"‘Yo perdí a un padre y a un líder’: Tatiana"
Ariel Noriega
Hace 30 años Tatiana Clouthier Carrillo perdió a su padre y al líder que la hizo soñar que un nuevo México era posible, desde entonces su vida estuvo marcada por el legado de un hombre que no solo le dejó un apellido.
Lejos de su tierra, Tatiana no olvida, abre las puertas de su casa en la zona metropolitana de Monterrey a los lectores de Noroeste y mientras hornea unos filetes de mojarra describe el camino que la llevó a dejar de cargar el apellido Clouthier y a convertirlo en una bendición.
Pieza clave en el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, la sinaloense recuerda con alegría cuando el tabasqueño la presentó como su coordinadora de campaña en un pequeño municipio de Veracruz y la gente comenzó a gritar, primero como un murmullo y después a grito abierto: “Maquío, Maquío, Maquío”.
Mesurada a la hora de atribuir logros, Tatiana asegura que el legado de su padre consiste en haber sembrado una semilla que le permite a ella y a todos los que lo conocieron luchar por un mejor México.
“Cuando Maquío muere, yo perdí a un padre, pero también perdí a un líder que yo quería en este País, un líder en el que yo creía. Yo no perdí nada más al papá, yo perdí dos líderes de mi vida”.
‘Yo perdí dos líderes de mi vida’
El 1 de octubre de 1989, Tatiana Clouthier se encontraba en Monterrey cuando le pidieron que regresara a Sinaloa, nadie tuvo que explicarle qué había pasado, pero en ese momento se dio cuenta que había perdido más que a un padre.
“Cuando Maquío muere, yo perdí a un padre, pero también perdí a un líder que yo quería en este País, un líder en el que yo creía. Yo no perdí nada más al papá, yo perdí dos líderes de mi vida”, recuerda con tristeza.
Los recuerdos de Tatiana con su padre están muy vivos, los de la política cuando lo acompañaban en la campaña por la Gubernatura de Sinaloa en 1986 y después por la Presidencia en 1988, pero también los recuerdos familiares, donde Maquío siempre tuvo tiempo para sus hijos.
“Me enseñaron a ser libre, a hacer que las cosas sucedan y a mandar a la chingada al que no, y eso es lo que hago todos los días”.
“Lo que compartíamos mucho con mi papá era el mar, era el espacio de la convivencia, es el espacio común de mis hermanos. La comida es otro espacio muy Clouthier, el gozar la vida, el darle valor a las cosas que valen la pena y no dárselo a lo que no vale la pena”, explica.
A pesar de vivir desde hace más de 30 años en Monterrey, Tatiana mantiene su carácter sinaloense y explica con humor lo que aprendió de su padre.
“Me enseñaron a ser libre, a hacer que las cosas sucedan y a mandar a la chingada al que no, y eso es lo que hago todos los días”, y después suelta una carcajada.
Cuenta Tatiana que acompañó a su padre en la campaña por la Gubernatura en Sinaloa, en 1986, donde ella y sus hermanas doblaban folletos, boteaban para pedir apoyo, organizaban reuniones.
“En Sinaloa, mi papá nos mandaba a tocar puertas y a avisarle a la gente que íbamos a tener una reunión”.
Explica que llegaban a un pueblo, arrancaban las hojas de un directorio telefónico y se repartían las listas de números para invitar a la gente a los mítines.
“El apellido por un tiempo me pesó, pero ya no lo cargo, por eso vivo más ligera, y la verdad es que: ¡qué flojera cargarlo! Son las cosas que he aprendido en la vida y por eso a lo mejor tengo esta libertad que no tienen otros dentro de casa, por eso pude irme con Andrés Manuel sin ningún problema, soy yo y agradezco el apellido”.
El peso del apellido Clouthier
No hay un solo pueblo importante en México donde no se conozca el apellido Clouthier, un apellido que puede convertirse en una pesada loza o, como asegura Tatiana, en una bendición.
“El apellido por un tiempo me pesó, pero ya no lo cargo, por eso vivo más ligera, y la verdad es que: ¡qué flojera cargarlo! Son las cosas que he aprendido en la vida y por eso a lo mejor tengo esta libertad que no tienen otros dentro de casa, por eso pude irme con Andrés Manuel sin ningún problema, soy yo y agradezco el apellido”.
Pero Tatiana reconoce que inmediatamente después de la muerte de su padre en una carretera de Sinaloa, su apellido era un peso, un recuerdo de un círculo que no se había cerrado.
“Los primeros tres años después de la muerte de mi padre creo que sí lo cargué y tiene que ver con haber hecho el ejercicio de cerrar la parte de la muerte, y bueno, es evidente que algunos todavía lo cargan”.
En el patio de la casa de Tatiana las bardas que rodean el jardín están cubiertas por raíces de enredaderas desnudas, deshojadas, como sus recuerdos, donde asegura que su apellido dejó de ser una carga para ser una bendición.
