El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (prueba PISA, por sus siglas en inglés) es un instrumento de comparación educativa internacional, sin embargo, su verdadero valor para México requiere una evaluación más profunda. Esta prueba mide competencias en lectura, matemáticas y ciencia en jóvenes de 15 años, y aunque ofrece un punto de referencia global, su limitado alcance y contexto de diseño no capturan fielmente la realidad y los retos específicos que enfrenta el sistema educativo en un país en desarrollo como México.
La prueba PISA, desarrollada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), evalúa las habilidades en lectura, matemáticas y ciencias de estudiantes de 15 años, con un enfoque en su capacidad para aplicar estos conocimientos a situaciones de la vida real. Se realiza cada tres años en una variedad de países, proporcionando una comparación internacional del rendimiento educativo desde el año 2000. Aunque es una herramienta valiosa, ha habido críticas a su enfoque, particularmente en cuanto a su énfasis en habilidades utilitarias en lugar de un conocimiento más amplio.
Los resultados de México en las pruebas PISA requieren una interpretación cuidadosa en el contexto educativo del país. A lo largo de varios ciclos de evaluación, México ha mostrado una tendencia descendente, ubicándose consistentemente por debajo del promedio internacional según la OCDE. Una posible explicación de este bajo rendimiento podría radicar en que el sistema educativo en México no se enfoca principalmente en desarrollar habilidades prácticas en lectura, matemáticas y ciencias para estudiantes de 15 años, sino que se orienta hacia otras habilidades no evaluadas por PISA, como habilidades conceptuales y de razonamiento deductivo. Estas competencias, aunque esenciales, no forman parte del examen.
La evaluación PISA, concebida principalmente bajo el prisma de naciones industrializadas, podría no reflejar plenamente los desafíos particulares que enfrentan las naciones en desarrollo, entre ellas México. En el caso de este país, los estudiantes afrontan obstáculos singulares que exceden el ámbito de esta prueba, como las marcadas disparidades socioeconómicas y las variaciones en el acceso a una educación de calidad. Estos factores deben ser cuidadosamente sopesados al examinar los resultados de PISA y al trazar estrategias educativas que no solo aspiren a elevar el rendimiento en dichas evaluaciones, sino también a robustecer el sistema educativo en todas sus facetas.
Adicionalmente, es importante destacar que PISA no brinda una representación adecuada del contexto socioeconómico y de salud en las áreas rurales y de bajos ingresos, que son prominentes en México. A pesar de las reformas implementadas en el ámbito educativo, los resultados obtenidos no han experimentado mejoras sustanciales, sugiriendo la posibilidad de que los recursos asignados a la educación y la investigación científica pudieran ser insuficientes.
Existe una correlación clara entre la inversión en educación y los resultados obtenidos en PISA. Los países con mayor soporte económico en este sector suelen destacar en la evaluación. Por el contrario, México enfrenta limitaciones en su capacidad de inversión, lo que repercute directamente en el desempeño de los estudiantes en las pruebas estandarizadas. Esta realidad pone de manifiesto la necesidad de revisar y aumentar el soporte financiero para la educación, con el objetivo de mejorar los factores que inciden en el aprendizaje y la calidad educativa.
Para finalizar, resulta imprescindible reconocer que el avance educativo y social de México se sustenta en la fortaleza de las inversiones en ciencia y educación. Es urgente un incremento en la financiación de estos ámbitos, bajo un esquema de planificación estratégica y visión de futuro, lo cual redundará en beneficios sustanciales más allá de los marcadores de evaluaciones como PISA, hacia un progreso integral y duradero de nuestra sociedad. Es imperativo adoptar una estrategia educativa integral, que valore la diversidad y calidad educativa, trascendiendo los límites de las pruebas estandarizadas para satisfacer las verdaderas necesidades del alumnado mexicano. Se invita a una acción conjunta entre instituciones educativas, el sector privado y el gobierno, para asegurar una educación que sea tanto inclusiva como innovadora, preparando así a las generaciones futuras para los desafíos del mañana.
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