"Rastrean en cementerio clandestino de Santa Fe; buscan desaparecidos en Mazatlán"
Su olfato las lleva de nuevo al mismo lugar, donde un poco de tierra suelta puede ser la señal para encontrar por fin a un ser querido.
Es en Santa Fe, una colonia de las afueras de Mazatlán adonde la policía casi no llega, pero las Rastreadoras ya han encontrado cinco cuerpos en un paraje inhóspito sobre una marisma, atravesando las bitacheras llenas de espinas y andando entre los montones de basura y escombro que se reparten a lo largo de ese espacio, donde lo mismo se puede encontrar la osamenta de una res que de un ser humano.
Para llegar allí hay que entrar por un camino vecinal, a unos 500 metros de dicho asentamiento.
En esta ocasión, su intuición tampoco les falla. Luego de escarbar un poco, el grupo de Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos halla nuevos restos óseos y declaran la búsqueda positiva.
Son cientos de pequeñas piezas que podrían ser la clave para armar ese rompecabezas humano, que les devolvería la tranquilidad pero no la vida de sus familiares, a quienes buscan sin descanso.
Acompañadas de agentes de la Policía Investigadora de la Fiscalía, desde las nueve de la mañana de este lunes se decidieron a “rastrear” ese lugar, primero en un punto donde ya habían dado con un joven en diciembre de 2017. No muy lejos del pie de carretera, pero lo suficiente adentro del monte para no ser vistas por nadie.
Era posible que quedaran pequeños fragmentos de huesos de la misma persona entre la tierra removida. Y en efecto, así lo encontraron, luego de enfundarse las manos con los guantes blancos de látex y separar los presuntos pedazos de huesos de las ramas, piedras y otros materiales que se entremezclan en el suelo.
En el grupo iban unas once personas, nueve mujeres y dos hombres, quienes andan en busca de hermanos, hijos, primos... Todos “armados” con guantes, herramientas, blusas de manga larga, bebidas hidratantes y gorras para protegerse de los castigadores rayos de sol de media mañana.
Más adelante, al internarse más de un kilómetro con sus palas y picos al hombro, llegaron a la fosa donde habían encontrado otro cuerpo también hace unos meses.
Una vez allí se sorprendieron al ver una cruz de madera que al reverso mostraba las iniciales JMHB. Rodeada de piedras grandes, al pie de la cruz había tres veladoras apagadas.
“La puso la mamá de uno de los muchachos, pero se equivocó, ahí no quedó su hijo”, comentó una de las rastreadoras.
Luego se pusieron a explorar en un sitio localizado a unos dos o tres metros de ahí. Colocaron una sombrilla entre todas y vieron primero una porción de un costal que contenía manchas cafés semejantes a rastros de sangre.
“Aquí puede haber algo”, dijo Micaela Ramos, quien desde hace cuatro años busca a su hijo, José Efraín Montero Ramos, de 28 años de edad.
Enseguida aparecieron diminutos restos óseos, de forma puntiaguda, triangulares o semejantes a cuadrados, otros más sin forma definida, de color grisáceo o café.
La líder de la agrupación, Míriam Arellanes Hernández, explicó que los vestigios serán analizados por los peritos investigadores, a fin de determinar a quién pertenecieron. Sólo una vez identificados, serán entregados a sus familiares y se hará oficial el hallazgo de otra persona.
Y sólo entonces se determina si son de un cuerpo o cuerpos diferentes a los que ya han sido identificados.
“Al encontrar restos óseos podemos catalogar la búsqueda como positiva, pero luego de realizar las pruebas de ADN normalmente pasan por lo menos dos meses para tener los resultados”, indicó.
Míriam perdió a su hijo Irving Alain Cortez Arellanes el 7 de junio de 2017. Lo encontró veinte días después. Pero lo supo hasta después de seis meses en que conoció los resultados del estudios de ADN. Mientras tanto, fundó la asociación Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos, que hoy se compone de cerca de 40 personas del sur de Sinaloa, quienes cansadas de buscar por su cuenta, se han unido. Hasta la fecha han encontrado 17 personas, algunas de ellas ya pudieron ser sepultadas por su familia.