En la reciente visita a Sinaloa del Presidente Andrés Manuel López Obrador presenciamos, en su conferencia mañanera, una convincente exposición del Gobernador Rubén Rocha Moya, sobre el juicio que se ventila, en la Fiscalía del Estado, contra el ex Rector Jesús Madueña Molina, separado del cargo por obstruir la justicia y abuso de autoridad.
El origen del diferendo de funcionarios de la UAS con el Gobierno del Estado tiene su origen en la negativa, en particular del ex Rector Madueña, de no permitir a la Auditoría Superior del Estado que audite los recursos financieros que el Gobierno entrega a la Universidad como subsidio. A todas luces se ve que esta negativa no tiene fundamento legal, porque los recursos que reciben son públicos y no debe haber opacidad en su manejo. Todo apunta a que la administración recurre a marrullerías para eludir cumplir con una demanda popular: la rendición de cuentas a que está obligada la institución, tanto con el Gobierno del Estado como con el federal, así como con la ciudadanía. Es obvio que toda institución que recibe recursos públicos tiene la obligación de dar certidumbre sobre el destino de esos recursos.
La sociedad sinaloense reprueba la postura politiquera de los directivos de la institución rosalina y no acepta que, con chicanadas evasivas, traten de eludir su responsabilidad de rendir cuentas claras. La marrullería de esta directiva busca salirse por la tangente ante las evidencias de malos manejos y, con una actitud leguleya, evadir su responsabilidad en los casos de los que se le acusa.
El pueblo de Sinaloa reprueba rotundamente que se suspendan clases en las aulas universitarias, y que a sus docentes y estudiante los acarreen como objetos, para apoyar a los indiciados en sus comparecencias ante los jueces, lo cual es una forma burda de presionar y querer torcer la justicia. Es lamentable que cada vez que comparece el ex Rector Madueña y sus socios coacusados por la Fiscalía del Estado, un partido local incrustado en la Universidad organice esos tristes espectáculos. Nada tienen que ver los maestros, trabajadores y estudiantes en estos líos en que se metieron los indiciados, todos deben entender que su situación es estrictamente legal, no política.
A mediados del presente mes, por la información obtenida por Noroeste, nos enteramos que los acusados por la Fiscalía habían realizado, por lo menos de junio de 2022 a abril de 2023, un ejercicio indebido de la función pública y otros desvíos. Funcionarios de la élite que controla la Universidad, como Héctor Melesio Cuén Díaz y Salvador Pérez Martínez, quienes se vieron obligados a renunciar, se elevaron, en ese corto periodo (comparando las respectivas nóminas), sus salarios en un 41 por ciento, muy por encima de los magros aumentos que obtienen los profesores y trabajadores universitarios.
Los hechos por sí solos hablan: se manejan discrecionalmente los recursos en la UAS. Es, como dice el dicho popular, “un secreto a voces”. Es justo y necesario que se ponga un hasta aquí a ese manoteo y las finanzas de la Universidad más importante de Sinaloa se manejen con pulcritud y transparencia. Los ciudadanos de esta entidad no toleran que haya anarquía -por decir lo menos- en el manejo de los recursos, que deben destinarse por entero a la educación de los jóvenes sinaloenses. Ese es el quid del caso que actualmente atiende la Fiscalía y que, insistimos, debe resolverse conforme a derecho. Y eso es lo que exige la sociedad sinaloense y que, además, se siente un precedente para que nunca más cacicazgos postizos se enquisten en la Universidad de todos los sinaloenses.
Por fortuna, la Universidad tiene una gran tradición, con casi 150 años de impartir el conocimiento en la geografía sinaloense. Cuenta con grandes reservas de autoridad moral y ética para salir del pantano en el que, por circunstancias de su historia reciente, la hicieron caer temporalmente en garras de aventureros y oportunistas políticos que han estancado su camino hacia la cúspide, como reza su lema. Nada de lo que aquí se afirma está fuera de la realidad, es un grito que retumba en las montañas y en el mar de nuestro hermoso solar sinaloense.
No dudamos que volverá a florecer el espíritu de los más preclaros hijos de la Universidad, que se retomará más pronto que tarde el rumbo que engrandezca a la Academia y difunda el conocimiento. Los intereses de grupúsculos y la politiquería deben ser cosa del pasado. La Universidad superará su actual crisis, retomando su vuelo hasta la cúspide, esparciendo cultura y saber.