"¡El niño que vivirá por siempre!"
Nuestros comportamientos como padres, acompañado por la capacidad que tengamos para desarrollar relaciones afectivas en los primeros años de vida de un niño, permiten profundas implicaciones en la forma de cómo reaccionarán en su etapa de madurez en el futuro.
Recientes investigaciones científicas muestran que en los primeros siete años de vida se construyen con paciencia, dedicación y esmero los modelos internos que orientarán al futuro adulto a realizar interpretaciones de los hechos, sucesos, eventos deseados y no deseados que vivirá.
Con gran inquietud descubrimos que las situaciones, conflictos y problemas que vivimos durante la infancia no siempre se quedan enterrados en el pasado. Al contrario, este tipo de experiencias se mantienen encapsuladas en lo más profundo del inconsciente y desde ahí se fundamentarán los juicios o creencias profundas, que determinarán los comportamientos de nuestra vida cotidiana.
Vale la pena insistir que cuando sufrimos una experiencia traumática o nos vemos impactados por una herida emocional, el niño que vivirá siempre dentro de nosotros responderá con los mismos comportamientos reactivos como si viviera una regresión al instante en que experimentó la emoción de peligro o miedo.
Ese tipo de reacciones, en su mayoría inconscientes, limita las respuestas adaptativas, correspondientes a nuestra edad cronológica y nivel de madurez. Es decir, ese niño asustado, humillado o abandonado, toma el control de nuestra vida y nos lleva a vivir las emociones no deseadas que bloquean nuestro fluir natural y la oportunidad de vivir en bienestar pleno.
Por mencionar las principales heridas emocionales que impactan y limitan nuestros comportamientos positivos son:
1. El rechazo
Es sorprendente cómo el niño, al reconocer que es un ser humano independiente a sus padres, inmediatamente inicia el proceso activo de aceptación de las personas o figuras de mayor impacto emocional en su vida.
Qué sucede cuando estas figuras de impacto no son capaces de demostrar amor, compresión y aceptación. Al sentir el niño el rechazo, creará en automático una herida emocional con una creencia limitante de que no es suficientemente bueno, ni digno de ser amado.
Al descalificarse se genera una baja autoestima, observándose con frecuencia en personas que continuamente tienen miedo a fracasar y necesitan imperiosamente la aprobación de los demás.
2. Sentimiento de abandono y soledad
Muy ligado al rechazo encontramos el sentimiento de abandono como consecuencia de la ausencia de los padres en la vida del menor. Es importante reconocer que todos necesitamos para crecer emocionalmente sanos la cercanía, contacto y conexión de otras personas, y que esas personas sean significativas en nuestra vida.
¿Te puedes imaginar cuando el niño tenga una emoción no deseada, a quién va solicitar ayuda, en quién se va refugiar en sus momentos de inquietud?
Las personas que viven con este tipo de sentimientos se identifican en sus comportamientos con mucha dependencia emocional, experimentan miedos constantes, atan su felicidad a personas, no a propósitos de vida.
3. Promesas no cumplidas
La interpretación del niño a promesas realizadas por sus padres y que no se cumplen, es casi al hecho de una traición. Estaremos de acuerdo que por nuestra cultura es muy fácil prometer cosas, con la realidad que con frecuencia esas promesas no se cumplen de forma satisfactoria.
Después de conocer los últimos hallazgos pensaremos dos veces para prometer y no cumplir, ya que este tipo de situaciones genera en el niño la sensación de que el mundo, su mundo, no es un lugar confiable, y al ser un lugar poco fiable los convierte en ermitaños, aislados del mundo y con comportamientos en sus relaciones interpersonales cimentadas en grandes muros y poca afectividad.
Basado en estos tres ejemplos de heridas emocionales podemos afirmar que el niño que llevamos dentro, necesita fundamentar sus comportamientos en la sanación de sus heridas, buscando aspirar a un mejor mundo.
Te invito a visitar la página de Oscar Garcia Coach, donde con pequeños ejercicios diarios podrás experimentar distintas emociones y reflexiones que nos permiten crecer como seres humanos.
*El columnista está certificado en neurolingüística, liderazgo, prevención de conductas y adicciones, Psicología Positiva y es Coach Ontológico. Es director del Campus Mazatlán de Universidad TecMilenio.