¿Cuántos muertos son muchos?
El pasado viernes dejaron cuatro cuerpos en la carretera que conecta a Mazatlán con Durango. Eran todos hombres, estaban atados y tenían visibles huellas de tortura y disparos de arma de fuego. Los dejaron amontonados en el túnel del Cerro Santa Lucía. Llevábamos meses de no tener hechos violentos en esa vía tan importante para el flujo turístico del Bajío a Mazatlán.
Con ese hallazgo, Sinaloa rebasó la cifra de las mil muertes desde que los Guzmán y los Zambada decidieron hacerse la guerra en esta tierra que compartimos.
En Noroeste publicamos en portada esa dolorosa cifra. No porque nos guste, sino porque nuestra primera obligación en medio de esta crisis de inseguridad es el registro preciso de lo que sucede.
También hemos superado las mil 100 privaciones de la libertad de personas, de las cuales al menos un 63 por ciento permanecen desaparecidas y otro casi 9 por ciento forma parte de la estadística de homicidios.
Y aunque, por rigor metodológico y respeto a las familias de las víctimas homicidios y desapariciones no se pueden sumar, el agregado de ambas violencias nos dice que estamos ante la peor guerra intestina del Cártel de Sinaloa en este siglo.
El problema es que los sinaloenses llevamos tantos días, semanas... meses ya, sumidos y abrumados por la violencia diaria, que mil muertos ya no nos dicen nada, ni generan ningún tipo de indignación.
Desde la política, la nota con la estadística se usa para que los morenistas en el Gobierno se quejen de nuestro periodismo o los opositores de corta memoria la usen para ponerle la etiqueta “narco” a todo lo que nombran, reduciendo a blancos y negros un problema complejísimo repleto de escalas de grises.
Pero no, nadie quiere entender cómo funcionan las violencias que nos afectan, dónde y cuándo ocurren, por qué... tampoco pensar en las víctimas directas e indirectas. Menos aún como salir de una crisis humanitaria como la que vivimos.
Hoy, metidos todos en el lucro mediático y político del hallazgo macabro del Rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, sirviendo de voceros del discurso criminal del supuesto video del CJNG, dejamos de ver que mil muertos en poco más de seis meses en un estado como Sinaloa son muchos muertos.
O tal vez no son “tantos”, si nos damos cuenta que en esos mismos seis meses en Guanajuato asesinaron a 80 por ciento más personas que en Sinaloa, de modo que nuestro estado no es el más violento del País aunque concentre tanta atención nacional e internacional. Lo que tampoco significa que sea pacifico. Consuelo de tontos, pues.
La verdadera desgracia es que contar muertos por millares es algo que llevamos haciendo desde hace casi dos décadas en México, gobernados por políticos indolentes de todos los colores. Y aunque los criminalicemos y normalicemos, son demasiados para un país que se asume democrático y totalmente inaceptables para un gobierno que afirma haberlo transformado.