@ErnestoLPV
Animal Político @Pajaropolitico
El espectáculo de la polarización, que cada vez nubla más nuestra capacidad de escucha, diálogo, aprendizaje y convivencia, alinea posturas cuyo arrastre parece estar muchas veces en su ligereza; no es necesario pensar, discernir y menos argumentar para estar en el “bando correcto”. Si no estás conmigo, estás contra mí, frase epítome del populismo que tan bien acomoda exactamente porque obsequia la pertenencia al bando sin tener que preguntarse nada a fondo.
En estas coordenadas metieron la militarización y el militarismo, así que ahora quien los aplaude está del lado de México y quien los cuestiona está en contra, dicen. Si antes el sistema político neutralizó a las fuerzas armadas como sujeto público deliberante, a cambio de exceptuarlas del control democrático a través de la rendición de cuentas, ahora se ha hecho una operación mucho más grave: se les lleva día a día hacia el centro del proyecto político, pero igualmente se les deja fuera del alcance de ese control. Cada vez más poderes y recursos, iguales o menos controles, andamiaje que sostiene el asalto militar a las funciones que el poder civil progresivamente declina.
En el discurso político hegemónico binario y constantemente apartado de los hechos verificables, son irrelevantes los parámetros constitucionales y convencionales que limitan el rol militar en la vida pública civil y los marcos teóricos que confirman la militarización y el militarismo en México. Si desde el micrófono más grande se niega que estos existen, entonces la entrega cotidiana de poderes, funciones y recursos a las instituciones castrenses transita en la “normalidad”; es el lenguaje performativo que, como tal, constituye “la realidad”.
Esa teoría desconocida desde el poder hegemónico viene retratando la remilitarización de América Latina (Rut Diamint), donde no hacen falta los golpes de Estado militares violentos porque son los gobiernos civiles los que se van quitando, en medio de la crisis de gobernabilidad que estos han construido y que supuestamente tendrá salida poniendo al frente a las instituciones castrenses. Estas, a su vez, aprovechan el retiro civil para ocupar espacios incluso a costa de su propia identidad, migrando hacia un rol político multifuncional que nadie en estricto sentido sabe a dónde nos llevará.
Cualquier cuestionamiento ante todo esto ha quedado al margen porque el proyecto político dominante ya logró imbricar transformación, militarización y militarismo. Si se está con la primera entonces se está con las otras dos. La nueva cascada de reformas apenas aprobadas por el partido en el poder y aliados confirma que estamos ante un asalto militar por cuenta del gobierno civil.
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El autor es coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana. Fundó y dirigió el Instituto para la Seguridad y la Democracia -Insyde- (2003-2016).