“No lo cargo, entiendo que es un regalo, yo no hice nada para tenerlo. Durante algún tiempo lo cargué, hasta que decidí que tenía por qué cargarlo. Ahora lo veo como una bendición”.
La casa de Tatiana es como ella, sencilla, el piso de su cocina es de cemento pulido, como miles de casas en su lejana Sinaloa, pero hay mucha luz, y por ella se pasea Tatiana, con un mandil, preparando la cena.
“Maquío está aquí. Recuerdo que el primer lugar a donde me tocó ir con Andrés Manuel fue a un municipio de Veracruz, pegado a Oaxaca. Cuando me presentó Andrés Manuel la gente comenzó a gritar ‘Maquío, Maquío’”.
Maquío tenía prisa
Las palabras de Manuel Clouthier del Rincón, Maquío, todavía resuenan como un presagio funesto de su temprana muerte.
Se encontraban en Francia, hasta donde había invitado Maquío a sus hijos solteros, ahí es donde Tatiana recuerda que escuchó de su padre que tenía prisa por vivir.
“Hay dos momentos con mi papá, uno fue en Europa, a donde nos invitó a los hermanos solteros a estudiar francés. Él llega más tarde porque se queda a la elección de (Ernesto) Ruffo”.
Ahí, delante de todos, Maquío les dirá unas palabras que preocuparán a todos y que avisaban de lo que podía pasar en los meses siguientes.
“La gente se muere de vieja, pero también cuando cumple su misión en la vida y yo ya cumplí con la mía”, asegura Tatiana que les dijo.
Cuenta Tatiana que todos se rieron y le dijeron que se esperara, que primero le cumpliera a su mamá, pero Maquío continuó platicando que él sentía que ya había cumplido con su meta, en un tono mesurado sin drama, pero firme.
Tatiana se sumerge en los recuerdos, pero inmediatamente regresa, no es una mujer que se regodee en el dolor, no fue educada para eso.
“Yo creo que la gente se muere cuando dejas de hablar de ella y si Maquío está presente y latente de muchas formas, creo que está aquí”, asegura.
Y hablando de la memoria de Maquío, del que asegura algunos quisieran borrarla de la historia de México, Tatiana menciona un video realizado por el PAN para celebrar sus primeros 80 años.
“Me acaban de enviar un video de los 80 años del PAN y el video es puro Maquío, me da risa, parece una ironía que el PAN anda buscando héroes, anda buscando motivos para existir y su motivo para existir es Maquío, cuando las circunstancias tienen a todos sus hijos alejados del PAN”.
Y se ríe Tatiana y sus ojos rasgados recuerdan a su padre, que también le gustaba reírse, y que amaba la vida, aunque la vivió con tanta prisa.
“Yo no creo que lo de Andrés Manuel o este cambio que se ha gestado se hubiera dado si no hubiera pasado lo del 68, lo del 88 o si no hubiera existido el 2000, yo creo que es el trabajo de muchos hombres y muchas mujeres que caminaron en esto”.
‘Maquío, Maquío, Maquío’
Maquío está vivo porque están vivas sus luchas, sus conquistas, el México que lleva su huella, los pueblos donde no lo olvidan.
“Maquío está aquí. Recuerdo que el primer lugar a donde me tocó ir con Andrés Manuel fue a un municipio de Veracruz, pegado a Oaxaca. Cuando me presentó Andrés Manuel la gente comenzó a gritar ‘Maquío, Maquío’”.
Y durante la campaña de López Obrador por todo el País, mucha gente se le acercó a Tatiana para confesarle su pasado azul, pero su presente morenista.
“Mucha gente me dice en las calles, ‘yo estaba con el PAN, pero ahora…’”.
Cuando se le pregunta la importancia de la lucha de Maquío para que pudiera existir el México actual, Tatiana es cautelosa, sabe que inmediatamente habría quién la cuestione, pero no se corta.
“No me gusta ponerlo en esa perspectiva, porque se te emperran los chairos y se te emperran los panistas y los fifís, y luego en la familia creas mucho sarpullido”.
Sin embargo, defiende el legado de su padre y de miles de luchadores como él, que consiguieron poner su granito de arena y de sangre para poner a México en el camino de la democracia.
“Yo no creo que lo de Andrés Manuel o este cambio que se ha gestado se hubiera dado si no hubiera pasado lo del 68, lo del 88 o si no hubiera existido el 2000, yo creo que es el trabajo de muchos hombres y muchas mujeres que caminaron en esto”.
Hay una pintura en la casa de Tatiana, de esas pinturas que nacen de una foto, en ella están Tatiana y Andrés Manuel López Obrador en el momento en que ella acepta ser la coordinadora nacional de su campaña, los dos sonríen, mientras en la otra pared, en otro cuadro, los observa y también sonríe, el Maquío.