En 2002, Gabriel García Márquez publicó el libro Vivir para contarla, donde recreó su período de infancia y juventud, vivencias cumbre que le proporcionaron material para forjar el realismo mágico de su narrativa.
Para justificar la historicidad de los recuerdos ahí plasmados, a manera de epígrafe, el escritor colombiano señaló: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Que “El Gabo” y otros hombres ilustres quieran compartir sus vivencias es comprensible, como señaló Montaigne en sus ensayos: “el propósito de servirse de uno mismo como argumento del cual escribir sería excusable en hombres singulares y famosos que por su reputación han suscitado algún deseo de conocerlos”.
Sin embargo, conviene preguntarse si los simples mortales podremos también escribir. Montaigne agregó: “No es conveniente darse a conocer salvo si se tiene algo en lo que hacerse imitar, y una vida y unas opiniones que puedan servir de modelo”.
Empero, para legitimar su osadía de escribir, precisó: “Los otros han osado hablar de sí mismos porque les ha parecido un argumento digno y rico; yo, en cambio, porque lo he encontrado tan estéril y tan magro que no puede surgir sospecha alguna de ostentación”.
Amparado en estas palabras de Montaigne, es que me atrevo a escribir, aunque no tenga su altura. De hecho, mi más duro y certero crítico es mi amada esposa, quien recrimina que no vivo lo que escribo. Es cierto, pero si esperara la perfección jamás escribiría ninguna línea. Además, no me regodeo en mí, sino que me complace citar grandes autores para extraer la médula de su enseñanza.
Cordialmente invitados mañana, a las 18:00 horas, en el Museo de Arte de Mazatlán, a la presentación de mis libros.
¿Escribo y cuento para vivir?