La ambición vulgar y mundana rebasó a José Ramón López Beltrán y de manera seguramente no deliberada, pero sí efectiva y letal, lo llevó al parricidio político con su padre, quien ha perdido la batalla más importante de su sexenio a manos de su propia familia. Quién lo diría: lo que la Oposición no pudo hacer -arrodillar a López Obrador-, lo hicieron la prensa y su propio hijo corrompido, enriquecido y bajo el signo del conflicto de interés desde Houston. Sí: el enemigo estaba en casa.
¿Por qué, a la mitad de su desastroso sexenio, AMLO ha perdido ya la batalla ante la opinión pública con sus falsas promesas de terminar con la corrupción, ser austero y predicar con el ejemplo? ¿En qué momento su régimen -sostenido desde Palacio Nacional con más de 60 mil mentiras durante poco más de tres años de “mañaneras”, ataques a sus rivales políticos, intelectuales y periodistas, pretextos para justificar su fracaso como gobernante, así como puntadas y ocurrencias grotescas que han llevado, inclusive, a poner en duda su estabilidad emocional y mental-, fue desbarrancado por su hijo quién sucumbió a los embrujos y excesos del poder político-financiero, y que hoy es el emblema de la corrupción sexenal del obradorismo?
Echemos un vistazo a los factores y datos duros de la derrota irreversible de AMLO, precipitada por su hijo José Ramón:
CORRUPCIÓN. Si bien los casos comprobados de sus hermanos Pío y Martinazo recibiendo dinero ilegal, los jugosos contratos entregados por Pemex a su prima Felipa Obrador, la ceguera de AMLO para reconocer el enriquecimiento de Manuel Bartlett y su imperio inmobiliario y la obtención de millonarios contratos de Gobierno con la 4T, las casas de Irma Eréndira Sandoval, entre otros escándalos, hicieron tambalear la oferta política de AMLO de acabar con la corrupción, la vida millonaria de su hijo José Ramón -un junior sin trabajo fijo ni ingresos certificados-, significó el derrumbe absoluto de su discurso anticorrupción. López Obrador ha perdido cualquier autoridad moral para hablar de lucha contra la corrupción, cuando su hijo mayor es emblema y botón de muestra de la corrupción sexenal. Jotaerre refleja enriquecimiento inexplicable habitando una residencia de un millón de dólares que pertenecía a un contratista beneficiado por Pemex con contratos públicos. Ese es el dato duro. Al reportaje de LatinUS, debemos sumar ahora lo revelado por la periodista Peniley Ramírez el sábado pasado en Reforma, lo cual reconfirma el innegable conflicto de interés: “Baker Hughes obtuvo más de 100 millones de dólares de ampliaciones de un contrato con Pemex. La primera ampliación entró en vigor en septiembre de 2019, cuando Carolyn Adams y su esposo, José Ramón López Beltrán, se mudaron a una residencia de un alto ejecutivo de la compañía en las afueras de Houston. La última ampliación entró en vigor en enero de 2020, cuando el ejecutivo Keith L. Shilling dejó Baker. Ambas se hicieron sin licitación y sin la aprobación del Consejo de Administración de Pemex”. Hasta aquí, la columna. Lo dicho: hubo conflicto de interés. Y no lo ven quienes no lo quieren ver. Y se llama corrupción. Sí, muy similar a la Casa Blanca de “La Gaviota”.
FALSA AUSTERIDAD. Cuando AMLO decía que bastaba con un par de zapatos para estar bien, o vivir con 200 pesos en la cartera, y hasta sugerir a los ciudadanos entrar a una etapa de “pobreza franciscana”, la mayoría lo tomaba entre indignación y chunga, aunque el Presidente hablaba convencido. Sin embargo, esas puntadas presidenciales hoy se han desplomado con las mansiones que ha ocupado en Houston junto con su familia y su vida millonaria -viajes por todo el mundo en jet privado, camionetas de súper lujo, etc.-, López Beltrán le dio el tiro de gracia a una de las principales banderas de AMLO: “Somos austeros”. Pues resultó que no. Esa careta de doble moral de AMLO le ha sido arrancada por su propio vástago desde Houston, al mostrar riqueza, lujos, dispendio y excesos. Sí, todo lo que critica su papá Presidente desde Palacio Nacional. ¿Austeros los López? ¡Sí, cómo no!
CERO CONTROL DE DAÑOS. ¿Cuál fue la respuesta de López Obrador a los ciudadanos ante la vida millonaria de su hijo José Ramón en Houston? Textual: “Al parecer, la señora tiene dinero...”. Y nada más. Fue la peor respuesta que un Mandatario cualquiera pudo haber dado ante un conflicto de esta dimensión. No solo transcurrieron 72 horas en silencio antes de que AMLO abordara el tema públicamente, sino también, sus voceros y propagandistas oficiales enmudecieron, exhibidos y rebasados por la realidad y empequeñecidos periodística e intelectualmente. Los Jesús Ramírez, Jenaro Villamil, Epigmenio Ibarra, Galván Ochoa, los moneros Rafael Barajas alias “El Fisgón” y José Hernández, principalmente, fueron incapaces de contrarrestar el hecho innegable: la corrupción ha tocado de muerte a López Obrador, a través de su hijo José Ramón. Houston los fulminó.
ATAQUE A PERIODISTAS. Si esa desafortunada frase: “Al parecer, la señora tiene dinero...”, marca como frívolo y torpe a López Obrador para siempre, su reacción posterior lo acabó de desbarrancar. Fuera de control, iracundo, lleno de odio, AMLO comenzó a atacar abiertamente desde Palacio Nacional a los periodistas, como si ellos fueran los responsables de los abusos millonarios de su júnior. Arremetió contra Loret de Mola, Carmen Aristegui, Brozo, Denise Dresser, Sergio Aguayo y contra todo aquel que hubiera ventilado las corruptelas de su familia cercana. Pésima estrategia: López Obrador se consolidó como autoritario y autócrata al lanzarse contra la prensa, en un país donde, durante su Gobierno, han sido asesinados 29 periodistas, según Artículo 19. Hoy tenemos a un Presidente fuera de sus cabales.
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AMLO ha perdido la batalla. La corrupción familiar lo ha puesto de rodillas. El culpable: su propio hijo. Entre más habla, más se hunde. El problema es que entre sus delirios y locuras, está despedazando a México.
Un Presidente fuera de control.
Un Presidente que propaga odio.
Esto va a terminar muy mal.