"Violencia y más violencia"
‘Algo está podrido en el Estado de Dinamarca’: Hamlet
“No señores que ostentan la autoridad en Culiacán, el débil grito (y digo débil por el temor de todos) que se escucha, no es cuestión de política de oposición. Tampoco es de búsqueda de posiciones para las próximas elecciones. Es una exclamación de angustia e impotencia, coraje y dolor. Por el amor de Dios hagan algo, el pueblo entero los apoyará y se los agradecerá”.
El día último del año, los periódicos de mi tierra (Culiacán) anunciaron que, ante la incontenible ola de violencia, se castigaría con 15 días de cárcel y 300 mil pesos de multa a quienes dispararan armas de fuego con motivo de las festividades.
Este primitivo impulso de darle vuelo al gatillo, no vayas a creer amable lector que se hace con pistolas. Esas ya pasaron de moda. La serenata a balazos que padecimos provino de metralletas que harían sentirse como niños de biberón a la mafia de Chicago de 1930.
El día primero del año, los diarios anunciaron tres muertos a balazos y 12 heridos por las balas perdidas.
Este es Culiacán. Sociedad enferma por el narcotráfico y la violencia, el dinero fácil y las autoridades incompetentes.
El Presidente Miguel de la Madrid ha anunciado en sus dos últimas visitas a Sinaloa que se haría algo al respecto. El licenciado Pedro Ojeda Paullada, representante del Ejecutivo federal, en el pasado informe de gobierno del estado de Sinaloa, trató el tema con palabras vigorosas.
El Procurador de Justicia de Sinaloa ha dicho que se proseguirá con los retenes y esculques para decomisar armas de fuego.
Palabras, palabras y más palabras. Hechos son amores, señores, y la realidad sigue siendo que en Sinaloa se rapta y viola a niñas todos los días; se asesina impunemente en las calles hasta al propio jefe de Policía municipal. Las batallas o guerras entre gavilleros están a la orden del día y mientras estos se asesinan unos a otros, las moradas de pacíficos ciudadanos son invadidas porque el campo de batalla es toda la ciudad.
Yo convoqué a mis hijos el día último para recomendarles gran prudencia al salir a festejar el Año Nuevo. Parecía como si los fuera a mandar a la guerra o alguna misión peligrosa. Tenemos una hija que corre a distancias largas. Antes lo hacía en algún parque o en el malecón. Hoy se encierra en el club privado y se marea dando vueltas y vueltas, porque salir a la calle es asumir riesgos que harían temblar del temor al propio James Bond.
Un amigo mío se comentaba que sus hijos le decían una mañana: “Llévanos a la escuela porque nuestro vecino está tomando y dispara su metralleta cada 15 minutos”.
¿Exagero?, pregúntele a cualquier ciudadano de Culiacán y verán si lo hago. Pregúntenle a los tres diputados federales de la región, quienes en un acto de “indisciplina” (así se le llama el defender al pueblo) publicaron un desplegado en la prensa local para denunciar este terrible mal que nos aqueja.
Los organismos intermedios cuando hacen alguna tibia declaración al respecto son atacados y se dice que se están aliando con la reacción para minar al gobierno.
Cuánta miopía, ¿cómo despertar a los que ya están despiertos? Cuánta impotencia de padres, cuyas hijas han sido violadas. Cuántos sinaloenses han sufrido en carne propia asesinatos de algún ser querido. La rabia y la impotencia se enseñorean en esta sociedad enferma que, entre la ignominia y la guerra, prefirió la ignominia y hoy tiene la ignominia y también la guerra.
No señores que ostentan la autoridad en Culiacán, el débil grito (y digo débil por el temor de todos) que se escucha, no es cuestión de política de oposición. Tampoco es de búsqueda de posiciones para las próximas elecciones. Es una exclamación de angustia e impotencia, coraje y dolor.
Por el amor de Dios hagan algo, el pueblo entero los apoyará y se los agradecerá.
Martes 8 de enero, de 1985