"Karla Flores: A 7 años de tener clavada una granada en la boca"
Karla Flores sigue sonriendo. No teme ocultar su cara aunque reconoce que no pasará desapercibida. Después de siete años, las marcas de la cirugía son notablemente visibles. ¿Quién se puede reponer tan fácil de una herida en la cara provocada después de tener una granada incrustada?
Esa marca es la imagen de lo que ha dejado la llamada “Guerra contra el Narcotráfico”, que inició en diciembre de 2006 con Felipe Calderón Hinojosa y que aún no ha terminado, aunque Enrique Peña Nieto no lo haya admitido en sus casi seis años de Gobierno. Los más sangrientos de la historia. Hasta abril de este año ya superan las 104 mil 583 investigaciones abiertas por asesinato.
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En este proceso también se ha documentado una alta incidencia en el tráfico de armas. Según el informe Beyond Our Borders, que se elaboró por el Center for American Progress, organización estadounidense encargada de la investigación y defensa de políticas públicas, de 2011 a 2016 al menos 106 mil armas fueron utilizadas en México para actividades delictivas.
Sin embargo, ese mismo informe establece que el total de armas que fueron introducidas en México de forma ilegal asciende a las 213 mil armas de fuego.
Quizás, una de esas armas fue la que dañó el rostro de Karla.
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El 6 de agosto del 2011 se registró un incidente que provocó la atención internacional: en Sinaloa, una mujer que vendía mariscos en una carreta a la entrada de Culiacán, la Capital, recibió un impacto en su cara, donde quedó incrustada una granada de calibre 40 milímetros.
“De la nada sentí que algo me golpeó y me caí. Me caí y mi sobrino al verme tirada él corrió, él esperaba escuchar a lo mejor disparos, no sé… él me miró llena de sangre y se preguntó qué está pasando, él también se asombró. Entonces él corre y yo a como puedo me levanto, y lo único que alcancé a agarra fue una toalla para intentar taparme”, recuerda Karla a siete años de ese incidente.
Cuando sucedió eso, Karla atendía a un cliente que viajaba en tráiler. La carreta de mariscos estaba ubicada sobre la carretera Culiacán-Eldorado, casi frente de un hotel de paso ubicado a las afueras de la Capital de Sinaloa.
Karla al sentir el golpe cayó al piso, pero cuando se levantó sólo vio cómo derramaba sangre desde su cara, sin saber qué es lo que tenía en su boca.
Un sobrino que le acompañaba en la carreta la llevó al Hospital General de Culiacán, donde le realizaron radiografías y tomografías para determinar qué era lo que tenía en la cara.
Tras los exámenes, el médico titular de Urgencias Médicas y el Médico Legista le anunciaron que lo que permanecía en su rostro era un artefacto explosivo que debía extraerse por especialistas.
En la sala de médicos se discutió quién debía hacer esa operación. Ningún cirujano quería atenderla, en cambio, el área donde se le ubicó fue evacuada. A ella misma le inmovilizaron en una cama hasta que se dictaminara quién sería el encargado de retirar la granada.
Desde la cama vio pasar a peritos de la Procuraduría General de Justicia de Sinaloa, de la Procuradría General de la República y elementos de la Agencia Federal de Investigación.
“En eso le digo a mi hermana le digo ‘límpiame, porque me están tomando muchas fotos y cómo voy a salir toda sucia, límpiame la cara’, entonces ella me dijo ‘ay hermana, tú y tu vanidad todo el tiempo’, y yo me reí”, recuerda.
“Siguieron pasando las horas y nadie me resolvía, yo nomás esperaba”.
Para sacar la granada, era necesario que personal especializado interviniera, y en Sinaloa los únicos que podían hacerlo era el personal de armas de la Secretaría de la Defensa Nacional.
“Se acercó una licenciada y me dice ‘sabes qué, los soldados no quieren venir y si ellos no vienen no se puede hacer nada más’. Todos voltearon y se quedaron viendo. Llegó nuevamente el médico legista y me dijo que eso se complicaba, que no sabía qué iban a hacer”, narra.
Habían pasado las 22:00 horas y ningún médico se sentía seguro de atenderla. Mientras, a las afueras, un grupo de periodistas preguntaba por su salud.
Para esa hora, la cara de Karla estaba hinchada de tal forma que no podía pronunciar palabra alguna. Su conversación consistía en abrir y cerrar los ojos para responder preguntas básicas.
Uno de los doctores del cuerpo médico del Hospital General de Culiacán asumió el reto: quitar un objeto de la boca de un paciente es sencillo, pero quitar una granada no es algo usual.
Ese mismo Doctor rechazó usar traje antibombas, lo hizo a su estilo, pero acompañado finalmente de dos militares que fueron guiando la operación.
“Yo no sé cuánto duré adentro, pero cuando salí ya lo hice en un cuarto que yo ya había soñado. Yo volteo y veo todo, pero no podía hablar, sólo podía hacer señas”, subraya.
Karla pasó 19 días en el Hospital para iniciar su recuperación, la cual no terminó pese a que se le practicaron seis operaciones más.
Los gastos hospitalarios y de medicamentos corrieron a cargo de Gobierno del Estado y la Procuraduría General de la República a partir del tercer día de que se hizo la primera operación.
“No ocupé recuperación para hablar, yo sola... de hecho me ofrecieron el ir y venir, porque sí necesitaba rehabilitación para que no me quedara como me quedó. Me dijo el doctor que necesitaba todos los días como un ultrasonido, que me lo estuvieran pasando, pero era de diario, pero no podía, para mí era muy difícil”, señala.
