He estado relativamente cerca de decenas de contiendas electorales; apenas empezó la del 2024 y ya tengo las primeras noticias de algo que se repite sin falta: quienes construyen las propuestas-ofertas analizan lo rentable y lo no rentable para conseguir votos y suelen dejar afuera los temas que, según sus cálculos, no ayudarán a ganar.
El problema es que esto reproduce un círculo vicioso que debilita las posibilidades de construir seguridad porque se ponen a un lado asuntos que son a mi entender mucho más relevantes, comparados con muchas de las promesas que sí se lanzan.
Es cierto, algunos temas tienen grados altos de complejidad y es dificilísimo incluirlos bajo las lógicas ordinarias de las elecciones, donde cada vez vale más decir poco y rápido y cada vez vale menos argumentar, justificar y explicar, dando tiempo al discernimiento.
Seguridad y policía no son lo mismo, pero el ejemplo es el más ilustrativo. Me casé a principios de siglo con la teoría de police accountability (rendición de cuentas policial, en la mejor traducción posible). Esta teoría enseña que los problemas de la policía son sistémicos, es decir, son manifestaciones de la estructura, las reglas y los procedimientos escritos y no escritos, de manera que si se les quiere resolver se tienen que mejorar los ecosistemas institucionales.
Esta teoría echó por tierra hace décadas el engaño -que siguen usando- de la manzana podrida. Claro que hay desviaciones que pueden deberse a conductas estrictamente personales y excepcionales, pero la investigación científica con base empírica ha develado que así no sucede generalmente en la policía. Justo el gran valor agregado de police accountability es comprobar que el conflicto de la policía con las leyes y los derechos humanos se prolonga cuando no se hacen ajustes mayores en perspectiva sistémica.
Pues aquí está justo el problema: ¿quién en un proceso electoral en México ofrece o exige reparación sistémica de la policía? Prácticamente nadie; pero sí se ofrece profesionalizarlas, sanearlas y demás, sin dar cuenta que eso no sucederá, o sucederá de manera limitada y frágil porque la policía seguirá repitiendo sus conflictos sin ajuste estructural.
Entonces, sin saberlo, se vota por ofertas electorales que pasan al lado de lo que verdaderamente necesita hacerse para entonces poder ofrecer seguridad. Se vota por algo muy parecido a un espejismo: se ve bien, pero es irreal. Déjenme ponerlo de esta otra manera: se ofrece seguridad sin explicar cómo serán aseguradas las instituciones mismas.
No hemos logrado posicionar esto en el debate público tampoco en tiempos diferentes a los electorales. Nuestra pedagogía política y social ha sido insuficiente y desde luego no ayuda que los gobiernos, primeros responsables de la policía que depende de ellos, hagan hasta lo más posible para que la sociedad jamás exija la corrección institucional profunda. La cosa se resuelve “fácil”: la promesa es profesionalizar, los detalles se quedan afuera y se acabó. Así ha sido toda nuestra historia en la gran mayoría del País.
Y peor: la irrupción militar en tareas policiales nos aleja aún más siquiera de la deliberación de estos enfoques porque la cultura institucional castrense es aún más opaca y lejana a cualquier posibilidad de rendición de cuentas justo en clave sistémica.
La policía es como una cebolla, está formada por capas y si vas atravesándolas llegas al centro. En police accountability el centro es el sistema disciplinario. Si la policía se controla o no a sí misma y si hay vigilancia externa sobre ello, es el tema prioritario desde esta teoría. El sistema disciplinario es como la cocina de un restaurante, ahí se toman las decisiones que controlan la calidad o no del menú.
Si las personas candidatas no dan cuenta de esto, si nadie lo ofrece y por el lado social igual nadie o casi nadie exige que se nos explique cómo se arreglará “la cocina” de las instituciones policiales y de las fuerzas armadas en tareas policiales, entonces, sin saberlo, estaremos votando por la prolongación de la inseguridad, con instituciones fuera de control o, en el mejor de los casos, controladas por alfileres, entendidos como esas personas que ocasionalmente fortalecen el sistema disciplinario y la vigilancia externa, pero que una vez que salen, todo se cae.
¿Nada fácil el tema? Así es. En todo caso, supongo que usted no quiere votar por la prolongación de la inseguridad.
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@ErnestoLPV
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