"FACTOR HUMANO: Expande la conciencia de ti mismo"
Solemos vivir con el piloto automático puesto sin advertir ni oler la fragancia de las rosas del camino acompañando a un desconocido.
Ahora en Navidad ¿Has pensado en los regalos espirituales? ¿Y qué tal si te abres a recibirlos? Y qué mejor si tú mismo te los das… ¿Listo? Trataremos dos cosas que nos ayudan a vernos con más amplitud: La mirada del perdón y la mirada desde un salto de conciencia. Ambas dan paz y claridad.
Imagina que te ves
De pronto tienes una experiencia de otro nivel, una visión mucho más amplia, más cabal y amorosa de ti mismo. Te das cuenta de que te das cuenta: lo que tú creías no es, eres mejor. Esa certeza no es proyectada por tu ego o de lo que los demás te dicen, ni de lo que tú supones que eres. Simplemente te ves con una inusual claridad, tan amplia que sorprende. Tu conciencia te la muestra sin engaño en un total momento de lucidez, como ese relámpago nocturno que te revela lo insospechado.
¿Seguirías siendo el mismo?
Seguramente algo pasará contigo; de alguna manera la identidad y la conducta están vinculadas, sabiéndote bueno tenderás a obrar bien, si te sabes amoroso el amor te inspirará. La conducta refuerza la identidad y la identidad marca pautas conductuales; el problema es que flaqueamos, esto nos confunde y extravía. Necesitamos rectificar siempre, el perdón purifica el corazón y limpia la mirada: descubrimos lo inédito del Tú, del Yo, del Nosotros.
¿Con qué te identificas?
Podemos identificarnos con el ego, que es una proyección: un intento de ser lo que muchas veces no somos. Aísla. En cambio nuestra identidad crece cuando ama, al perdonar une la distancia y los fragmentos que provoca el conflicto. Querer ser lo que no somos y vivir alejados de uno mismo produce una gran nostalgia interior, el dolor de un vació sordo que busca colmarse en mil cosas. En la separación el amante exclama “¿Quién es ese Yo cuyo mío eres Tú?” Difícil separarse de quien se ama y para no sufrir intenta inútilmente el olvido, y termina sufriendo más.
¿Necesitas perdonarte?
¿Qué peso hay que soltar que te cansa? Perdonarte es un magnífico regalo que puedes darte ahora. No perdonamos a otros porque al revivir la ofensa nos ofendemos. Las puertas del amor genuino se abren cuando se tocan con perdón. Dentro crecemos y nos acomodamos en el único lugar donde es posible estar en paz. El perdón sanador viene de arriba, pidámoslo.
Recibir amor sin merecerlo puede desconcertarnos, a veces brotan lágrimas, limpian la mirada. Nos reconcilia. Ser vistos con amor nos repara y crecemos. Quien se ama se conoce gradualmente.
Eleva tu conciencia
Esta es otra manera súbita de descubrirnos. La conciencia da sentido y dimensión al intelecto, actualiza los conocimientos, de otra manera son información guardada. Conoces mejor al cobrar consciencia. Al elevarla le pones los puntos a las “i” y te descubres de un nuevo modo: te das cuenta de lo que no te dabas cuenta. Se activa cuando dejas de distraerte con tus pensamientos. Es caprichosa, no viene siempre cuando le llamamos, la alejamos cuando estamos ausentes.
Ejercicio para salirse de la mente
1er acto: Imagínate que vas al cine, te metes en la película como es habitual, experimentas tus pensamientos y emociones, sufres, gozas todo el drama. Eres parte de ello, vives inmerso en tu mente y desde ahí contemplas lo que puedes ver del mundo.
2do acto: Ahora te sales de la película y vas y te sientas, observando lo que se proyecta sin involucrarte. Pones una distancia entre la película -tus pensamientos- y tú. Subes un nivel de conciencia diferenciándote.
3er acto. Aquí viene lo bueno, observas a distancia tres cosas: el lugar donde estás; al espectador sentado viendo sus reacciones y la película: recuerdos, deseos, sentimientos, impulsos, pensamientos. Te has separado de ti, de la película y del drama, distanciándote.
¿En qué nivel eres más libre?
Al inicio eres víctima de lo que pasa, reaccionas a tus pensamientos indomables; el cerebro da por real la película que ves, esto confunde; las emociones emergen y con ellas tu conducta: ahí eres menos libre. En el segundo has cobrado conciencia de lo que piensas saliéndote de la mente, puedes observarla, distanciarte y lo mejor: puedes elegir que pensar y hacer.En el tercero te separas emocionalmente de tus reacciones ante lo que piensas, pintas una raya. Ganas libertad y señorío. En las crisis esto es buenísimo. La vida no nos mata, nos mata lo que pensamos de ella y como reaccionamos. Curiosamente vivimos en la mente y ella nos sepulta.
Una vida semiconsciente
Hay un espacio entre el primer y segundo nivel: actuar con la atención dispersa en automático. Las manos aquí la mente allá, es el modo más frecuente de vivir y trabajar, o peor: como la muchacha en la mesa con sus amigas viendo su celular, cree estar ahí sin ser consciente de lo que se pierde.
La fuerza de la costumbre, los hábitos nos marcan pautas. Presos de la mente que nos saca del momento presente. Su trampa: creemos estar sin advertirlo.Podemos elegir que nuestras emociones nos conecten con la mente o con la vida, la diferencia es enorme: vivir. Puedes regalarte el perdón y dar saltos de conciencia. Feliz Navidad.
paulchavz@gmail.com