poder a quien lo suceda.
AMLO explicó que es un documento político. Me imagino que cuando se vaya al rancho va a modificarlo porque la versión actual agrega elementos sobre la conducción del Gobierno en lo inmediato (por la eventualidad) y, seguramente, sobre lo que él ve como una ruta de corto y mediano plazos para el País. Es especulación. En realidad, todo periodista en México quisiéramos ver qué es lo que contiene el testamento.
¿Qué le dice a Morena? ¿Sugiere a alguien para sucederlo en el Gobierno, considerando los mecanismos que existen frente a una eventualidad? Y todos quisiéramos ver el tono en el que se dirige a la gente, porque López Obrador escribe siempre en primera persona (incluso los libros de historia).
Un dato importante: el documento es de lectura post mortem, es decir, para cuando él no esté. Entonces, ¿agregará directrices a Morena? Porque, al menos en público, desde que asumió la Presidencia de México apenas habla de su jovencísimo partido, que nació el 26 de enero de 2014, día que se registra la Asamblea Nacional Constitutiva ante el entonces Instituto Federal Electoral. ¿Se dirige a Morena o al lopezobradorismo, es decir, al movimiento?
Ahora me regreso a Samuel García, Mariana Rodríguez y Roberto Palazuelos. Quiero decir que la incorporación a Morena de Manuel Espino o Lilly Téllez o la alianza que tiene con Ricardo Gallardo en San Luis Potosí no son tan distintas. Son apenas ejemplos, aunque haya más dentro de Morena. ¿Qué piensa López Obrador sobre eso? Me encantaría saberlo. Él invitó a Téllez y, bueno, ella no tuvo vergüenza en traicionarlo. ¿Cuál es su reflexión sobre eso? No lo sabemos porque como Presidente evita meterse en la vida de su partido, según ha dicho. Pero evidentemente hay tema allí; evidentemente ganó el deseo de crecer a como dé lugar; acercarse a los que generan votos sin importar qué tipo de votos generan y qué tipo de individuos son.
El testamento político del Presidente, hasta donde yo entendí, respondería a temas de lo inmediato, incluso de gobernabilidad. Pero eso quedará superado cuando salga de la Presidencia. Tendrá que modificarlo, con calma, cuando encuentre en el rancho un buen lugar para leer y escribir. Seguramente habrá ideas generales sobre la llamada Cuarta Transformación, pero, ¿qué de ciertos temas que se están dando en su partido? Los que son fondo y forma. Con el peso que tienen sus palabras en sus seguidores debería tratarlos antes de su encierro voluntario. Hay cosas que no están bien. Y del buen desempeño de Morena y de su movimiento -él lo sabe- depende el éxito de su testamento político.
Regreso a Movimiento Ciudadano. ¿Qué es ese partido? Gran pregunta. En resumen, yo digo que es un vaso que se vende como “de frutas” y que trae gomitas, un Gansito y todo flota en Coca Cola. Mañana tendrás diabetes pero por ahora, ¡Palazuelos, Samueles y Marianas para todos! La pregunta obligada es si Morena puede convertirse en algo así y yo digo, sin temor a equivocarme, que sí. Si no se le cuida, sí. Y su fundador tiene mucho trabajo todavía para evitar que suceda.
El 20 de noviembre de 1969, en Irapuato -había dejado la Presidencia en 1940-, el General Lázaro Cárdenas del Río lanza un testamento político a propósito del aniversario de la Revolución Mexicana. Y nunca más hablaría en público. Cárdenas no se refiere a la matanza de estudiantes ocurrida un año antes, y aunque plantea que “vivimos en una época de inconformidades, en una atmósfera revolucionaria de dimensiones universales en que todo se pone a juicio”, no denuncia lo que ha pasado. Se queda en la orilla. No se atreve a poner el dedo en la llaga desde adentro. Llama a establecer “alianzas múltiples con los sectores dispuestos a defender al pueblo de la explotación oligárquica e imperialista”, pero no menciona que su partido, el PRI, y el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, eran parte de lo que se había podrido. Moriría poco menos de un año después. Al testamento, creo yo, le faltó una buena dosis de autocrítica.
Me parece que el Presidente debe razonar la idea de regresar, más adelante, a su partido. No descansar hasta dejar reglas mínimas y manuales de ética que eviten que se pudra. Debe evitar que Morena se quede corto, como ya lo parece, para encabezar la herencia del movimiento más amplio. López Obrador no puede garantizar que una mujer o un hombre cercano a su 4T asuma la Presidencia en 2024, pero sí puede -y debería- dejar las bases para que la fuerza que lo llevó no se vuelva otro PRD, otro PRI u otro Movimiento Ciudadano, con amplia experiencia en simular, alejados de la gente y muy hábiles para vender manzanas y entregar chatarra. Nos ha pasado por décadas. Nos pasa ahora. Y evitarlo desde adentro sería, sin duda, un gran testamento político.