Querido papá Genaro Navarro Rodríguez :
Hoy habrías cumplido 79 años. Es un día que me lleva a recordar todo lo que fuiste y todo lo que significas para mí, aunque ya no estés físicamente presente.
Mucho he cambiado desde que te fuiste. En aquel entonces, estaba buscando mi lugar en el mundo, intentando ser el hombre que sabía que podías estar orgulloso de que fuera. Hoy, tengo 50 años, una esposa maravillosa y tres hijos que son la luz de mi vida.
Desde tu partida, me he embarcado en una carrera como psicólogo de empresas. ¿Recuerdas cuánto te fascinaba la psicología y las dinámicas de grupo? Creo que habrías disfrutado escuchando sobre los talleres y programas que he diseñado para ayudar a los equipos a ser más efectivos y conscientes.
Mi familia está creciendo y cambiando, y en cada uno de mis hijos veo destellos de ti: la forma en que sonríen, sus gustos, sus gestos. Están aprendiendo sobre la importancia del trabajo duro, la compasión y la dedicación, valores que tú me inculcaste.
A lo largo de estos años, ha habido momentos de desafío y aprendizaje. Sin tu presencia, tuve que enfrentar situaciones donde me habría encantado tener tu consejo. Pero me he dado cuenta de que, en muchos sentidos, siempre estás aquí. Los principios que me enseñaste me han guiado a lo largo de mi vida.
Me pregunto a menudo cómo serían nuestras conversaciones hoy. ¿Qué consejos tendrías para mí ahora que también soy un hombre maduro, tratando de equilibrar las exigencias de la vida familiar y profesional? Me encuentro aplicando tus enseñanzas no sólo en mi vida sino también en mi práctica profesional, ayudando a otros a encontrar un equilibrio en sus vidas, tal como tú me ayudaste a encontrar en la mía.
Siempre estoy agradecido por la fortaleza y el amor que me diste. Aunque no puedas responder a esta carta, sé que de alguna manera, estás aquí conmigo, celebrando tus 79 años en espíritu.
Te extraño y te quiero mucho, Papá.
Con todo mi amor,
Gnochín
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