Movimiento Ciudadano, el partido que pretende constituirse en una tercera vía en las elecciones de 2024, enfrenta un dilema: esperar a que Marcelo Ebrard termine de romper con Morena y adoptarlo como candidato, o apostar por uno de los suyos.
La disyuntiva deberá resolverse en octubre, mes en el que Ebrard puede esperar el veredicto de la Comisión de Honor y Justicia de Morena y, eventualmente, impugnarla ante el Tribunal Electoral, y en el que MC deberá registrar ante las autoridades electorales el método con el que definirá su candidatura presidencial de 2024.
Los tiempos se empatan para ambos, el morenista inconforme y el partido ávido de una candidatura atractiva. Pero la armonía en los tiempos no se corresponde con las diferencias que este tema ha provocado y su potencial de crisis al interior de Movimiento Ciudadano.
La decisión adoptada en julio por MC de no sumarse al Frente Amplio por México, para desmarcarse claramente del PRI, PAN y PRD -los partidos más desprestigiados del sistema político mexicano-, parece razonable estratégicamente, pero encontró resistencias en Jalisco, donde más que un bastión de MC, lo que hay es un grupo político liderado por el Gobernador Enrique Alfaro.
Esa crisis -expuesta a través de desplegados- no ha terminado de salvarse, cuando ahora se asoma un nuevo frente interno: la inconformidad del Gobernador de Nuevo León, Samuel García, ante la posibilidad de abrirle la puerta a Marcelo Ebrard para que use a MC como el instrumento que le permita estar en la boleta en 2024.
Ambos gobernadores parecen apretar a Dante Delgado y a los miembros de la “coordinadora”, esa cúpula que lo acompaña y que, desde “lo nacional”, ha avalado todas las decisiones personales del fundador y propietario de MC. Cualquier decisión que adopten provocará tsunamis en Jalisco y Nuevo León, los bastiones que hacen relevante al partido naranja en el tablero nacional.
Una ruptura en cualquiera de los dos estados dejaría a MC cojo de cara a 2024: Jalisco es uno de los nueve estados donde se renovará la Gubernatura y Nuevo León tendrá elecciones municipales y de Congreso. En ambas entidades MC buscará ganar la elección del Senado, las diputaciones federales, las capitales (Guadalajara y Monterrey) y un buen caudal de votos para su registro nacional.
Más que bastiones, Jalisco y Nuevo León se han convertido en la razón de ser de Movimiento Ciudadano, pues uno de sus graves problemas es que no ha logrado hacerse relevante en ninguna otra entidad.
En el sexenio de López Obrador se renovaron ya 24 gubernaturas y MC sólo fue competitivo en dos estados: Nuevo León, donde ganó en 2021, y Campeche, donde quedó en segundo lugar con el ex panista Eliseo Fernández Montúfar.
Sus votaciones de menos de 10 por ciento en las elecciones estatales de 2022 (Tamaulipas, Durango, Aguascalientes, Quintana Roo, Oaxaca e Hidalgo) fueron el precedente de una decisión que, en 2023, mostró el tamaño real de MC: la de no competir en el Estado de México y Coahuila.
De cara a 2024, MC sólo tiene clara su participación en Jalisco, donde postulará al Alcalde de Guadalajara, Pablo Lemus, o al Senador Clemente Castañeda. Y parece tener un buen candidato en la Ciudad de México, Salomón Chertorivski, un diputado con buena presencia en medios, pero que en 2021 apenas obtuvo 9 mil votos en el distrito 10 de la Alcaldía Miguel Hidalgo.
MC no tiene prospectos relevantes -o al menos conocidos- en el resto de las entidades donde se renovarán gubernaturas: Chiapas, Guanajuato, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán. Y esperar a recoger el cascajo de los procesos internos de las dos grandes coaliciones no parece ser la vía apropiada para un partido que pretende colocarse como la alternativa entre el oficialismo y la oposición de los mismos de siempre.
En ese contexto hay que leer la decisión de Dante Delgado de no cerrarle la puerta a Marcelo Ebrard y esperar a que termine de decidir su futuro fuera de Morena.
De hecho, a estas alturas, la decisión de Ebrard podría tener más efectos fuera que dentro de la 4T, donde todo se encarrila ya al apuntalamiento de la candidatura de Claudia Sheinbaum, con pocos impactos reales de la inconformidad de los llamados ebrardistas.
En MC, la presencia de Ebrard podría generar un desencanto en Nuevo León, pero implicaría la adopción de algunos cuadros que no le caerían mal al partido naranja (Malú Micher en Guanajuato, por ejemplo), y un cierre de filas entre quienes ya admiten que el ex Canciller tendría más votos que Samuel García.
Si la decisión estratégica de Dante Delgado y su grupo compacto es crecer en 2024 aunque se pierda la presidencial, mejor perder con Ebrard y un mayor porcentaje de votación que el que podría generarles Samuel García.
En el Frente Amplio por México, la decisión de Ebrard también tendrá repercusiones. A ocho meses de los comicios, dentro y fuera del frente opositor hay consenso en que una eventual postulación del ex Canciller causaría más daño a Xóchitl Gálvez que a Claudia Sheinbaum.
El voto de la Senadora panista es volátil y basado en el antilopezobradorismo, que ha sentado sus reales entre la clase media alta de zonas urbanas; el de Sheinbaum se sustenta en el voto duro de Morena y la popularidad del presidente, principalmente entre clases populares.
Faltan ocho meses para la jornada electoral (junio de 2024), y tres meses para la definición de la boleta electoral (enero). Y, aunque la contienda real será entre Xóchitl y Sheinbaum, la definición de Ebrard y la solución del dilema de MC aún podrían ser decisivos.
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