Ciudades ‘cantina’

ENTRE COLUMNAS
    Magaluf es el mejor ejemplo de una ‘ciudad cantina’, pues se dedica casi exclusivamente a este turismo. Al terminar el verano, queda despoblado, la playa sigue ahí pero no hay casi vida humana. Sus piscinas están cubiertas con lonas y los edificios lucen vacíos. Sólo en invierno se escucha el tronar de las olas del mar y el cantar de las aves.

    omar_lizarraga@uas.edu.mx

    Está por iniciar el verano, y en alguna ciudad turística del mediterráneo español empiezan a llegar grupos de jóvenes de entre 18 y 25 años, ansiosos por aprovechar al máximo sus vacaciones; la mayoría son británicos. Tienen en su mente tres objetivos: playa, alcohol y sexo. Todo lo demás resulta accesorio.

    Al regresar a sus lugares de origen, muchos de ellos recordarán divertidos sus vivencias. Pero otros, ya no estarán en este mundo para contarlo. Una veintena de jóvenes fallece cada verano en promedio. Unos fallecen por ingestión de drogas, otros al caer accidentalmente por el balcón cuando están totalmente embriagados, algunos por accidentes automovilísticos y varios ahogados, también a causa del alcohol y las drogas. Son los “muertos de la fiesta” en palabras del periodista Joan Luis Ferrer.

    De acuerdo a este autor, hay cuatro niveles de degradación en las ciudades dedicadas al “turismo de borrachera” y ejemplifica tomando en cuenta cuatro ciudades turísticas: Lloret de Mar (provincia de Girona), Barcelona, Sant Antoni (Ibiza) y Magaluf (Mallorca).

    En el primer nivel, el desorden se da en espacios destinados para ello. En Lloret de Mar, los jóvenes desenfrenados, vomitan sobre la acera, orinan en la calle, gritan y cantan toda la noche en zonas destinadas al ocio nocturno. El alcohol atrae a gente que vende drogas, a prostitutas, y a una serie de actividades ligadas a este tipo de visitantes. En la mañana siguiente, el suelo lleno de suciedad es recogido por los servicios de limpieza, y al salir el sol, la playa se llenará de familias, los comercios y restaurantes recibirán a todo tipo de clientes.

    En un segundo nivel, el caos entra a los barrios y zonas residenciales. En Barcelona, hay barrios enteros que están siendo devorados por este fenómeno y los vecinos huyen de ellos. Familias que temprano van con sus hijos al colegio, se encuentran con borrachos vomitando y orinando en las escaleras de sus edificios, o a la entrada de ellos. El ruido por las noches no permite conciliar el sueño, porque muchos de esos turistas no se alojan en hoteles, sino en pisos turísticos residenciales. Con el calor del alcohol, rompen puertas, ventanas y porteros eléctricos. En este modelo, los vecinos se quedan con las molestias, mientras que los beneficios económicos se quedan con los turoperadores.

    En el tercer nivel, las peleas y muertes no son algo inusual. En San Antoni, es tal el problema que los borrachos están ocupando un sinfín de recursos de la salud pública, como ambulancias, camillas, camas y personal médico. El “balconing” (la práctica de saltar de un balcón a otro) ha ocasionado muchas muertes. Aquí, la actividad dedicada a la borrachera está mucho más implantada y es mucho más visible que en las otras dos etapas previas. Todo este panorama resulta insoportable para los habitantes locales, que cada vez más huyen del pueblo.

    Finalmente, en la cuarta etapa, Magaluf es como un parque temático dedicado a la fiesta y el alcohol. Es como un “Disneylandia” para los amantes de la parranda y el desenfreno. En este pueblo costero, toda la oferta está enfocada de manera casi exclusiva a este tipo de turismo. El eslogan de los turoperadores es: “Diversión hasta que te recoja el médico”. En sus calles no se observan familias, ni niños. Tampoco algún colegio, tienda de revistas; nada que recuerde a un lugar normal. Joan Ferrer lo llama la “patria de los zombies”. Para platicar en la vía pública hace falta gritar, por el ruido generalizado. La fiesta no para en las 24 horas, y la violencia es cosa común, así como ver parejas teniendo sexo en la playa o en la calle. En un par de años, 32 jóvenes fallecieron al caer desde el balcón de algún hotel. Muchos otros tuvieron fracturas y otras secuelas. Las riñas entre narcomenudistas son cosa de todos los días.

    Magaluf es el mejor ejemplo de una “ciudad cantina”, pues se dedica casi exclusivamente a este turismo. Al terminar el verano, queda despoblado, la playa sigue ahí pero no hay casi vida humana. Sus piscinas están cubiertas con lonas y los edificios lucen vacíos. Sólo en invierno se escucha el tronar de las olas del mar y el cantar de las aves.

    De acuerdo al autor, las cuatro fases han sido evolutivas en estas ciudades turísticas. Después de leer sobre los cuatro niveles del turismo de borrachera, ¿en qué lugar colocaría usted a Mazatlán ahora?

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