"Vida de 'trampa’"

"Para miles de centroamericanos, México es un país lleno de peligros y el último obstáculo que los separa de Estados Unidos"
06/11/2015

    Ariel Noriega

    Para los centroamericanos el sueño americano está detrás de las montañas, más allá de selvas, pantanos y desiertos, hay que cruzar varias fronteras y un enorme y peligroso país que se llama México.
    La mayoría de los indocumentados inicia el último tramo de su viaje en la frontera de México con Guatemala, generalmente en los poblados de Tecun Unam, Tacaná, Amatenango, pueblos del mundo maya atravesados por ríos, selvas, pandillas, policías, funcionarios y un mar de corrupción para atrapar a cualquiera.
    A México entran por Tapachula en busca del mítico tren Chiapas-Mayab, apodado “la bestia”. El tren carguero cruza seis estados del sureste y acerca a los centroamericanos a Ixtepec, Oaxaca, un punto estratégico en el Istmo de Tehuantepec desde donde se puede viajar a Oaxaca, Veracruz o continuar por la costa del Pacífico en autobús.
    Aquí se separan las principales rutas del tráfico humano y es en estos estados donde se realiza la principal “cacería” de indocumentados. 
    Para tener una idea de la cantidad de centroamericanos que pasan por México sólo se pueden analizar algunas cifras oficiales, el año pasado las autoridades detuvieron y deportaron alrededor de 100 mil inmigrantes, y las cifras más moderadas aseguran que otros 100 mil lograron llegar hasta Estados Unidos, pero la cifra puede ser mucho más alta.
    En el año 2000 detuvieron a 93 mil 456 sólo en Chiapas, el estado de entrada y el lugar donde es más fácil observar a los grupos de centroamericanos tratando de encontrar un “coyote” o “pollero” que los ayude a acercarse a la frontera.
    En Sinaloa, el año pasado fueron detenidos mil 800 indocumentados, a unos días de llegar a la frontera y después de semanas de viaje.
    De las cuatro rutas principales de indocumentados centroamericanos, la más larga es la del Pacífico, donde Mazatlán y Culiacán son estaciones de paso, aquí llegan en autobús, automóvil o en el tren, colgados y en silencio, tratando de pasar desapercibidos.
    La ruta más corta es la del Golfo de México, de Chiapas pasan a Veracruz y de ahí van costeando hasta llegar a Matamoros o Nuevo Laredo, en el norteño estado de Tamaulipas.
    Las otras rutas pasan por el Distrito Federal, una se dirige a Piedras Negras y la otra a Ciudad Juárez, atravesando Zacatecas y Chihuahua, y muchos bajan a Guadalajara para sumarse a la ruta del Pacífico, en el tren que pasa por Mazatlán.
    Actualmente son pocos los migrantes que cruzan por Sinaloa debido a la temporada de frío, es de febrero a julio cuando se incrementa la cantidad de indocumentados que intentan llegar a Estados Unidos.
    Después de cruzar Sinaloa, los indocumentados deben elegir una ruta final, Nogales o Mexicali, desde donde pueden intentar cruzar o dirigirse a Tijuana.
    Con hambre, cansados y sucios del viaje que puede durar semanas, los indocumentados que lo logran llegan a la frontera, casi siempre a Altar, en Sonora, o a Tijuana, ahí las autoridades estadounidenses han reforzado la seguridad, provocando que el precio y los riesgos para los inmigrantes se dupliquen.
    Un pollero cobra hasta 10 mil dólares por pasar a un centroamericano, además de sufrir los riegos de las bandas de asaltantes, secuestradores y la violencia de los grupos de narcotraficantes que dominan las veredas de los desiertos norteños.
    Para tratar de asegurar un cruce exitoso, la mayoría de los centroamericanos pagan a los polleros una vez que están en suelo estadounidense, donde lo espera algún familiar que le presta los dólares necesarios para que lo entreguen, muchos no llegan, simplemente desaparecen en el desierto.
    Cada país cuenta sus muertos, los salvadoreños son los más afectados, reclaman la muerte de por lo menos 5 mil de sus compatriotas en los últimos cuatro años, mientras que los hondureños hablan de 400 muertos.
    Ni siquiera los estadounidenses cuentan con cifras exactas, a la mayoría de los desaparecidos nadie los reclama y el viaje es demasiado largo para que alguna autoridad pueda atestiguar el destino de miles de personas que viajan en silencio.
    Lo único que se puede asegurar es que decenas de personas emigran todos los días para intentar llegar a Estados Unidos, con el sueño de mejorar sus vidas. 
    Muchos de ellos se quedan en el camino.


