Desinformación: un desafío global y el rol esencial de la ciudadanía

13/02/2025 04:01
    “La desinformación es el enemigo de la democracia. Debemos combatirla con educación, transparencia y un compromiso inquebrantable con la verdad”._ António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.
    En un mundo hiperconectado, la desinformación y las noticias falsas no solo viajan más rápido que las verdaderas, sino que también tienen un impacto devastador en la percepción colectiva y en la confianza social.

    El Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza, destacó en su Informe de Riesgos Globales 2025, publicado en enero, que la desinformación y las noticias falsas representan uno de los desafíos más apremiantes que enfrenta la humanidad en la actualidad.

    En un mundo hiperconectado, las noticias falsas no sólo viajan más rápido que las verdaderas, sino que también tienen un impacto devastador en la percepción colectiva y en la confianza social.

    La desinformación no es un fenómeno casual; responde a intereses políticos y estratégicos. Actores diversos, desde figuras políticas hasta redes de poder, explotan emociones como el miedo y la ira para construir bases de apoyo, ya sea en términos de lectores o de capital político. Este tipo de manipulación emocional no sólo fomenta la polarización, sino que debilita los pilares esenciales de las democracias, como el diálogo, la confianza y la cohesión social.

    Un ejemplo preocupante de esta dinámica es la decisión del presidente de Facebook, Mark Zuckerberg, de no intervenir en la moderación de contenido en su plataforma. Esta postura ha convertido a Facebook en un terreno fértil para estrategias de desinformación que amplifican noticias falsas y profundizan las divisiones en nuestras sociedades. La falta de regulación en estas plataformas permite la propagación de mentiras, erosionando la ya frágil confianza en las instituciones y dañando el tejido social.

    Nos encontramos ante un fenómeno profundamente amenazante: un entorno donde las noticias y sus emisores manipulan o distorsionan la información, impidiendo que las sociedades comprendan la verdadera magnitud de los problemas que enfrentan.

    El desafío no sólo radica en el contenido falso, sino también en cómo estas narrativas moldean percepciones, decisiones y comportamientos colectivos.

    El caso de Donald Trump ejemplifica esta problemática de manera contundente. Como político hábil, ha utilizado la provocación y la difusión de datos falsos para consolidar su liderazgo y llevar adelante su agenda política.

    Este estilo de gobernar, basado en la manipulación y la polarización, está sentando un peligroso precedente que otros líderes podrían adoptar como modelo de ejercicio del poder.

    Además, las redes sociales, respaldadas y manejadas por grupos de poder, se han convertido en sus mejores aliadas para amplificar estas falsas narrativas. Los algoritmos, diseñados para priorizar contenido que genera interacción -frecuentemente sensacionalista o divisivo-, refuerzan un ciclo vicioso de desinformación que profundiza las divisiones sociales y debilita los lazos comunitarios.

    En este contexto, donde la mentira avanza más rápido que la verdad, enfrentamos un desafío urgente que requiere acción colectiva.

    Los ciudadanos tienen un rol fundamental: fomentar el pensamiento crítico, exigir mayor transparencia a las plataformas digitales y fortalecer las instituciones que promuevan la verdad y el bien común.

    Sólo a través de una ciudadanía informada y activa podemos contrarrestar esta amenaza, proteger los valores democráticos y construir un futuro más justo, solidario y basado en la confianza mutua.

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    El autor es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A. C.

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