Atrapan al público los sicarios de Bobadilla. Debutan en libro ‘El Ñacas’ y ‘El Tacuachi’
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Era motivo de sospechosismo la posibilidad de que detrás de “El Ñacas” y “El Tacuachi” hubiera un autor intelectual que los azuzaba a hacer de las suyas, al estilo de malandros que se escabullen entre el modus operandi de delitos impunes, confabulación gubernamental garantizada y raza que se hace de la vista gorda en tanto no sea ella la víctima. Es lo que se oteaba, pero la tarde del lunes quedó evidenciado que quien les da vida a esos pillos es Ricardo Sánchez Bobadilla, el caricaturista que en defensa propia atribuye los dos personajes más a impulsos del subconsciente que al acto premeditado en sí.
Sin que mediara el “Se busca” o recompensa ofrecida por Fiscalía alguna, la gente acudió en Culiacán al edificio del Archivo Histórico de Sinaloa a ubicar a los facinerosos que Bobadilla recrea y opera a través de sus trazos. Plasmados ahora en el libro “El Ñacas y el Tacuachi, sicarios a la orden”, de editorial Aguilar, resulta todo un homenaje a la calidad y creatividad de los cartonistas sinaloenses que dibujan la realidad y aparte logran que la tragicomedia local nos arranque carcajadas a quienes la vivimos.
Los que iban a comentar el libro, Óscar Fidel González Mendívil y Francisco Campaña, Paquiro, más parecían ministerios públicos que disertadores pues sometieron a Bobadilla a un interrogatorio intenso que lo obligó a develar información confidencial de sus personajes. Éstos no están inspirados en figuras locales de carne y hueso en particular sino en la parafernalia del crimen y sus anexos, transferencia de mea culpa que al final de cuenta lleva a donde mismo: la gente les pone nombre y rango delincuencial.
Después de todo, Ricardo Sánchez Bobadilla resultó absuelto por sus sinodales. González Mendívil le elogió el regreso del cómic de gran calidad ahora en los manejos editoriales de los medios y les encontró al “Ñacas” y “Tacuachi” algún vínculo patibulario con los monos de “Boogie, el aceitoso” a través de los cuales Roberto Fontanarrosa desnudó la actividad mercenaria de las mafias del poder fáctico. A los dos pistoleros inmortalizados en el libro los consideró un producto social, pues si bien no son maestros de ética sí entendieron que el crimen existe y no necesita permiso.
Francisco Campaña se refirió a todos los protagonistas elucubrados desde el escritorio de Bobadilla, augurando que en poco tiempo podía tener más personajes que los que tiene Walt Disney. Le preguntó al autor cómo le hace para a partir de la hoja en blanco aportar distintas tiras cómicas a varios medios al mismo tiempo y la respuesta fue “ni yo lo sé, ahora mismo me están poniendo a pensar en esas cosas”. Paquiro le reconoció que su estilo es único y personal.
La humidad de Ricardo Sánchez, el artista que delinea un nuevo estilo de plasmar la realidad real, sin pretensiones de notoriedad, hizo que lo descubriéramos además como un conversador sencillo pero capaz de arrancarle risas hasta al más circunspecto. En su creación de “La Yoyis” confesó la incomodidad de darle personalidad a pesar de no ser él madre ni ama de casa, pero lo logra atisbando en el comportamiento de las mujeres de la familia para trasladar lo que ellas hacen y dicen hacia la parodia de quien aparte de ser activista es muy cuzca.
Bobadilla, así firma sus cartones editoriales, antes de ser monero quiso probar en las artes cinematográficas pero la vida lo trajo a Sinaloa, por fortuna, a enriquecer al periodismo con el análisis crudo, pero humorístico, de la autenticidad local, aunque más la culichi. Ahora escribe, dirige y controla la película de sus actores más emblemáticos, dos gatilleros a los cuales invariablemente saca bien librados de cuanto brete se meten.
Sea como sea, así la creatividad le llegue a Bobadilla media hora antes de entregar el cartón para su publicación, o deba amputarles una letra a las palabras rudas del léxico popular, “El Ñacas” “El Tacuachi”, “La Yoyis” y “Los CochipolicÍas” tienen que salir a la luz pública porque la apropiación de los personajes por parte de los sinaloenses tiende a pasteurizarlos para reducirles la vocación violenta y crecerles la aptitud lúdica en abono a la costumbre de llorar a carcajadas por nuestros infortunios.
Por eso, el evento enmarcado en el sexto aniversario luctuoso del periodista Javier Valdez Cárdenas cumplió las expectativas de “balazos de risas trágicas” y “balas expansivas de humor negro”. Los aplausos y saludos de reconocimiento ofrecidos al padre creativo del dúo que hace la pantomima del drama cotidiano de la tierra de los once ríos, fueron antes que nada la catarsis indispensable de un pueblo que ya entendió que el plomo no sana con abrazos.
En resumen, la convocatoria fue excelente en la respuesta y la participación del público se dio sin pelos en la lengua. Hubo hasta quien propuso la cohabitación entre los personajes de las diferentes historias de la autoría de Sánchez Bobadilla, esa especie de cruce de roles entre los buenos y los malos, e inclusive alguno que quiso saber si en el “El Viejón” encarnaba alguno de los jefes del crimen organizado en Sinaloa.
Lo bueno de la presentación,
Es que “El Tacuachi”, y “El Ñacas”,
Para presumirnos sus cloacas,
No invitaron a “El Viejón”.
Sólo la intervención del Gobernador Rubén Rocha Moya, y quien sabe ni así, podría evitar que surtan efecto las inminentes órdenes de aprehensión derivadas de las denuncias de la Fiscalía General de la República contra líderes del movimiento que tomó las centrales distribuidoras de Pemex en Mazatlán, Culiacán y Topolobampo, en demanda de mejores precios para las cosechas de maíz y trigo. La disposición viene firme desde Palacio Nacional y determina que la ley debe aplicarse a los que afectan instalaciones estratégicas para la seguridad nacional. Ojalá que haya alguna consideración atenuante para este sector que en la desesperación acudió a acciones extremas.