"La Ruta del Paladar: El Miradero: donde comer es un acto ético y exuberante"
“Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza”. Frase tan delirante en la novela de Dante Alighieri, que me vino de repente en un intento de buscar su antónimo cuando llegué a El Miradero, en sitio tan exótico, que bien podría contar con esta leyenda en la puerta de acceso: “Dejad, los que aquí entráis, toda preocupación, porque habéis llegado al paraíso”. Y es que es tan sui géneris, porque está enclavado entre la exuberancia de la flora sinaloense, pero al modo natural, casi primitivo, que -cuando lo penetras- te olvidas de La Divina Comedia y te asiste el canto de Jorge Negrete, dispuesto a tararear aquello de qué bonito, qué bonito es llegar a un merendero y beber en un jarrito un tequila con limón, aunque sea un jarrito de café lo primero que te pongan en la mesa.
El restaurante de El Miradero está en el kilómetro 7.5 rumbo a Culiacancito.
Tenía tiempo con el deseo de conocer este restaurante, visita que pude concretar tras el encuentro con Jorge Aragón, su propietario, en los pasillos del Instituto Sinaloense de Cultura. En realidad, desconocía su ubicación, aunque siempre lo tenía en mente por las imágenes que constantemente sube a las redes sociales, en ocasión de las tertulias sabatinas que allí se realizan, en las que arden tirios y troyanos según la personalidad política de los comensales, pero al modo libre y amistoso. Y quedé aún más sorprendido al descubrir que El Miradero casi es un pretexto de Aragón para abrir las puertas de su hogar, porque es su casa, levantada a escasos metros del comedor.
Con la sazón hogareña disfrute de las entradas en loza de barro: frijoles caldudos re guisados con manteca de puerco;natas como Dios manda, salsa pico de gallo con topping de aguacate, y tortillas recién salidas del comal.
Quiero decir, y digo, que en la cocina El Miradero no se andan con provocaciones, esto es, no juegan con las recetas de la abuela; antes al contrario, los platillos que sirven están bordeados de sentimiento puro, sin sabores que te golpeen, de tan extraños. Comer en El Miradero es casi un acto ético, porque su cocina es sostenible, tanto por los productos que usan, como por el personal que prepara los alimentos, puesto que son mujeres del rumbo y lo que hacen es convidar su memoria genética culinaria. Y sin ninguna interpretación de las tradiciones, con profundo arraigo en la sazón hogareña, las entradas que me sirvieron llegaron en loza de barro, que consistieron en unos frijoles caldudos riquísimos, cocidos al punto y re guisados con un toque de manteca de puerco; natas como Dios manda, salsa pico de gallo con topping de aguacate, y tortillas recién salidas del comal.
Restaurante campestre El Miiradero, por la carretera a Culiacancito, Sinaloa.
Luego, en medio de la arboleda, del arrullo de la hojarasca, del vaivén de las ramas de los cedros, del venadillo, de las jacarandas, los tabachines, guamúchiles y arrayanes, casi con los brotes de una enredadera sissus estrella subiéndome por mis pies, me honraron con una deliciosa lengua de res, humeante, tierna, a pedir de boca, que coroné con cilantro fresco, brunoise de cebolla blanca y chile serrano, mientras el actor Lázaro Fernando -asiduo cliente de El Miradero- sostenía conmigo amena charla sobre el devenir cultural sinaloense, el teatro y la vida. Después el propio Jorge Aragón me ofreció un paseo por su propiedad campestre, fabulosa desde cualquier punto de vista.
Aléjese del bullicio citadino y visite el Restaurante El Miradero; asómbrese con el Insectario, que contiene a más de 3 mil especies de mariposas e insectos, propios de la región. Se ubica en el km 7.5, rumbo a Culiacancito. Y es todo. Escríbame: contacto@al100xsinaloa.com