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La presencia del coronavirus ha permitido conocer varios aspectos de la conducta social que pocas veces se han manifestado tan explícitas; ahora, por la fuerza de las circunstancias, las personas tienen que tomar medidas que tienen repercusiones colectivas, o dicho más gráficamente: lo social se convierte en asunto de interés personal; esta dialéctica del ser y su inmersión en lo colectivo muestra en toda su dimensión el nivel de conciencia de la ciudadanía.
En esta gran Nación, en corto tiempo, se han producido cambios en muchos casos inéditos, mismos que hacía un par de años atrás parecía difícil se dieran en el corto plazo; pero los estamos viendo en el plano nacional e internacional, lo que llena de entusiasmo a muchos mexicanos.
La visita que acaba de llevar a cabo el Presidente Andrés Manuel López Obrador a los Estados Unidos de América, sin duda de hondas repercusiones en el desarrollo del País, ha dejado a sus críticos y opositores cada vez en más evidencia por no entender nada de los problemas de geopolítica, menos de las estrategias del Presidente para detonar el bienestar de los sectores sociales.
El Presidente ha dicho, con una visión clara y objetiva, que tenemos que potenciar, con grandes expectativas, nuestra vecindad y buenas relaciones con el país más poderoso del mundo en la actualidad, lo cual nos parece una actitud política acertada.
Las políticas que viene impulsando el Gobierno nacional tienen como meta propiciar una economía cuyos beneficios lleguen a todos los niveles sociales, desde los estratos más pobres, hasta los empresarios con una visión del bien social, que haya suelo parejo, como se dice coloquialmente.
Es innegable, el País cuenta con un Presidente experimentado, con una visión política de echar a andar programas que eleven el nivel económico y social del País; no titubea en su consecución plena, sin descuidar los problemas derivados de la seguridad y la justicia, que son fundamentales para lograr la paz y la concordia en el ámbito nacional, eso es parte intrínseca del bienestar de la sociedad.
Apenas se van a cumplir dos años del gobierno de la Cuarta Transformación y ya se han establecido cambios que no pueden desdeñarse, a menos que se falsee la realidad, como hacen algunos nostálgicos del viejo régimen prianista.
Dan pena ajena algunos comentarios de “académicos”, que siguen consciente o inconscientemente pegados a visiones derivadas de los dogmas neoliberales, o por completo sustentadores de realidades inexistente; y todo eso con la intención de negar, casi sistemáticamente, lo que viene haciendo con manifiesto acierto el Mandatario en bien de la gente.
Mientras el País avanza en la transición democrática más importante de este siglo, los nostálgicos de lo viejo siguen esparciendo denuestos y verdades a medias y fuera por completo de contexto, y sobre todo lejos de lo que en la actualidad los ciudadanos expresan y aspiran y apoyan masivamente. Esos nostálgicos a que nos referimos se encuentran en los cenáculos académicos, orbitando muy cerca ideológicamente de los intelectuales orgánicos, quienes actúan como quinta columna conservadora y tienen el sueño guajiro de pretender restaurar, con todo y su autoritarismo, el pasado.
La lucha del Gobierno actual en contra de la corrupción topa con infinidad de resistencias, incluso dentro de algunas esferas oficiales, enroladas en inercias que se niegan a desaparecer, aun cuando sienten la lumbre en los aparejos; claro que esas prácticas inerciales tienen que desaparecer y dar paso a cambiar esas prácticas y vicios perversos, porque la barredora contra la corrupción va en serio, los hechos son palpables.
Este país tiene que tomar su cauce y volver al camino que le marcaron Juárez, Cárdenas y Villa.
Elevar el progreso compartido entre todos sus habitantes y proyectar al País a planos de las naciones más desarrolladas del mundo, ese es el nuevo camino de México, salir del subdesarrollo y proyectar con fuerza las potencialidades con las que cuenta en su rico suelo.
El País se encuentra en el umbral de un camino promisorio, lleno de buenas nuevas, para alcanzar a mediano plazo el desarrollo que siempre ha anhelado. Elevar el progreso compartido entre sus habitantes es la misión de los mexicanos de esta generación y, pésele a quien le pese, no fracasará en su cumplimiento.