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LA RAMBLA

El discurso del chofer del camión urbano y los votos que llevó a las urnas

Me di cuenta que no era algo normal lo que pasaba cuando subí al urbano: el chofer miraba de reojo el retrovisor con un gesto duro, la frente húmeda por el sudor y su mano derecha impidiendo el baile histérico de la palanca de velocidades que vemos cuando el camión no está avanzando.

Mete clutch, suelta el freno y la bestia comienza a avanzar, mientras Roberto cobra los 10 pesos y da de feria 50 centavos, ignorando la tarifa, con la habilidad de un artesano.

Es común, sobre todo después de que la pandemia llegara a Sinaloa, que los camiones de la ruta 10 de Abril ignoren los precios legales del pasaje, les vale madre y cobran como si trajeran camiones nuevos o el aire prendido. Si existiera un concurso de la peor ruta de urbanos en Culiacán, estarían en la terna de los favoritos para llevarse el gran premio.

Y es así por las pésimas condiciones en que están los camiones, la baja calidad del trato de sus choferes y nulo sentido común. Pero esta vez se respiraba algo diferente.

Roberto, un hombre de más de 40 años, estatura media y barrigón, interrumpe el silencio con que me topé al subir, apenas unos cinco metros de haber avanzado el urbano por el bulevar Santa Fe.

“Es un abuso, puro chingar al pueblo... que puro Sinaloa, por favor, hombre, y todavía hay gente que se las cree, que con un billete de 500, una despencita se la compran así de sencillo”, rezonga.

Entonces entendí que el silencio había sido una pausa que Roberto hizo cuando me subí al camión.

Frena. Guarda silencio otra vez, permite subir a un par de señoras frente a la escuela Abraham Heredia Trasviña, cobra y prosigue: clutch, suelta el freno, acelera.

“Lucran con la necesidad de la gente, compa, eso es lo que hacen, lucran con la necesidad de la gente pobre, pobre”, lamenta.

Y los demás parecen ignorar buscando algo en el camino, pero su atención no pasa de las ventanas ni de los cristales abiertos.

El calor no es un factor determinante aunque son las 10 y media de la mañana, aunque Roberto no haya prendido el aire -porque no sirve o porque mejor se ahorran diesel y siguen cobrando 10.50-, y aunque falte mucho para llegar al centro de la ciudad, a donde la mayoría siempre baja.

Es el domingo 27 de mayo, una semana antes de las elecciones a Gobernador en Sinaloa, y la pelea se centra entre los punteros: Rubén Rocha Moya, de la alianza Morena y Partido Sinaloense, y Mario Zamora Gastélum, de la alianza Va por Sinaloa del PRI, PAN y PRD.

Roberto tiene un timbre de voz grueso, pero el coraje que denota con sus apuntes, llama la atención.

“Nosotros no somos pobres, somos millonarios, hay gente verdaderamente jodida, no aquí, pa’l sur (del país), allá comen puro frijolito con tortillas, y de ahí no sale”, recalca.

“N’ombre, nosotros vivimos en una casa de Infonavit, con clima, cable, pantalla plana, no hay pobreza, comemos carnita de perdida cada 15 días, pescadito”.

Luego da más detalles, adereza sus dichos con dramatismo y busca llegar con el comentario lacrimógeno: hay lugares en México en donde tienen que dormir en condiciones muy precarias, con varios grados bajo cero en donde tiene que disponer de varias cobijas o hasta echar brasas bajo sus camas.

“Y esa es a la gente que se le sigue traicionando”, dice casi declarando.

Roberto parece recitar un sermón, pero con sus seguidores a la espalda, a quienes voltea a ver por el retrovisor y a través del acrílico que instalan detrás de la silla del chófer.

Se quita el sudor con una pequeña toalla guinda que se cuelga del hombro derecho y apresa con los dientes.

Nadie responde, nadie hace ningún ruido, pero sus frases ya opacaron el run run del motor.

De pronto una señora que está sentada en el primer asiento del camión, que se subió por la Obrero Mundial, asienta, dándole la razón a Roberto.

Luego otra mujer también asiente.

Luego otro pasajero que hasta le regala un “hey, es cierto”.

Sinaloa, con la elección, se polarizó entre quienes decepcionados de Morena, esperaban que no llegaran a gobernar en el estado y se mantuviera el PRI en el poder, y por otro lado los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, convencidos de que Rocha Moya aterrizaría la cuarta transformación, pero con el asterisco de haber hecho una alianza con el Partido Sinaloense y su dirigente estatal Héctor Melesio Cuén Ojeda, a quien se le ha acusado de ser un cacique de la UAS.

Roberto da la impresión desde el principio de ser de los segundos.

“Van a ver, nada más gana Rocha Moya van a ver, ira”, y hace un ademán, “y va a haber una lloradera de huevones”.

“Van a ver, mira, ay, papito, ¿por qué?, ¿porque creen que ellos no quieren que llegue el viejito? Porque el gobierno y la UAS es una pila de huevones que hay que desaforar”.

Como arenga, las palabras de Roberto sacudieron a los pasajeros. Entonces tenía la atención de casi todos.

“Toda esa bola de aviadores, mira”, grita y hace un chiflido, “va a haber una limpia que a ¡cómo van a llorar hijuelafregada!, muchos cabrones van a llorar... sobre todo esos que tienen años viviendo a costillas de la UAS y del gobierno”.

Roberto habla más fuerte, está envalentonado. Critica, modula la voz y se hace escuchar, como sabiendo qué es lo que su media docena de seguidores quisiera escuchar.

“Eso es de lo que la gente está harta”, reniega.

Luego individualizó sus críticas, contra el PRI, contra el PRD, contra el Verde Ecologista y contra otros.

“¿Por qué creen que el Verde soltó al PRI y ahora se fueron con Morena?, si toda la vida fue una rémora del PRI”, cuestiona al aire.

“Pues por los 900 millones que les dan por el puro registro, cada año”, dice.

Llegando a la Ley Humaya, Roberto ha dejado de hablar para todos. Simplemente cerró con el tema de los partidos, como si fuera un discurso preparado.

Ignoro si Roberto lo habrá repetido, pero su pasión por el tema era evidente.

Una semana después Rubén Rocha Moya obtuvo 624 mil 225 votos, lo que representó el 56.6 por ciento de la votación total en el estado.

Después de conocer el resultado me gusta pensar en cuántos votos habrán llegado a las urnas gracias a Roberto y sus discursos en el 10 de abril.