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El director del Hospital General de Escuinapa reconoce más de 200 casos de dengue en el municipio, pero se sabe que son muchos más. La enfermedad transmitida por un mosquito ya cobró la vida de menores y adultos, pero de eso poco se habla, la autoridad municipal y estatal decidieron voltear para otro lado dejando a la suerte a los pobladores. Las acciones de prevención brillaron por su ausencia, algunos dicen que no hubo recursos, otros que la pandemia de Covid-19 quitó el foco de atención y golpeó los programas anuales. Nadie lo sabe de cierto, lo único que consta son los estragos de la enfermedad que llena las redes sociales pidiendo caridad a donadores plaquetarios.
El doctor Efrén Encinas es un bulto dedicado a contar muertos, administrando la ineficiencia, la falta de medicamentos, las protestas de médicos y enfermeras desesperadas ante la injusticia, el coraje de padres de familia que tienen que hacer frente a la enfermedad de sus hijos solos, buscándole por su cuenta.
Al secretario no se le puede pedir lo que no puede dar, el encargado de la salud en Sinaloa está cansado, enfadado y de rodillas. El gobernador lo sabe y le pide que aguante, Encinas ya le ha querido renunciar pero a estas alturas del partido, la esperanza está puesta en la campanada final. Que se acabe el sexenio o la honra, lo que llegue primero.
Y reparten culpas, a los diputados federales y locales, a los alcaldes, regidores y síndicos. Y mientras ellos discuten la gente se organiza porque no queda de otra, el Gobierno quedó chiquito del tamaño de un mosquito al que le llaman “vector”. Y la gente se tiene que hacer grande, tomar la responsabilidad de su salud y la de su familia, limpiar y desescombrar, aprender a identificar los síntomas en internet y con un poco de suerte recibir atención médica de los que no se han rajado.
Porque si en alguien puede confiar la sociedad es en los doctores, los que no han abandonado el barco y siguen valientes en sus trincheras, haciendo de todo con lo mínimo, malabares de salud en un circo de carencias. Los médicos en Sinaloa son los héroes de esta guerra y hoy, justo hoy se festeja su profesión, mucho tenemos que agradecerles y reconocerles.
Ahora la discusión en materia de salud pública está en el Carnaval del año que viene y la reapertura de los estadios. Aseguran que habrá fiesta en el puerto pero no desfile, el Gobernador Quirino y un tal Químico Benítez creen que las cosas serán como ellos quieran y no como la naturaleza mande. Suponen que el fin de la pandemia se acomodará a sus intereses políticos y económicos sin reparar en las reflexiones que desde Italia, Francia y España nos advierten de un inminente rebrote.
Pero los políticos de este pueblo siempre han sido de visión muy corta, la mediocridad no les permite proyectar escenarios más allá del “Infonavit Jabalíes”, el conocimiento de lo público no les da para leer lo que está pasando más allá de la frontera de San Miguel Zapotitlán. Ellos están pensando en lo “suyito”, en su pequeño coto donde ejercen el poder y desfogan sus anhelos de gobernantes.
Y esta es la penosa realidad de la salud pública en Sinaloa, es lo que tenemos, es lo que hay y ni modo. En lo que queda del sexenio, en el ocaso de este gobierno, que la suerte nos acompañe. Luego le seguimos…
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