Deletreando los 49 años de Noroeste
La tenacidad del periodismo valiente
alexsicairos@hotmail.com
Acercándose al medio siglo de vida, el diario Noroeste significa el fruto más maduro de la lucha en Sinaloa por la libertad de expresión y derecho a la información, estandartes que en el tiempo nuevo los ciudadanos ondean como nunca antes por las posibilidades de la tecnología digital y el crecimiento de la participación cívica que democratizan también el acceso a las tribunas. Los largos casi 50 años andados se sintetizan en resistencia y credibilidad, dos proezas del librepensamiento contenidas en miles de páginas de papel y gigabytes de contenidos en la web y redes.
Noroeste proclama la fragilidad del vaticinio tremendista sobre la extinción de medios impresos y al mismo tiempo encarna la osadía de atraer audiencias que deciden informarse por fuentes confiables, sin optar por las fake news que las arrastran al sensacionalismo. En ambos casos, el olor a tinta y la vertiginosa narrativa analógica hacen persistir la tradición de cautivar a través del dato corroborado, la rigurosa investigación periodística y las herramientas multimedia que cada vez asientan la pertinencia de no dar la noticia primero sino ofrecerla de mejor manera.
Así sobrevivió a los agoreros que con la apantallante irrupción de la televisión anunciaron la desaparición de la imprenta o los que vieron venir las aplicaciones de la Internet y quisieron quemar las rotativas. La hazaña de permanecer y adaptarse a los cambios se torna doblemente loable si el amarillismo y la información soez, que aún en la tragedia lucran con la sangre y las lágrimas humanas, son proscritas de las políticas editoriales.
También ha desafiado eternamente Noroeste las aguas bravas de la intolerancia. La narcopolítica que se enquistó en Sinaloa desde los 70 y la labor informativa que visibilizó el extravío de la línea divisoria entre Gobierno y crimen organizado; la toma del poder político por métodos violentos eliminando a los divergentes con igual barbarie; la preeminencia de los capos y sicarios del Cártel de Sinaloa que anuló a gobernantes e instituciones legítimamente instalados; la cleptocracia organizada que ideó un sistema anticorrupción a la medida de las impunidades; y la militarización de la seguridad pública como forma más de intimidación y adoctrinamiento que de protección a ciudadanos en paz.
Náufrago que supo construir su propia isla de autonomía, este diario da testimonio en sus páginas y memorias informáticas del nado a contracorriente en olas que no lograron hundirlo. Agresiones violentas contra su equipo humano e infraestructura física, utilización de recursos públicos con fines de aniquilación editorial, campañas de denostación que quisieron penetrar su gruesa armadura de la dignidad, crisis económicas y pandemias que lo sacudieron aunque no lo colapsaron, y pódiums gubernamentales que trasminan la tentación de erigirse como jefes de información.
Vio caer, porque no se arredró ante ellos, los penosos contextos del Sinaloa en la guerra bestial denominada Operación Cóndor, la cínica entelequia que cubrió al sur de palmeras que prometían la bonanza cocotera mientras aterrizaban allí mismo las aviones de los narcos, la peligrosa sentencia oficial de “si no estás conmigo es que estás contra de mí”, al político bailador que en los hechos danzó con los lobos de la corrupción, la del Mandatario angosturense que sin saber poner orden normalizó la carnicería sexenal y el período aciago para el periodismo que abrió con la inmolación de Javier Valdez, el compañero que volvió a morir por las ráfagas de impunidad.
En la globalización de la información, lo local y nacional encuentran preponderancia mediante enfoques, lupas, criterios y visiones que intentan encontrar situaciones que se disimulan en los puntos ciegos de lo político, económico y social, mismas que al no ventilarse representan celadas perfectas para lectores y followers. Ininterrumpidamente Noroeste va contra el desconocimiento funcional de la realidad, aquel que quisieran los incitadores a que la gente no lea periódicos ni vea o escuche noticieros.
En fin, este diario constituye la prueba viviente de que aquello que no muere por golpes de irracionalidad y autoritarismo, se fortalece en la digna voluntad de resistir. No se acabó el cine por el auge del streaming, ni se avejentó el periodismo por el cambio de paradigmas, como tampoco cedió la demagogia por la llegada de la izquierda al poder. Este diario certifica en sus versiones impresa y digital que las evoluciones no necesariamente destruyen lo cardinal.
Por todo lo aquí expuesto y por tantas razones más, a punto de llegar a las bodas de oro Noroeste tiene bastante para celebrar y los sinaloenses la posibilidad de refrendarlo como patrimonio de la sociedad. Los públicos que se reinventan, rebelan, reflexionan, que no se conforman con versiones únicas, que cuestionan las posverdades como celadas del monólogo, son la razón de ser de esta tribuna y, lo mejor, tienen al alcance un prototipo de periodismo que ya pasó las pruebas de la tenacidad y la las intrepideces.
Ninguno se pasa de tueste,
Por a los 50 años llegar,
Al contrario, a Noroeste,
La edad lo va a resetear.
Desde el punto de vista personal y como acompañante, esporádico en el tiempo y permanente en la convicción, de un modelo de comunicación donde al trabajo periodístico se le respeta en sus varios géneros, dejo constancia de ideas y posturas desarrolladas sin limitantes, con los pilares sólidos de las garantías a decir y analizar así no sea manifestada, porque no pretendo hacerlo, la verdad absoluta ni la mentira camuflada como veraz. Hablo así porque en cuestiones de libertades me ha ido bien en este espacio de opinión que pongo al servicio de las audiencias e intento reconstruir cada día como nicho seguro para los grandes ideales.
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