    UN AMIGO EN EL PUERTO

    En el largo camino que atraviesan los centroamericanos en su intento por llegar a Estados Unidos, Mazatlán es una parada obligada y muchos de los viajeros llegan buscando a un porteño cuyo nombre viaja más allá de las fronteras, don Chuy “El del Arroyo”.
    Jesús Monreal ha sido detenido por las autoridades de migración, ha sido acusado de “pollero”, incluso han intentado involucrarlo en el tráfico de inmigrantes, pero él siempre se defiende con su pobreza y una frase “no es delito ayudar a la gente”.
    “Una vez vinieron los de migración y me llevaron a mí también, estuve detenido, creían que yo era pollero”, recuerda don Jesús.
    Posesionario de un terreno ubicado justo en la puerta norte de los patios de Ferrocarriles de México, don Jesús recibe a los trampas y comparte con ellos su comida. 
    “Yo les doy asilo, les doy agua para que se bañen, para que no anden mucho en la calle voy y les traigo la comida”.
    Sin trabajo y viviendo en una casa construida con remiendos, don Jesús no tiene mucho qué ofrecerles, algunos se conforman con que los escuche. 
    “Me platican que allá está dura el hambre, que allá no hay trabajo”.
    Sin mujer y sólo con una pequeña pensión, don Jesús comparte su vida con cinco perros y los amigos que le lleva el tren de vez en cuando. 

    'BRINCAN' ILEGALES CON AYUDA LOCAL

    A pesar de los puntos de revisión instalados en El Castillo y El Venadillo, los indocumentados consiguen seguir su camino rumbo al norte, Mazatlán es sólo un obstáculo más que los centroamericanos “brincan”.
    “A los indocumentados los bajan en Villa Unión y brincan los puntos de revisión que tenemos con apoyo de alguna gente de aquí de Sinaloa... después los llevan a Elota y de ahí los brincan para llegar a Culiacán y de ahí se trasladan tranquilamente casi hasta llegar a la frontera”, revela el Delegado Regional del Instituto Nacional de Migración, Adolfo Rojo Montoya.
    Las autoridades ubican la importancia de Mazatlán en la ruta del tráfico de indocumentados.
    “Mazatlán es parte de una de las rutas principales del tráfico de indocumentados, esta es la ruta del Pacífico”, explica Rojo Montoya.
    El responsable de enfrentar el paso de inmigrantes por el estado ubica los destinos finales de los centroamericanos.
    “Somos un estado de tránsito, somos un estado previo a la llegada a la frontera, la gente que pasa por Mazatlán se traslada al Altar, Sonora, al Sásabe, una de las rutas a Estados Unidos más conocida y otros se van a Mexicali y Tijuana”.
    La estrategia del INM en Mazatlán se ha concentrado en la instalación de puntos de revisión carreteros en las entradas del puerto.  
    “Tenemos puntos de revisión carreteros con revisiones aleatorias y estamos en coordinación con las diferentes corporaciones policiacas”.
    El delegado explicó que la policía de Tránsito o Seguridad Pública no pueden detener a ningún indocumetado, a menos de que violen del bando de buen gobierno o el reglamento de Tránsito. 
    “Las dos únicas autoridades que están facultadas para detener indocumentados es el Instituto Nacional de Migración y la Policía Federal Preventiva”.
    A pesar de los esfuerzos, el “río humano” de indocumentados pasa todos los días y Mazatlán es apenas una pequeña distracción en su camino.