Qué calor, qué calor ¿no? Prácticamente en cualquier parte de México (y en muchas partes del mundo), la respuesta en estos días es un contundente sí. Mientras sudamos, prendemos ventiladores y nos quejamos, pensemos de dónde viene ese calor. Y quejémonos mucho, mucho más. Porque este calor sí tiene responsables y sí tenemos a quien exigirle cambios.
Seguramente ya habrás escuchado que estas temperaturas son consecuencia del cambio climático. Quizá has visto alguna de las gráficas en las que se demuestra que el mundo cada año está más caliente y cada año es menos biodiverso. O quizá has visto algún meme en el que nos advierten que disfrutemos porque este calor es, posiblemente, la temperatura más baja que vamos a vivir en los junios futuros. Entre la gente a la que el cambio climático le preocupa, tanto las gráficas como los memes nos llevan a conversaciones tristes que, muchas veces, tienen un tono culposo: “nos lo merecemos”, “la humanidad es una plaga”, “a ver si ya nos extinguimos”. Risas nerviosas.
Pues no. La “humanidad” no es culpable. Son culpables las 100 empresas de combustibles fósiles que han generado más del 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero desde 1988. La crisis climática no la causamos “nosotros” porque el “nosotros” que conforma la humanidad es diverso y altamente desigual. De hecho, el 1 por ciento más rico de la población mundial contamina dos veces más que el 50 pior ciento más empobrecido. Estas estadísticas nos hablan de la desigualdad global, pero convendría tener estas reflexiones y estudios similares a nivel local. ¿Cómo es la desigualdad de emisiones en México?
Entender la desigualdad de emisiones y a los actores responsables de la crisis que vivimos nos ayuda a re-enfocar discursos, metas y estrategias respecto a nuestras metas socioambientales. Podemos empezar con detener el discurso alrededor del cambio climático que pone toda la responsabilidad en los individuos e ignora quiénes han contribuido en mayor medida a las crisis ambientales.
Un ejemplo es la campaña Hoy Sí impulsada por el Consejo de la Comunicación - Voz de las Empresas. Esta campaña busca “cuidar el agua” generando conciencia respecto a nuestra responsabilidad social de “cuidarla, protegerla y pagarla”. Insiste en que el agua está “en nuestras manos” y nos sugiere, entre otras cosas, acaparar el agua de la regadera en una cubeta mientras esperamos a que salga la caliente o no usar la lavadora si no tiene una carga completa. Aunque estas acciones son positivas y es bueno que todos las realicemos, el estrés hídrico que enfrenta México no se solucionará así.
Por poner un ejemplo: el año pasado cuando Nuevo León enfrentó fuertes sequías y los ciudadanos pasaron días sin agua o con accesos muy restringidos a ciertas horas del día, la planta de Heineken -que tiene permiso de acceder a 6 millones de metros cúbicos por año- no se detuvo. ¿No se debería exigir a esta empresa “cuidar, proteger y pagar” el agua? Heineken simplemente accedió a hacer una transferencia temporal para el estado. ¿Quién tiene el poder en esta situación? ¿Quién es responsable de la crisis? ¿Quién termina pagando sus consecuencias? Claro que todos debemos cuidar el agua y el planeta, pero quienes han contribuido más a estas crisis -empresas y millonarios, de México y del mundo- también tendrían que contribuir mucho, mucho más para resolverlas.
El agua es sólo un ejemplo del discurso individualista en relación al cambio climático. Lo mismo sucede cuando estigmatizan a quienes deciden tener hijos, muchas veces con comentarios clasistas disfrazados de ambientalismo. Una vez más: el problema no somos “las personas” ni que seamos muchas. Esto lo sabemos porque 23 países ricos -incluyendo Estados Unidos, Japón y varios de Europa Occidental- sólo representan el 12 por ciento de la población global, pero son responsables de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. El problema no es el tamaño de la población, son los sistemas de producción y consumo.
En estos sistemas, los modelos de negocios que se basan en la extracción insostenible de recursos y de injustas prácticas laborales para acumular riqueza y satisfacer los patrones de consumo excesivos e innecesarios de las personas y países más ricos. Si es así, entonces ¿por qué prevalece tanto el discurso que nos hace sentir culpables? Porque responsabilizar únicamente a las personas es una herramienta discursiva muy conveniente para quienes causan estas crisis.
Si la mayoría de las personas nos llenamos de desesperanza o de culpa, nos paralizamos enfocándonos en que ya no se puede hacer nada o estresándonos por cada acción individual en la que no fuimos suficientemente amigables con el planeta. Todavía peor, nos ponemos a culpar a otras personas porque usaron un plato desechable o un popote.
Lo que todos hacemos importa, pero hay que tener claras nuestras metas. Si tenemos claros quiénes son los responsables a nivel local y global (spoiler: son las élites) podemos sumar a nuestras acciones individuales la protesta y la organización para que paguen los que tienen que pagar. Como humanidad, no nos merecemos destrucción, merecemos justicia climática. Hay que exigirla.
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La autora es Berenice Valencia (@bere_valf), investigadora de Inclusión y Desarrollo Sostenible en Ethos Innovación en Políticas Públicas (@EthosInnovacion).
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Animal Político / @Pajaropolitico