A 6 años, Javier Valdez anda por aquí. Vive entre nosotros, exigiendo justicia

OBSERVATORIO
    Y aquí estamos en otro 15 de mayo sombrío sin que la justicia arroje el haz de luz que haga menos tenebrosas las expectativas del auténtico periodismo, libre y creíble. La indignación está tatuada en reporteros y medios que corroboran que, a seis años de la inmolación de Javier Valdez, las agresiones al sector prensa prosiguen y escalan en peligrosidad porque la indefensión empieza con la indiferencia del gobierno y la inacción legal que envalentona más a los agresores.

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    Seis años después de que presuntamente Dámaso López Serrano, el “Mini Lic”, dio la orden a sus pistoleros para que asesinaran a Javier Valdez Cárdenas, el periodista que denunció en el contexto internacional el trabajo reporteril de alto riesgo que se realiza en Sinaloa, el Estado mexicano se agrega como perpetrador del crimen al tornarse omiso y negligente en la justicia que le corresponde impartir. Por querer apostarle al olvido, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador permite que la impunidad transexenal le venga “como anillo al dedo” a la delincuencia que también interpreta como permiso para matar la arenga presidencial contra la prensa.

    El paso del tiempo, sin embargo, hace la labor de engrandecer y mantener vigente la lucha de Javier Valdez por un periodismo sin la granada de fragmentación en la boca. La historia escribe la ley de la memoria perene para aquellos que se jugaron la vida en defensa de causas y libertades que le son inherentes a la sociedad entera. Podría ocurrir que las fiscalías y tribunales le agreguen paladas de indiferencia a la tumba del “Bato”, pero el recuerdo de su legado lo sacará del olvido cuantas veces sea necesario.

    La Fiscalía General de la República y la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión debieron haber ido por Dámaso hijo a Estados Unidos, donde se le tendió la alfombra de ilegalidad a quien las pruebas acusan de apuntar el gatillo hacia Javier Valdez. El criminal se entregó a las autoridades de aquel País en julio de 2017 para eludir la persecución que enderezaron en su contra los hijos de Joaquín Guzmán Loera, en aquel episodio de escisión del Cártel de Sinaloa.

    López Serrano sabía que su destino en México era la muerte o la cárcel y en cambio el modelo de justicia estadounidense, que protege a delincuentes bajo la figura de testigos protegidos, le brindaría canonjías absurdas, casi equivalentes a borrón y cuenta nueva en la actividad criminal. En enero de 2018 el minicapo se declaró culpable de conspiración para distribuir cocaína y heroína y recibió la sentencia de seis años de prisión.

    La justicia de Estados Unidos no agregó en el juicio contra el “Mini Lic” el homicidio doloso cometido contra Javier Valdez. Tampoco las autoridades mexicanas han realizado el suficiente trabajo jurídico para lograr que sea extraditado a México, quizá porque para el régimen de la Cuarta Transformación dejó de ser prioridad la investigación y castigo de agresiones a periodistas. Dentro de unos meses López Obrador se irá del gobierno de México y el asesino cumplirá la condena que le impuso el País vecino del norte, dos realidades que son afrentas para el periodista, su familia, su gremio y el ejercicio de la libertad de expresión.

    Y aquí estamos en otro 15 de mayo sombrío sin que la justicia arroje el haz de luz que haga menos tenebrosas las expectativas del auténtico periodismo, libre y creíble. La indignación está tatuada en reporteros y medios que corroboran que, a seis años de la inmolación de Javier Valdez, las agresiones al sector prensa prosiguen y escalan en peligrosidad porque la indefensión empieza con la indiferencia del gobierno y la inacción legal que envalentona más a los agresores. No llega, por más que se le invoque, ese rayito de sol que permita dejar de ver el signo negro de la muerte al estructurar las noticias.

    Como actividades para cerrarle el paso a la amnesia colectiva respecto a la contribución de Valdez al periodismo, hoy el semanario Ríodoce y las organizaciones Reporteros Sin Fronteras, Artículo 19, Committee to Protect Jurnalists y Protesta Cívica efectuarán en Culiacán la jornada que consiste en el homenaje en el memorial ubicado a un costado de Catedral, a las 9 horas; el panel Desafíos de los Mecanismos de Protección a Periodistas en América Latina, México y Sinaloa, a las 11 en las instalaciones del Congreso del Estado, así como la ofrenda y pega de carteles en el mural de Ángel Flores y Jesús Andrade, a las 5 de la tarde.

    Cada sinaloense está en la libertad de sentirse o no agraviado por la pérdida de quien les abrió a las víctimas de la violencia espacios nunca antes dispuestos para la denuncia y las crónicas de dolor de los deudos. La lógica de la gratitud comunitaria diría que Sinaloa entero tendría que sostener el grito de justicia aun a contracorriente de la soledad en que se realiza aquí el periodismo de investigación, el de denuncia pública, desamparo ciudadano y gremial que Javier Valdez denunció y visibilizó. En reciprocidad a tal valentía y responsabilidad cívicas, él jamás debe tener el epitafio del abandono, aunado a la desidia de instituciones y servidores públicos que no llevan a prisión al asesino intelectual.

    Nunca dejar solo a Javier Valdez mientras el criminal que ordenó asesinarlo no pague por lo que les hizo a él, a su esposa Griselda Triana, a sus hijos Tania y Francisco, al periodismo y a Sinaloa y México enteros.

    Reverso

    Está con nosotros otra vez,

    Esta fecha y a cada rato,

    Gritando fuerte Javier Valdez:

    ¡Ya háganle justicia al “Bato”!

    Encuentro con el “Ñacas”

    Ricardo Sánchez Bobadilla, con su característico estilo de sátira pero también de denuncia sobre el submundillo de los sicarios del narco y la servidumbre político-policial, presentará hoy el libro “El Ñacas y El Tacuachi”, con los comentarios también imperdibles de Óscar Fidel González Mendívil y Francisco Campaña. La cita es a las 19 horas en el Archivo Histórico de Sinaloa, ubicado en el Centro Histórico de Culiacán, en el número 256 poniente de la avenida Antonio Rosales. Para los que andaban buscando a los malandros que cobran vida en los trazos de Bobadilla, allí los encontrarán (si es que van por lo escabullidizos que son) y podrán cobrar la recompensa de un millón de carcajadas.