Además de su rostro, Karla quedó afectada de la lengua y de su oído derecho. Dice no importarle mucho, que hay otras cosas por las que debe ocuparse.
Por ejemplo, ella vive en Villa Juárez, una de las sindicatura con mayor número de pobladores. La mayoría originaria de otros estados como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Morelos y Nayarit. Se han trasladado a Sinaloa para trabajar, casi todos, en actividades del campo.
Ese lugar es uno de los centros neurálgicos de la agricultura de Sinaloa, como lo es también de grupos delictivos para el tránsito de drogas ilícitas y armas.
Karla, dice, que eso es lo que más le ocupa: tratar de no ser por segunda vez una víctima de ese tráfico de armas que ha permanecido en la “Guerra contra el Narcotráfico”.
“Sí sabía que había ventas ilícitas, pero o sea… no mirabas tanta gente armada, no mirabas a los chicos en la esquina drogándose, no mirabas nada de eso, no se miraban las cosas como se ven hoy al día”, señala.
“Es demás aquí la venta que ves, la delincuencia… que ya no sabes si sales a la tienda y vas a volver, vives en una bomba de tiempo”.
-¿Crees que lo que a ti te pasó vuelva a suceder?
“Sí. Sí le puede pasar a cualquiera y no sé hasta dónde vamos a parar”.
-¿Alguien se acercó contigo, alguien de esas personas, para ofrecer disculpas, dinero?
“No. Nada”.
-¿Los perdonaste?
“Pues… qué te puedo decir… porque realmente no sabemos si fue eso u otra cosa… no sé… del proceso, del caso, yo no quise saber nada. Ellos me dijeron que eso se sigue de oficio y que si algún día llegan a agarrar a alguien, que yo lo iba a saber, pero a quién puedo culpar…”
-Si se abrió una carpeta, ¿a ti te han dado más información?
“No. Nunca he recibido nada, nunca he sabido nada”
-¿Qué pasó con la carreta de mariscos?
“Se cerró. Ya no quise saber nada”
-¿Vivías de eso?
“Sí”
-¿Y ahora cómo vives?
“Con el sueldo de mi esposo, con lo poco que Gobierno me da saco adelante a mis hijos”
-¿Buscaste trabajo después de eso?
“Pues es que es muy difícil, porque quieras o no… la gente no te lo dice, pero sí te hace sentir mal a veces. Me preguntan que si tomé terapia, pero nunca quise. Me ofrecieron pero no, yo siempre dije que saldría sola adelante. No te niego que en ocasiones amanezco y digo ‘¿por qué ahora?’, pero nunca he juzgado, nunca le he preguntado a Dios por qué a mí, apenas él sabe lo que nos tiene preparado, sé que es una prueba que me la puso muy difícil, pero la he sacado adelante”.
-¿Cómo?
“Con tres hijos que tengo, que primero que nada son mi motor, y por ellos dije que no me iba a rendir, y por ellos estoy aquí”
Karla sobrevivió a la granada en su boca y después de siete años vive con una pensión que le otorgó Gobierno del Estado, la cual debe renovar cada vez que hay un cambio en la administración.
Ella puede pertenecer, de hecho, al Registro Nacional de Víctimas, pero necesita que la Procuraduría General de la República lo lleve a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, o que esa dependencia, o la Comisión Nacional de Derechos Humanos, inicien una investigación por el caso.
Para sobrevivir en un ambiente de discriminación por la cicatriz en su cara, espera el salario de su esposo y de su hijo mayor. A veces, cuenta, también echa a andar un carro de Hot Dogs que se le dio por la Secretaría de Desarrollo Social y Humano del Gobierno de Sinaloa.
Eso es lo que le queda después de que pasó a ser víctima del conflicto por las drogas y los grupos criminales que han traficado armas en México en pueblos como Villa Juárez o ciudades como Culiacán.
De acuerdo con el proyecto de pacificación del País, dictadas por Andrés Manuel López Obrador, el 7 de agosto iniciarán los foros por la paz. El primero será en Ciudad Juárez, y se contará con la presencia de distintos especialistas y representantes de colectivos de activistas de derechos humanos.
Habrá cinco mesas temáticas: Víctimas, garantías de no repetición y mecanismos de reparación; Seguridad y Justicia; Dinámicas fronterizas, migración y seguridad; Prevención, cohesión comunitaria y reconstrucción nacional, y Construcción de Paz.
Karla menciona saber sobre esas mesas. Sin embargo acota: nada se logrará si no se da justicia a las víctimas y se crea un plan que involucre a las familias afectadas.
“Qué más quisiera que ya no hubiera tanta gente… ¿cómo le podemos decir?, ¿mala?”
-¿Cómo le pondrías tú?
“Gente mala que por unas monedas podemos ver que matan a cualquier tipo de personas, a niños, mujeres. A ellos no les importa, ellos nomás ordenan y la gente hace el trabajo nada más, ellos no saben si van a dejar niños sin madre, mujeres sin esposo, ellos no saben… personas que hacen eso es no querer a nadie”.
-¿Cómo lograr la paz?
“Empezando desde casa. Los valores que le enseñes a tus hijos al final de camino están viendo la cultura que vamos llevando. Porque hoy ya no son niños que quieran jugar, ya no son niños que quieran las canicas… ahora quieren una pistola”.
Hoy se cumplen siete años de ese episodio. Se cumplen siete años de que Karla Flores sobrevivió a tener una granada en la boca. De una lucha por la paz en medio de una “guerra” a la que fue incluida sin que le preguntaran.